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viernes, 15 de febrero de 2013




Gema Hernández Carralón, jefe de Museo de la Biblioteca Nacional de España



GHC-5.jpgGema H. Carralón


Julia Sáez-Angulo


Licenciada en Geografía e Historia (Sección Arte) por la Universidad Complutense de Madrid  (1989) y Magíster en Biblioteconomía por la misma universidad (1991), Gema Hernández Carralón ha trabajado en diferentes tipos de bibliotecas especializadas (Biblioteca del Congreso de los Diputados, Biblioteca del Museo de Ciencias Naturales, Biblioteca del Instituto Geográfico Nacional, Biblioteca del Instituto Cervantes de Nápoles, Biblioteca de la Universidad Carlos III, Área Empresa). En 2000 ingresa en el Cuerpo de Ayudantes de Bibliotecas, Archivos y Museos, con destino en la Biblioteca Nacional, y en 2003 en el de Facultativos de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, sección Bibliotecas. Desde 2004, desempeña la jefatura de Museo en la BNE habiendo coordinado y dirigido toda la fase de su última renovación.
Hernández Carralón es Secretaria de la Asociación Profesional de Museólogos de España (APME) y editora y miembro del consejo de redacción de la revista Museo desde 2007. Ha accedido a la siguiente entrevista:

¿Qué es el Museo que usted dirige en la Biblioteca Nacional de España?

El Museo de la BNE se concibió como un espacio expositivo desde el cual poner en valor y difundir las colecciones e historia de la Biblioteca. Por una parte, mediante una gran exposición permanente y por otra con una serie de exposiciones temporales de diferente tipo, desde las de la Sala de las Musas, a otras menores relacionadas con actividades como la pieza del mes, el Día de los Museos, la Semana de la Ciencia y otras convocatorias.

Además desarrollamos toda una oferta de programas públicos y educativos vinculados sea a la exposición permanente o a las temporales. En general, nuestra seña de identidad dentro de la Biblioteca es ser el único espacio accesible para todos los públicos: escolares, familias, lo que no significa que estudiantes universitarios y público adulto en general no puedan encontrar en estas salas una actividad o una exposición de su interés. Y esa es, a decir verdad, la mayor dificultad con la que lidiamos en nuestro día a día: es cierto que cada actividad tiene unos destinatarios predeterminados, pero la exposición ha de encontrar un discurso válido para todos los públicos. Y eso no es sencillo de hacer.

¿En qué se diferencia del anterior?

No nos gusta hablar de dos museos diferentes. Más bien de dos etapas diferentes y, coincidiendo con ellas, diferentes museografías y discursos expositivos. Esta fase es 'más humana' y más sostenible desde todos los puntos de vista. Apuesta más por la didáctica experimental y por las actividades en lugar de confiar tanto a la interactividad. Es tal vez, si se quiere, un montaje menos impactante de lo que era en su día el Museo Interactivo del Libro, menos ambicioso, más “sensato”, pero también por ello más dinámico y con mejor porvenir. El espacio de exposición en esta nueva etapa respecto de la anterior cede terreno, aproximadamente  la mitad de la superficie útil, a salas de proyecciones, talleres y conferencias que antes no existían.



Se exponen 30 millones de ejemplares
¿Cuáles son sus fondos más valiosos?

Esa siempre es una pregunta de difícil respuesta, pero, más aún en un caso como el nuestro, en que estamos exponiendo un fondo de casi 30 millones de ejemplares: los fondos de la Biblioteca Nacional. La mayoría de estos fondos son bibliográficos y, por su propia naturaleza, no pueden exponerse permanentemente y han de sustituirse periódicamente para evitar su deterioro.

Si nos ceñimos a las piezas de la exposición permanente, yo destacaría, por su singularidad, el arcón de instrumentos matemáticos de Carlos II.

Otra pieza muy emblemática es el modelo en yeso de la escultura de San Isidoro de José de Alcoverro, a propósito del cual hace un par de años ICOM y el Museo de Europa de Bruselas seleccionaron una contribución nuestra entre las de muchos otros museos europeos para figurar en su publicación Reflecting Europe in its museum objects.

También valdría la pena mencionar un completo taller madrileño de grabado calcográfico de partituras como el de Serapio de Santamaría cuyo utillaje (buriles, punzones, moldes, martillos, yunques, compases, etc.) se conserva completo.
Por último hay que decir que el Museo a día de hoy no tiene asignada una colección específica definida, como sí tienen los servicios de colecciones de la Biblioteca, aunque estamos trabajando en esa dirección junto con la Gerencia de la BNE.

¿Qué política de exposiciones tiene?

La política de exposiciones está netamente definida después de seis años en esta nueva etapa: fondo de la propia Biblioteca, yo diría que al 99,9 por ciento, y montajes sumamente ágiles y sencillos. Nuestra sala de temporales, la Sala de las Musas, ha sido calificada de “romántica”. Yo no sé si es romántica o no, lo que sí es cierto es que es pequeña y tiene una arquitectura muy fija, muy inamovible, por lo que se trata de muestras de proporciones reducidas en las que se prima el interés de piezas y contenidos sobre los montajes más o menos espectaculares basados en escenografías, etc. Ambas características: fondo propio y proporciones ajustadas nos inclinan con cierta frecuencia por temas de cultura española o de historia de la Bne, y muy a menudo por conmemoraciones del tipo de las que, siendo importantes, de otra forma pasarían sin pena ni gloria, pues las grandes salas, incluidas las de la propia Biblioteca, no les suelen dedicar sus espacios, consagradas y comprometidas como están con mucha antelación a las efemérides culturales más destacadas del momento. La idea es que el visitante, siguiendo un eje temático, conozca las colecciones de la Biblioteca en toda su variedad y riqueza e incentivarlo a repetir su visita con el reclamo de nuevas muestras.

Un 300 aniversario fructífero

¿Se ha notado en el museo el 300 aniversario de la B.N.E?

Sí, por supuesto. No sólo hemos tenido mayor afluencia de público y volumen de trabajo que otros años, sino que algunas de las actividades de 2012 han ayudado a reescribir la historia de la BNE, a contarla mejor. Me refiero, más concretamente a las exposiciones Las letras de la Ilustración: edición, imprenta y fundición de tipos en la Real Biblioteca en que Albert Corbeto compiló esa interesante historia, o a De pasadizo a palacio. Las casas de la Biblioteca Nacional para la cual Pedro Moleón aportó datos que dotan de un hilo conductor a la hasta entonces deslavazada historia de nuestras sedes. Otra actividad muy interesante para nosotros fue el Congreso Museos de Papel, coorganizado con la Asociación Profesional de Museólogos de España (APME) y con el Área de las Artes del Ayuntamiento de Madrid. Gracias a él durante tres días reunimos en torno a una mesa a representantes de algunos de los más importantes museos del libro la imprenta y el papel de Europa, la convocatoria más amplia de este tipo de los últimos años, según Maria Gregorio. Por último, el juego de la BibliOca, ilustrado y maquetado por la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid (APIM), con textos firmados por Daria G. Dandolo, en que se cuenta de modo diferente nuestra historia, quedará también como un simpático recuerdo de este centenario.

¿En qué supera la BNE a la de El Escorial o a la del Ateneo de Madrid, por ejemplo?
No tengo conocimiento de primera mano de esas bibliotecas. Ahora bien, hay que decir que pocas son las que resisten bien el parangón con una biblioteca nacional. Se trata de instituciones de muy diverso tipo, antigüedad, titularidad y proporciones con historias bien diferentes. Si nos fijamos tan sólo en las cifras, es difícil superar en nada a nuestra biblioteca nacional, una de las más importantes del mundo en el ámbito hispánico. Miento, por ejemplo, la Biblioteca de El Escorial, fundada por Felipe II supera en antigüedad a nuestra tricentenaria biblioteca, incluso, si la historia hubiera tomado otros rumbos, habría sido una buena candidata a convertirse en biblioteca nacional de España.

¿Cada cuánto se muestran la riqueza de dibujos y Grabados de la B N E?

Siempre. No hay una periodicidad preestablecida, el propio calendario de exposiciones o de conmemoraciones determina el tipo de material que vamos a exponer. Si el asunto de la exposición, como ocurre con bastante frecuencia, es un artista, una técnica o un determinado tema iconográfico primaremos lógicamente esas colecciones. Pero es cierto que, también en los demás casos muchas exposiciones incluyen esos materiales tan atractivos, especialmente en el contexto de nuestra cultura cada vez más visual.


¿Se guardan también fotografías?

No. El Museo no tiene esa función. Las fotografías se conservan en el Departamento de Bellas Artes. En el Museo en cambio presentamos en la sala III una evolución histórica de esta técnica, desde los daguerrotipos, a los papeles a la sal o la albúmina, pasando por el calotipo y el ambrotipo. Y, por supuesto, siempre que es conveniente para ilustrar alguna exposición temporal, incluimos fotografías. También año tras año organizamos desde el Museo un Premio de fotografía con motivo del Día Internacional de los Museos de ICOM, que ya va por su quinta convocatoria y cada año cuenta con más participantes y con más eco en Facebook.

¿Qué presupuesto anual hay para donaciones?

El Museo no gestiona un presupuesto propio de adquisiciones, sino que eleva sus solicitudes, bastante puntuales, al órgano competente de la BNE, que, normalmente, las ejecuta. De esta forma se han adquirido en los últimos años una serie de cajas de música gracias a las cuales han podido reproducirse las importantes colecciones de discos de cartón perforados, Aristón, que la Biblioteca poseía desde antiguo o se han incorporado otros discos y aparatos reproductores, como los Ariosa, Herophon, etc. que no constaban hasta entonces en las colecciones de la Biblioteca.

Por lo que respecta a los donativos, con cierta frecuencia atendemos las llamadas de talleres de imprenta, encuadernación, etc., algunos bastante antiguos, que, antes de echar el cierre definitivo y mandar su utillaje al chatarrero, prefieren darle una enésima y última oportunidad. Por desgracia y, llanamente, por un problema de espacio, no siempre podemos acoger este tipo de donación, normalmente voluminosa y pesada. Ahora bien, hacemos lo posible por redireccionarlo a otras instituciones en que el problema de espacio es menos acuciante.

Mejoras tecnológicas a la vista

¿Qué proyectos inmediatos tiene el museo?

Afortunadamente, proyectos no nos faltan. Los tenemos de todo tipo, a corto, medio y largo plazo.
Actualmente trabajamos en mejoras tecnológicas: desde el desarrollo, junto a la Unidad Informática de la BNE, de una aplicación para automatizar la gestión de las actividades y su reserva a través de la página web, a aplicaciones para dispositivos móviles que mejoren y amplíen la accesibilidad de los contenidos del Museo.

Otro de nuestros caballos de batalla ahora mismo, en estrecha colaboración con la Gerencia, es la catalogación y difusión del patrimonio artístico mueble de la Biblioteca: cuadros, esculturas, mobiliario. Ya en 2008 implantamos el sistema integrado de gestión y documentación museográfica DOMUS y actualmente trabajamos en procedimientos internos para coordinar estas labores con otras unidades de la Biblioteca. Y por supuesto, otro de nuestros grandes objetivos es la acción didáctica. Configurar una sólida estructura desde la cual sacar adelante programas didácticos propios y bien hilvanados.



miércoles, 30 de enero de 2013

Clara Janés: “El despertar de la Escritura Femenina en lengua castellana”




Sta. Teresa de Jesús


LMA

30.01.13.- Madrid .- La directora de la Biblioteca Nacional de España, Gloria Pérez-Salmerón ha inaugurado la exposición “El despertar de la Escritura Femenina en lengua castellana”, comisariada por la escritora Clara Janés. Estuvo presente en el acto la  Jefe de Servicio del Museo de la BNE Gema Hernández Carralón.

La comisaria recordó a los amigos que un día le pusieron sobre la pista del libro de Manuel Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, que obtuvo el Premio de la Biblioteca Nacional de 1898, y se publicó en dos tomos en 1903 y 1905.

Clara Janés ha escrito unos textos elocuente para el catálogo de la exposición, que permanecerá abierta hasta el mes de abril que dicen lo siguiente:

