sábado, 27 de julio de 2024

RETORNO A EL ESCORIAL IV.- Objetos que condensan el pasado, la historia, un recuerdo o un relato. “El hombre airado”, el samovar…

"El hombre airado" (cuadro sin firma ni fecha, que bien merece una limpieza, dada la oscuridad del fondo, donde quizás duerma la firma)
samovar ruso y dos fruteros Baccarat, años 30

Julia Sáez-Angulo

28/7/24 .- El Escorial .- Sigo en la decadente casa de El Escorial, otrora esplendorosa,  en manos de la condesa viguesa. He de reconocer que he venido a menos. Yo no doy más de sí, ¡qué le vamos a hacer! Además existe la entropía, ley de la Física - también moral en algunos casos- que va deteriorando las cosas A veces la naturaleza repone, pero no siempre, porque los estudiosos del planeta y las escrituras sagradas hablan de que la tierra tendrá su fin.  No sé por qué me he puesto tan trascendente, hoy, pero estas cosas suceden.
Como habrán observado los lectores del blog, he recuperado el dominio del yo, sin pudor alguno y cuento las cosas en primera persona, abandonando el "se" impersonal, que no es otra cosa que la máscara del yo.
Miro el cuadro encima de la chimenea y sostengo la vista de “El hombre airado” de mirada hosca, título que le puse a la pintura, en honor a Elisabeth Von Armim o más exactamente a su deliciosa novela “Elizabeth y su jardín alemán”, donde la protagonista, su amiga y la au-pair de los niños, se las tienen que ver con el marido de la primera, al que califican de “el hombre airado”, sin nombre alguno, porque habla poco y cuando lo hace, suelta unas andanadas que deja mudas a las mujeres, unas veces con razón y otras sin ella. Novela a recomendar a todas las damas, porque ya sabemos que los hombres, según la estadística, apenas leen novelas. Ellos se lo pierden, porque dejan de conocer los intersticios de la condición humana, que se las trae.
Contemplo, después, el samovar de metal brillante, que me trajeron de Rusia los padres de Inga Ivanova, la artista visual que reside en el vecino municipio de Valdemorillo, casada con el escultor Héctor Delgado, padres de Anastasia, a la que considero mi ahijada, quien fue bautizada en San Petersburgo por la iglesia ortodoxa. Los padres de Inga vinieron a casa a tomar el té y cuando les hablé de mi fascinación por el samovar, al leer esta palabra en las novelas de Dostoievski, Tolstoi y Turgueniev…, se apresuraron a traerme un ejemplar en el siguiente viaje que hicieron a El Escorial. 

¡Bendita alma rusa! Como siento nuestra distancia de la cultura rusa en estos momentos, por mor de algún  mastuerzo ruso como Vladimir Putin. Se han suspendido oficialmente conciertos de música, ballets o exposiciones como la de la colección de pintura rusa de Dolores Tomás, como si la cultura tuviera algo que ver con las guerras. Incluso han quedado excluidos los deportistas rusos de las Olimpiadas de París. Habrá que esperar nuevos tiempos. Entre tanto leamos a Pushkin, que goza de un bello monumento en el parque de la Fuente del Berro en Madrid, reproducción exacta de otro en Rusia.
    Vuelvo a otro objeto de familia, el armario juguetero, así llamado, porque en él se guardaban los juguetes. Quedan muy pocos, pero me llama la atención un organillo que al darle vueltas a una llave metálica, entona las notas de la Marsellesa, que hemos escuchado estos días en las Olimpiadas de París.
        Respecto a la burla de los travestis en París, al emular la Sagrada Cena de Leonardo, propia de la tiranía LGTB que tienen cogidos a los políticos por las pelotas y, al resto nos tiene aburridos hay que decir que es una astracanada, indigna del supuesto "bon gout français". La verdadera batalla cultural es la estética, dice Chapu Apaolaza, y en esta ocasión, Francia la ha perdido. Del desmentido posterior, me río yo, viniendo del creador del asunto. Los espectadores no vamos con un lirio en la mano. El efecto boomerang no se hará esperar. Solo me cabe recordar el refrán italiano que recomienda: "Juega con los soldaditos de plomo y no juegues con lo sagrado". Pues eso.
        
"El hombre airado" sobre la chimenea.

Estatua del poeta ruso Alexandr Puskin en el Parque de la Fuente del Berro de Madrid (España). Réplica de 1981 de la original realizada por Oleg Komov e instalada en el Museo Pushkin de Chisináu.




8 comentarios:

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...

Jaime Siles Ruiz : Excelente tu texto de hoy, que suscribo en todos sus puntos, al tiempo que me pregunto :¿Y si la máscara del yo fuera también otra máscara? Abrazos, Jaime

Anónimo dijo...

Gracias Julia por estos Retorno a El Escorial. Los estoy disfrutando muchísimo y confío en que continúes mostrándonos esos objetos que acompañaron la vida de otras generaciones. Un abrazo. Carmen Palomero

Anónimo dijo...

Me encanta tu inspirado texto

Emilio Porta dijo...

Es evidente que, entre asistir a un concierto y escuchar la música de Tchaikovsky o ver una obra teatral de Chejov y no digamos asistir a una representación del Bolshoi....y lo que nos quieren hacer tragar los "líderes" de la UE, con Macron a la cabeza, en la infame ceremonia de la inauguracion se los Juegos Olímpicos, que ni siguiera representan a todo el mundo y son los peores y más politizados de la Historia, hay una distancia insalvable. Soy una persona amante de la libertad pero odio el mal gusto, la falta de respeto y el adoctrinamiento.

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...

ADRIANA ZAPISEK Otra espléndida crónica. Y cuando dices de la máscara, a cual de éllas te refieres ? Esta del yo que recuperaste su dominio, contando en primera persona, me gusta, Con respecto al show de la inauguración, en verdad lo ví 5 minutos como mucho, xq me aburría. Jugar con lo sagrado me parece deleznable y horroroso !!! Bss

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...


maria jesus casado : Una delicia leerte,

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...

Pilar Rodriguez Laserna: Me ha encantado el artículo

Julia Saez Angulo y Dolores Gallardo dijo...


Julia Marina : Gracias por seguir contando historias de tu casa de El Escorial . Me uno a tu comentario de los J O. , pues siempre han existido toda clase de personas y no teníamos que estar hablando de ellos a todas horas .