-->
Pere Ponce y J. M. Flotats
Julia
Sáez-Angulo
18/02/18
.- MADRID .- Cicerón y Voltaire pensaban que un jardín y unos libros eran lo único
necesario para alcanzar la felicidad. Ambos tenían una villa, el primero en
Tusculum, donde acabó degollado y decapitado, el segundo muy cerca de Ginebra
para pasar a Suiza en caso de persecución francesa. El segundo también tuvo un final doliente y peripatético.
“Voltaire/Rousseau.
La disputa”, la obra de Jean-François Prevand y Josep María Flotats, que se
representa en el Teatro en el María Guerrero es un debate desigual y epidérmico
entre dos filósofos de renombre en la historia, por lo que la representación
resulta un tanto fallida. Descompensada. La ironía, la sátira ligera y el sarcasmo
dominan el debate de Voltaire en la mayor parte del tiempo, por encima del
pensamiento profundo que se espera de dos filósofos.
Nada
se sabe ni se habla de teología, ni lo más mínimo, se desconocen hasta los
argumentos más elementales como el del fomes
pecati en la naturaleza caída para el
“hombre bueno” de Rousseau frente
a la sociedad. Terrible cuando se despacha la religión con “un puñado de
piojosos en el desierto”, por parte de Molière, referido a los judíos como
padres del monoteísmo.
Hay
demasiada pirueta verbal, demasiada gracieta en los diálogos entre un Voltaire
diletante y come-curas y un Rousseau payaso y radical. Sus diálogos son de
salón, nunca mejor dicho, y se podría esperar mucho más de quien lo ha escrito.
Ninguno de los dos personajes parece salir airoso del dialogo, que en buena
parte del mismo es una derivada condescendiente de Voltaire hacia Rousseau.
Los
actores Josep María Flotats y Pere Ponce cumplen sus papeles con eficacia ante
lo que ofrece el texto escrito, pero éste es tan decepcionante que desilusiona
la esperanza de quien ha ido al teatro con expectación para ver la obra. Se
recuerdan diálogos más eficaces en la literatura.
El
autor, los autores, se inclina claramente por Voltaire presumido y arrogante,
frente a un Rousseau patético en sus salidas incendiarias o en su incontinencia urinaria. Así se confiesa incluso en el texto del programa de mano firmado por Prévand. El tiempo en que
vivieron no era realmente fácil para la libertad de expresión, pero entre
ellos, los intelectuales también se devoraban, incluso con un innoble libelo o
panfleto, que el texto trata de justificar
por parte de un Voltaire autor y arrogante.
Quizás
lo mejor sea ese final de enfado de Voltaire y esas monedas de Rousseau para
contribuir a su monumento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario