jueves, 13 de junio de 2013



“En cada libro seguirá estando él”

El sector del libro recuerda a Javier Cambronero



L.M.A.

“Quiero pediros que sigáis editando, distribuyendo y vendiendo libros porque en cada libro seguirá estando él”. Y un aplauso. Y ojos llorosos.

Con estas palabras de Virginia, su compañera de tantos años, ha terminado el acto homenaje a Javier Cambronero que se ha celebrado esta tarde en el Pabellón Banco Sabadell. Cambronero, director comercial de la distribuidora UDL y miembro de la comisión organizadora de la Feria, falleció la semana pasada. Y sí hay algo en lo que coinciden editores, distribuidores y libreros: sin su figura no se entiende la evolución del sector del libro.

Y es que UDL nació hace diez años de la unión de tres distribuidoras regionales importantes (Azeta, Lidiza y Troquel) para atender – “¡empujar!” – las necesidades de comercialización de la nueva hornada de editores independientes que surgió a comienzos del siglo XXI.

Alguien podría haberse preguntado quién estaba atendiendo las casetas de la Feria. Podría haberse pasado lista. Todo el sector del libro: libreros, distribuidores y editores, sobre todo de los mal llamados “pequeños”. Nadie ha faltado.

Y en su nombre han tomado la palabra la presidenta de la Feria del Libro de Madrid, Pilar Gallego; los libreros Fernando Valverde y Lola Larumbe; el editor de Demipage David Villanueva; y el director de la Feria del Libro de Madrid, Teodoro Sacristán.

Entre todos han compuesto un retrato de Javier Cambronero con muchos puntos en común: “paseaba, recorría y disfrutaba la Feria”, “gran discutidor”, “vivero de editoriales”, “afable”, “nos hacía sentir que todo lo que hacíamos era importante”, “conocía cada uno de sus libros”.

Días después de su muerte, recordaba el editor Enrique Murillo unas palabras de Javier Cambronero: “No te olvides de vender tus libros. Por buenos que sean, si no dedicas a vender al menos la mitad de tu tiempo, habrás fracasado”.

A eso les ayudó y por eso hoy todos han estado.


Traduciendo a Mo Yan

Yifan Li, traductor del último Nobel de Literatura, el chino Mo Yan, ha visitado el Pabellón de Actividades Banco Sabadell para “animar a todos a aprender chino, que no es tan difícil”. Diferente pero no difícil, ha explicado, su lenguaje pictográfico, forjado a lo largo de 5.000 años de historia y cultura, está en la base de las diferencias culturales entre Occidente y la milenaria China.

Pese a su animado exhorto, confesó que él mismo tropieza con el mandarín del norte que usa Mo Yan cada vez que se retrotrae a la infancia de un personaje, que es la suya en la región de Shandong. Y reconoce que para el lector español no es sencillo adentrarse en la cultura asiática y la cultura budista que emanan de la obra de Mo Yan, “un realismo mágico que critica la realidad”.

En su discurso al recoger el Nobel, Mo Yan explicaba que escribe solo para contar cuentos. Un cuento largo porque Mo Yan escribe largo (algunos de sus libros pasan de las 800 páginas): “Piensa que una novela larga es como una montaña alta. Defiende que los escritores no deben tener miedo de no tener lectores. A un buen lector, opina, no le asusta la extensión; un mal lector no sube una colina”.

Yifan Li quiso destacar la densidad de la obra de Nobel, por la cantidad de historias que recoge, la variedad de ideologías que retrata y los matices de sus personajes. “Ningún personaje es solo blanco o solo negro. Mo Yan quiere mostrar la crueldad y la fealdad que residen en lo más profundo del corazón del ser humano”.

El traductor al español del Nobel también tuvo ocasión de contar algún secretillo: “Mo Yan se reserva siempre un personaje al que bautiza de forma que lo retrate. En Rana se ha puesto de nombre ‘correr despacio’ por una carrera en la que participó”.


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