A tus sabios consejos y tu sabiduría,
dedico este cuento
Ramsés Naser
El abuelo Selim se acercó a la hoguera, donde ya, ansiosos le esperaban los pastorcillos.
El cielo era de tal pulcritud que los astros todos se transparentaban.
El cielo como una malla de luz acordonada por ángeles de luz entonaban, filtrada por sus plumas, los Ave que acompañaban el alumbramiento.
Fue entonces cuando las diamantinas capas del azul turquesa marino abrieron mostrando sus tesoros y, ante Ti, lo que había en tierra se hinco de hinojos.
Quedó sólo un lucero, Venus, la octalfa, 8 puntas, la estrella de la Virgen María, más allá, en las letanías del infinito espacio sidéreo.
Una caravana de Reyes avanzaba sigilosamente, disputándose, cada rayito del prodigioso lucero que les guiaba al punto témporo-espacial, perpendicular al ombligo de la virgen y allí se posaría con dulce, y tierna inocencia.
Los Reyes miraron el tablero de arena, sus rostros se bañaron de luz y al unísono elevaron, la oración y dijeron: ¡sí, es Él!
Con la explosión de luz, hubo un estallido de amor que todo lo embargó.
El sol danzó generando un éxtasis y en todo el universo se escuchó su nombre:
Jesússsss, el Redentor . Y la noche tornose primavera.
Así, hijos míos, comenzó la Natividad o Navidad del Niño Jesús.
Y el patriarca quedó, cándidamente dormido y el señor lanzó sus primeras palabras:
¡Paz en el cielo y en la tierra a los hombres de buena voluntad!
AMENNNN...
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