Víctor Morales Lezcano
Hay
seísmos políticos que alcanzan a puntos muy periféricos. Las repercusiones del
golpe fallido que se produjo en Turquía entre el 15 y 16 de julio pasado han
sido, y continúan siendo, notorias a mes y medio de su registro. ¿Serán por algún tiempo de duración previsible?
El futuro a medio plazo confirmará, o invalidará, el cuestionamiento formulado.
No cabe, empero, dejar de cavilar sobre la marcha de los acontecimientos que ha
generado el golpe de marras, tanto en Ankara como en Estambul.
Si
se recorren ahora mismo algunos titulares de prensa provenientes de El País, Le Monde, The New York Times
y Der Spiegel, que encabezaron sus
páginas sobre Turquía, hace aproximadamente mes y medio, salta a la vista la tónica general del mensaje occidental
remitido a las autoridades de la república turca. Condenamos el intento de golpe habido, esperando, sin embargo, que las
represalias del Gobierno no se ensañen con los responsables del atentado.
Es
evidente, y así lo han hecho saber el presidente Erdogan y más de un par de sus
voceros gubernamentales, que, desde la óptica de Ankara, hubo en los medios y
redes anglosajones y germanos una palpable consigna, discretamente subrepticia,
aunque no por ello ininteligible al lector. Se trató de un mensaje que pretendía
calmar los arrestos de R.T. Erdogan, a la hora de sancionar a los golpistas y
sus instigadores. El tenor de los titulares y contenidos de la prensa
euro-americana disgustó a R.T. Erdogan desde un principio, como ha venido efectivamente sucediendo desde el 17
de julio, cuando, desde Ankara,
se cursó, a la presidencia de Estados
Unidos, la petición de extradición del
islamólogo Fethullah Gülen, residente en América desde 2009 y presunto “cerebro
conspirador” del fallido golpe militar de julio pasado (Gobierno turco dixit). Erdogan, primero, reclamó al
Departamento de Justicia de Estados Unidos la extradición de F. Gülen, para arremeter
después contra el Gobierno de Alemania y su canciller, Angela Merkel. En
Alemania, la respuesta turca a la lenidad
germana hacia los golpistas consistió en organizar una concurrida concentración
de varios miles de ciudadanos, adeptos al Islam, en la ciudad de Colonia el 31
de julio pasado en apoyo de Erdogan y contra los insurrectos de Turquía. La
consigna de la entidad organizadora (Unión de Demócratas Turco-Europeos) rezaba
así: Sí a la democratización, no al golpe
de Estado. La obstrucción del evento por parte de las autoridades germanas
ha acrecentado el enfriamiento de relaciones entre Berlín y Ankara desde
entonces hasta la fecha. Luego, y por tanto, R.T. Erdogan ha impreso un viraje
a la proyección exterior de la República. Un viraje repleto de advertencias,
hijo del despecho que le ha generado la templanza de las cancillerías
occidentales al abordar el golpe fallido contra el Gobierno de Turquía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario