jueves, 26 de abril de 2018

LUIS AMIGÓ “PROFETA DE LA JUVENTUD”

Padre Luis Amigó




por Carlos Sagardoy Azagra


26.04.18 .- MADRID .- Luis Amigó “Profeta de la Juventud” ha sido el título de la nueva conferencia del ciclo “El último martes, con los primeros”, impartida por el P. Juan Antonio Vives Aguilella, religioso y sacerdote terciario capuchino, que ha tenido lugar este 24 de abril y que está organizada por la Parroquia Nuestra Madre del Dolor y el Colegio Fundación Caldeiro de Madrid.

El P. Elkin presentó al P. Juan Antonio Vives, licenciado en Sagrada Escritura, doctor en Teología Espiritual y doctor honoris causa en pedagogía. Además de haber preparado, en colaboración, la primera edición de las Obras Completas del Padre Luis Amigó, ha escrito más de 38 libros, entre los que destaca Testigos del Amor de Cristo (su tesis doctoral sobre espiritualidad amigoniana). Cuenta también con cientos de artículos publicados en revistas, conferencias, memorias y textos pedagógicos. Ha cultivado el tema teológico, especialmente en lo relativo a espiritualidad y el tema histórico. Es el historiador oficial de la Congregación Amigoniana.
El P. Vives inició su ponencia recordando su estancia agradecida en Caldeiro, que considera su casa, durante su época de estudiante en la Facultad de Comillas. Aquí fue profesor y tutor, se ordenó sacerdote, cantó su primera misa y ejerció su ministerio sacerdotal. En esta charla sobre Luis Amigó como “profeta de la juventud”, pretendo, dijo, “dar unas pinceladas y que quede la inquietud”.
Comenzó con unas frases de Luis Amigó relativas a los jóvenes, todas ellas nacidas de su corazón que veía las necesidades de la juventud de aquel tiempo, pues “si se quiere reformar a la sociedad es necesario empezar por los jóvenes”, proporcionándoles formación intelectual y en artes y oficios, elementos claves para insertarse en la sociedad mediante un trabajo digno, utilizando la persuasión y la ayuda, para que la persona se sienta estimada y valorada. Es mi deseo, dice el P. Luis, que los religiosos “aprendan por experiencia la ciencia del corazón humano”, ya que sólo puedes conocer a las personas en la medida que ellas se sientan queridas por ti, que tú les acompañas y estás cerca de ellas en la convivencia diaria.
Terminó las frases de esta lluvia de sentimientos, con la más importante de ellas, recordando el testamento espiritual de Luis Amigó: “y si acontece que alguno se aparta del redil del Buen Pastor, vosotros, zagales de su rebaño, habéis de ir en pos de la oveja descarriada hasta devolverla al aprisco. Y no temáis perecer en los despeñaderos y precipicios en que muchas veces os habréis de poner para salvar la oveja perdida, ni os arredren zarzales ni emboscadas”.
A continuación, trató de descubrir la personalidad que está detrás de estos sentimientos y cómo fue forjándose la misma. Para ello se centró en el contexto social en que nacen las fundaciones de las dos congregaciones. Ambas son respuesta a las necesidades que la sociedad tenía en ese momento: los jóvenes con problemas en el ámbito de la ley. Se produce la “cuestión social”, hija de la revolución francesa y de la revolución industrial: con grandes migraciones del campo a la ciudad, la persona deja de ser autónoma y pasa a ser obrero, los niños y adolescentes vagan por las calles. Los seglares son los primeros que dan una respuesta a la cuestión social y, posteriormente, la iglesia oficial, con la encíclica “Rerum Novarum” de León XIII.
Seguidamente, se detuvo en el contexto familiar. Pues “la educación en familia es la que ha posibilitado que verdaderamente se desarrollen o no cualidades que había innatas en nosotros”. Refirió las dificultades de su padre, los sufrimientos morales de su madre –verdadera “dolorosa”-, su orfandad ya de muy joven, quedando sin el apoyo necesario de la familia. A esta situación, la respuesta de Luis Amigó fue la compasión: “no quiero que nadie padezca lo que yo he sufrido”.  Orientando su preocupación al mundo de los jóvenes con problemas, de los niños abandonados, del mundo de la orfandad.
Su itinerario espiritual fue una creciente sensibilidad por el mundo de la marginación, pues “no es posible amar a Dios sin amar también al hombre, su obra predilecta, ni es posible amar a éste con sinceridad, si se prescinde del amor de Dios. Ambos amores son como rayos emanados de una misma luz, como flores de un mismo tallo”. Ello le llevaba a asistir a los enfermos en los hospitales, participar su saber y su fe a los niños de las barracas y consolar e instruir a los recluidos en las cárceles, en especial a los condenados a cadena perpetua.
Aunque la primera idea fue fundar una congregación para atender primordialmente a los encarcelados, a los enfermos y a la enseñanza de artes y oficios”, pronto se dio cuenta que lo que tenía que hacer era dedicarse a la juventud con problemas. Consciente de que los jóvenes de la cárcel son víctimas de prejuicios, acudía a las cárceles, acompañado de voluntarios, para confortarles, encaminar sus mentes hacia el bien y, a la salida, proveerlos de ayuda y trabajo.

La labor realizada desde 1890 en la Escuela Santa Rita, dedicada a la “corrección, moralización y enseñanza a los jóvenes con problemas”, marcó el rumbo de la Congregación. Aquí nació la pedagogía amigoniana, cuyo principal impulsor y propagador fue el P. Domingo de Alboraya. Escribió una Memoria de Santa Rita el año 1906 y la presentó en 1909 en el I Congreso Penitenciario Español que se celebró en Valencia. Dicha ponencia inspiraria después la creación de la Obra de los Tribunales Tutelares de Menores y sus centros.

En 1910, Domingo de Alboraya pasó al Colegio Fundación Caldeiro como primer superior y director, extendiendo la pedagogía amigoniana al campo de la prevención. En la actualidad, ambos centros, Santa Rita y Caldeiro, como colegios amigonianos, tienen que expresar su carisma mediante una atención especial por los alumnos con más carencias y dificultades, dedicándoles más tiempo y más interés. En 1918 tuvo un papel esencial en la publicación de la ley de los Tribunales Tutelares de Menores.

“Detrás de todo problema personal, hay siempre un problema afectivo”, dijo el P. Vives. El problema afectivo no es que no nos hayan querido, sino que no nos hemos sentido queridos. Bien porque no nos han querido como necesitábamos ser queridos en ese momento o bien porque no hemos dejado que los demás nos quieran. “Quien no se siente querido no aprende nunca a querer”.

La pedagogía amigoniana está presente en la actualidad en 32 paises. También en la Fundación Amigó y en las Parroquias amigonianas, como en la de Nuestra Madre del Dolor, donde se trata a las personas con misericordia, a la medida de la otra persona, metiéndonos en su piel y amándole como ella necesita ser querida, y se tiene preocupación por las más necesitadas de acompañamiento: separados, divorciados, ludopatías, excluidos de alguna manera, niños y familias del centro de día y kanguroteka, y jóvenes vulnerables del programa de acompañamiento a la emancipación.








-->

No hay comentarios: