Carmen
Valero
23.07.2015.- Nunca ha dejado de ser francés a lo
largo de la historia en continua disputa con Inglaterra. El Monte Saint Michel,
un roquedal sobre el que se levanta la célebre abadía de San Miguel, se
encuentra en plenas aguas del océano en Normandía y constituye un faro y un
símbolo para toda la región y el país. Cuando las mareas son notorias el
roquedal queda completamente aislado como una isla.
Jurídicamente,
la abadía pertenece hoy al Centro de Monumentos Nacionales de Francia y desde
el 2001 son las Fraternidades Monásticas de Jerusalén –una fundación francesa
de la década de 1970- las que se ocupan de la oración en el seno de la
abadía. Quizás sean las obras, que hoy se llevan a cabo en el ábside del
monumento, las que resten esa necesaria y ansiada espiritualidad a la
abadía. No hubo modo de encontrar un lugar de oración con la Eucaristía,
dentro de la basílica, que sólo “sabía” a faro de turismo.
El Mont Saint Michel es el monumento histórico artístico más visitado de Francia. Tres
millones de personas lo visitan al año con un promedio de seis mil personas por
día. La riada de gente por sus empinadas calles y escaleras lo han masificado y
han hecho que su abadía haya perdido silencio y espiritualidad. Este último
detalle no se ha cuidado y le ha hecho perder mucho, demasiado, a un lugar
llamado a ser faro del espíritu más que una continua girola de gente.
Fue en
el siglo X cuando se comenzó a construir la primera abadía benedictina del Mont
Saint Michel, de la que todavía quedan vestigios románicos, para seguir con el
estilo gótico y sucesivas restauraciones y remodelaciones hasta el XX. Durante la
Revolución Francesa de 1789 sufrió agresiones y abandono para convertirse,
hasta el Segundo Imperio, en una prisión de alta seguridad, de la que quedan
ciertos testimonios como una gran polea de subida y bajada de pesos.
Desde
1969 se entregó de nuevo al culto católico, que celebra todos los días una misa
a las 12,00 horas del mediodía, para quienes lleguen –previo pago- a lo más
alto donde se encuentra la abadía. Otra misa tiene lugar en la diminuta iglesia
parroquia de San Miguel, a la entrada de la subida al monte, para los pocos
habitantes del municipio en el roquedal y los visitantes que lo deseen.
La
abadía de San Miguel se inscribe en una serie de monasterios con la misma advocación
al Arcángel, en Italia e Inglaterra, cuya divisa ¿Quien como Dios? llevó a vencer a Lucifer, el príncipe de las
tinieblas, el demonio arrojado a los infiernos, según relata el Génesis, primer
libro de la Biblia.
Et le Couesnon dans sa folie a mis le Mont à
Normandíe. “Y el río Couesnon, en su locura/ ha puesto el Monte en Normandía”,
dicen los célebres versos del lugar. En pleno limite con Bretaña, el río Couesnon,
que divide Bretaña de Normandía, hace una curiosa hoz en la desembocadura al
océano para dejar el Monte Saint Michel a Normandía y no a Bretaña como en
principio parece marcar la orografía del lugar.
La
construcción de la abadía de Saint Michel se debe a la aparición del arcángel
en tres sueños sucesivos a San Aubert en el 708. La iglesia prerrománica,
centro de peregrinación destacado, se erigió en el año 1000. Hoy veinte salas, entre abadía, refectorio, scriptorium
y criptas, constituyen el recorrido de un lugar hermoso, al que insisto falta
la presencia espiritual que le sería conveniente.
Claustro de la abadía del Mont Saint Michel
Una
visita nocturna, para seguir de cerca la iluminación del Mont Saint Michel y su
abadía, completan la explotación turística del monumento, toda una mina de oro en ingresos
económicos para el Ministerio de Cultura de Francia. El Gobierno francés lleva a cabo una gran canalización de sus aguas fecales.
Viajé al Mont Saint Michel con el recuerdo de mi juventud de un lugar recóndito, de estudio y de retiro, para limpiar la mente y el alma. Hoy me he encontrado un tanto decepcionada al verlo como un lugar masivamente turístico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario