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L.M.A.
Hablar de Benito Pérez Galdós es
situarnos ante uno de los colosos incuestionables y objetivos de la cultura
española, por encima de modas o camarillas. Dado que la regla del posmodernismo
consiste en que todo es relativo, sobre todo en materia cultural, parece
arriesgado escribir palabras tan categóricas. Pero es que es así: Galdós no
sólo es grande; es muy, muy grande. Su producción literaria, para empezar, es
prodigiosa, por lo ingente. Escribió novelas, cuentos, teatro, artículos
periodísticos, discursos políticos, cartas, críticas musicales... y con una
calidad incuestionable.
Galdós escribe un castellano limpio,
fresco, irónico, popular y erudito al mismo tiempo. Inventa personajes
formidables y argumentos apasionantes. Las acusaciones sobre su presunta
aspereza literaria, que a muchos de nosotros nos enseñaron como dogma cuando
estudiábamos en el colegio, son el producto de la envidia (el canario fue un
hombre de éxito) o del mero desconocimiento. Nadie que de verdad haya leído a
este autor puede cuestionar seriamente su altura como novelista.
La abundancia de títulos obedece a
razones varias. Por supuesto, a la puramente pecuniaria: don Benito andaba
siempre necesitado de dinero. Pero también a motivos más complejos: hay en su
producción un deseo indisimulado de abarcarlo todo, de reconstruir negro sobre
blanco la realidad poliédrica del país en el que vive, con su historia reciente
a cuestas. Galdós es de esos autores que no sólo “escribe novelas”, sino que construye
un universo propio y en expansión claramente reconocible: los personajes o
acontecimientos de unos relatos reaparecen en otros enfatizando esa sensación
de unidad que fortalece tanto el clima de realidad que destilan sus textos
como, paradójicamente, su poderoso valor mitológico, entendiendo este término
en su sentido estricto.
Así pues, nuestra primera misión
consiste en recordar que hay que leerlo porque es entretenido, pero no
superficial; porque es divertido, pero también inteligente y no tiene miedo a
hurgar en las miserias cotidianas; porque resulta implacable en sus críticas,
pero nunca desalmado: despliega sobre sus personajes, incluso sobre los peores
de ellos, un afecto y un deseo de comprensión que le emparentan con otros
grandes, como Shakespeare o Chéjov.
Hay que leerlo porque invita a
reflexionar sin imponer sermones, porque nos invita a viajar bellamente a
través del tiempo y de la Historia; porque escribe sus novelas como un
periodista y sus artículos como un novelista; porque después de acabar sus
libros, somos un poco mejores.
Queremos también PROVOCAR LA
CURIOSIDAD en torno al autor, incidiendo en aspectos menos conocidos de su vida
y de su obra: su afición al dibujo; su gusto por la música; su amor por los
animales, en general, y por los perros, en particular; su compromiso político,
que le lleva a escribir discursos emocionantes cuyo sentido profundamente
cívico resuena todavía en la actualidad. Es
importante recuperar sus grandes títulos, como Fortunata y Jacinta, o
Misericordia, pero también descubrir, o redescubrir, otros muchos textos
magníficos que por unas razones u otras no han conservado la misma fama. Por
eso hemos incluido, como plato fuerte de la programación, una adaptación
teatral de la extraordinaria Tetralogía de Torquemada, que reúne todas las
virtudes del autor y sin duda resultará una feliz sorpresa para quienes no la
conozcan.
5/ En última instancia, la razón de
ser de una celebración como ésta se reduce a contestar una sencilla pregunta:
¿qué nos dice el autor, hoy, en pleno siglo XXI? ¿De verdad merece la pena
revisarlo, o, como dicen los anglosajones, revisitarlo? La respuesta, en este
caso, es tan contundente como antes: Absolutamente SI. Galdós es un orgullo de
la cultura española. También en esto nos ayuda Galdós: al leerlo entendemos de
dónde venimos y por qué somos como somos. Y llega uno a esta conclusión: un
país que produce autores como éste no puede ser del todo malo.
Juan Carlos Pérez de la Fuente
Director artístico del Año Galdós de la Comunidad de Madrid
Juan Carlos Pérez de la Fuente
Director artístico del Año Galdós de la Comunidad de Madrid
6 / FEBRERO 2020 DE LA ACADEMIA AL
CAFÉ
Café Gijón J20 de febrero, 19 h
Actores: Imanol Arias y Carmen Conesa Dramaturgia: Lola Blasco Dirección: Juan
Carlos Pérez de la Fuente Benito Pérez Galdós fue elegido miembro de la Real
Academia Española en 1889, con un más que considerable retraso y cuando ya era
un autor de prestigio. Había publicado los veinte títulos que conforman las dos
primeras series de Episodios Nacionales, más de una docena de novelas, obras
teatrales, cuentos y relatos y multitud de colaboraciones en prensa y revistas
literarias. Tendrán que pasar más de ocho años para que el maestro Pérez Galdós
leyera su Discurso de ingreso, el 7 de febrero de 1897, con el título de La sociedad presente como materia novelable.
Tenía cincuenta y cuatro años y su entrada en
la docta institución no había estado exenta de dificultades. De la Academia al
café es una experiencia singular que consiste en trasladar el Discurso de
ingreso de Galdós del ámbito de la Academia al medio natural de dónde extraía
la materia prima de sus novelas: las calles, las plazas, los teatros, las
tabernas, los paseos o los cafés. La vida misma. Y la pieza oratoria que nació
para ser leída por el propio autor, “palabra académica”, ahora será “palabra de
actor”. Además, esta experiencia teatral se celebrará en el Café Gijón, emblema
del paisaje cultural de Madrid. Tanto, que hubo un tiempo en el que se decía
que “era más importante tener una silla en el Gijón, que un sillón en la Real
Academia Española”.
7/ FORTUNATA Y BENITO
Teatros
del Canal. Sala Roja 14 y 15 de febrero, 19 h 14 de febrero, en streaming en el
Facebook de la Comunidad de Madrid Octubre y noviembre. Real Coliseo de Carlos
III de San Lorenzo de El Escorial, Centro Cultural Paco Rabal y otros centros
de la región Compañía: La Joven Texto y dirección: Laia Ripoll Siempre
imaginamos a Galdós como un vejete con bigote, pero lo cierto es que hubo un
tiempo en el que don Benito fue un joven alto, seductor y bien plantado que
hacía pajaritas y vivía la bohemia y la noche de Madrid.
También hubo un tiempo en el que
soñó en un tranvía, en el que asistió atónito a una revolución o desolado al
asesinato de Prim. Fortunata y Jacinta, como Fortunata y
Benito, sucede en Madrid, ciudad desordenada, sucia, repleta de vida,
generosa y abierta, siempre fascinante. Partiendo de «la novela en el tranvía»
llegaremos a esta Fortunata, pero no sin antes añadir un chorreón
de Episodios Nacionales, algo de Tristana, una pizca de
las Memorias de un desmemoriado, unas gotas de
Misericordia, un aroma de «la desheredada» y una generosa cantidad de
música y baile. Fortunata, Benito y Madrid, urbanos donde los haya, novela que
se transforma ante nuestros ojos y que da paso a un Madrid moderno, canalla,
contemporáneo y vital.
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