DANIEL NICOLAY
Pintar el gran teatro del mundo
"Daniel Nicolay (Peralta, 1960) no se acuerda de cuando comenzó a pintar. Tampoco sabe cuáles fueron sus primeras obras y le cuesta trabajo sistematizar y ordenar una producción artística dispersa y ecléctica, con piezas hechas siempre a medida de un espacio, pero concebidas para cambiarlo", escribe Graça Ramos y añade:
"Pasó la juventud entre pinceles, pintando desaforadamente, y también académicamente, estudiando y copiando los clásicos y descubriendo la diversidad del arte contemporáneo. En ese camino se dejó seducir por la experimentación y la inquietud de las vanguardias, que le fueron alejando de los lienzos y llevando su pintura hacía el universo volátil de la performance, el happening, el teatro y el cine.
Siente entonces una necesidad ineludible de alejarse de Navarra y partir hacia el Sur en búsqueda de la luz costera, el calor, el color y el humor. Se instala en La Línea, al lado de Cádiz, y viaja con frecuencia al norte de África, donde participa en el efervescente gueto de las artes plásticas marroquíes, escondido en las callejuelas de Tánger y en la medina de Tetuán, en donde fija entonces su residencia. Fueron años de producción frenética, en los que perfecciona el oficio de pintar. La intensa luz del Atlántico y el contraste de las tonalidades vívidas del Sur no abandonarían nunca más su paleta expresiva.
Corrían los eufóricos años 80, con la avidez de conocimiento, la curiosidad y la provocación. En ese ambiente febril de las vanguardias conoció a su mujer, sastra de profesión, cuando le encargó un traje de 40 Kg de hígados de cerdo -para su congelación, exposición y putrefacción-, que utilizaría en una secuencia de la película experimental El hombre navarro va a la luna, de la que fue director de arte.
Se muda a Barcelona y de ahí a Buenos Aires, y entre las dos ciudades su lenguaje artístico se fragua, diversifica y multiplica, encontrando su lugar en el mundo de la escenografía.
En su vida errática entre el Mediterráneo y el Atlántico, la pasión por el universo escénico lo lleva a recalar en el Teatro Real, cuando este reabría sus puertas. La ópera, como confluencia de todas las artes, incluyendo música, drama, danza, pintura, escultura, videocreación o fotografía, estimula e inspira su creación.
En los talleres del Teatro Real, junto a otros artistas y compañeros, pone su invención, creatividad y oficio en la realización del atrezzo y decorados de las producciones de ópera, en las que aprende de prestigiosos escenógrafos y artistas plásticos.
En el escenario el espacio condiciona la acción. Cada objeto es funcional, decorativo y efímero, despojándose de su significado al final de cada función. Daniel Nicolay reproduce en espacios reales y cotidianos el diálogo que los actores establecen con el decorado. Sus pinturas murales, lienzos, tapices, telones, muebles, alfombras, y todo tipo de artilugios y soluciones decorativas creados para transformar un espacio, tienen un nombre propio: los crea para su familia, amigos o compañeros. Con ellos intenta conseguir un espacio más divertido u original, más bello o elegante, más acogedor o agradable. Sus piezas están entre el arte y la decoración, o en el encuentro de ambas, pero siempre pensadas para las personas, en el gran teatro del mundo".
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