“Al contemplar las ediciones antiguas, verdaderos tesoros que custodia la BNE, constatamos el decir de Quevedo, que la imprenta libra a “las grandes almas que la muerte ausenta/ de injurias de los años vengadoras”. La imprenta ha permitido que lleguen hasta nosotros los escritos de hombres y mujeres, muchos de los cuales, de no ser por ella, se habrían perdido. Asomarse a esos tesoros es ir de sorpresa en sorpresa al comprobar que, en aquellos albores, cuando aún se estaba pasando no sólo de manuscrito a libro impreso, sino de latín a romance, las mujeres tenían un papel en la cultura y participaban en las manifestaciones sociales en las que ésta intervenía.  
Vemos por un lado florecer altamente la literatura en los conventos, tanto en la prosa (Teresa de Ávila), y la poesía (Sor María de la Antigua), como en el teatro (Sor Marcela de San Félix), pero también que las damas concurren a certámenes y suman sus escritos a libros colectivos realizados con motivo de un homenaje o una celebración. Vemos como la fama hace que, desde muy pronto, algunas de estas escritoras conozcan traducciones, réplicas e incluso usurpación perversa del nombre (Luisa Sigea); vemos que una mujer es depositaria y difusora de obras de los grandes doctos (Sor Ana de Jesús de San Juan de la Cruz y Fray Luís de León); que otra, sin querer tomar hábito, se hace misionera y su labor es reconocida en distintos países (Luisa de Carvajal); vemos a la que se dedica al teatro (Ana Caro); a la que, a pesar de su gloria, guarda celosamente su verdadera identidad (María de Zayas); a la que, interesada en la ciencia, descubre un elemento del cuerpo y lo comunica (Oliva Sabuco); a aquella que se hace famosa por sus traducciones (Isabel Rebeca Correa); a la aguda pensadora (Juliana Morella); a la ganadora de numerosos certámenes (Cristobalina Fernández de Alarcón); a la que, en tierras de ultramar, movida por el talento de Lope de Vega, le escribe una epístola en verso (Amarilis); y, en fin, a la que, también al otro lado del Atlántico, tiene su celda poblada de instrumentos científicos y libros de literatura y de pensamiento de todo tipo hasta que la inquisición la obliga a retractarse de sus ideas, renunciar a sus posesiones y declararse “la peor de todas” (Sor Juana Inés de la Cruz).
A los tesoros escritos –manuscritos e impresos-, se suman los retratos de época que se conservan en la Iconografía Hispana. Captar de una mirada los rostros y la interpretación del momento de estas escritoras es el complemento perfecto a la lectura de sus textos. Han pasado siglos, y comprobar hoy lo viva que sigue esta literatura, es motivo de una celebración, que incluye el hecho de que la BNE colabora activamente en liberar a estas obras –y con ellas a todo un mundo- de  “las injurias de los años”.


DEL LATÍN AL ROMANCE
"En el siglo XV, algunas escritoras vieron sus textos publicados. Unas habían renunciado al mundo, como es el caso de la abadesa Isabel de Villena, hija natural del Marqués de Villena, que recibió una esmerada educación y estuvo en contacto con los letrados de su época. Tomó el hábito en 1445, a la edad de 25 años, y empleó en sus textos el latín y el valenciano, siendo la única excepción en la muestra de una  escritura no castellana, dada su antigüedad e interés.
Florencia Pinar, que vivió en la segunda mitad del siglo XV, vio un de sus romances recogido por Hernando del Castillo en su Cancionero General ya de principios del XVI. A un momento algo posterior pertenece Luisa Sigea, nacida en Toledo alrededor de 1530, aunque muy joven se trasladó a Portugal. Docta en filosofía, oratoria y poesía, dominó el latín, griego, hebreo y caldeo. Entró al servicio de la Infanta Doña Margarita, hasta que en 1555 regresó a España, donde murió en 1560. Acaso su poema más famoso es el titulado “Sintra”, escrito en latín. Sigea fue víctima de la impostura literaria, pues Nicolas Chorier firmó con su nombre un libro de carácter erótico y flagrante mal gusto titulado La academia de las damas. En el siglo XVII, Paul Allut escribió a su vez una obra en defensa de la escritora, incluyendo poemas de ella y a ella dedicados".


SANTA TERESA DE JESÚS Y EL CARMELO
 "Teresa de Cepeda y Ahumada nace en Ávila en 1515, en 1536 entra como novicia en el monasterio de la Encarnación  de dicha ciudad y en 1562 funda el de San José, que será la primera piedra de la reforma del Carmelo. Muere en Alba de Tormes en 1582, tras dejar una inmensa obra dentro de la orden y en el campo literario. Su personalidad y fuerza creadora quedan demostradas no sólo en sus escritos, sino en el rigor y altura que supo infundir a las religiosas que estuvieron a su lado. Por este motivo, el Carmelo femenino se convirtió en un núcleo de inteligencias y caracteres incólumes que apoyaron sus principios. Al no ser bien visto su movimiento por la Inquisición, algunas de sus discípulas tuvieron que partir. Así encontramos a sor Ana de San Bartolomé, autora de alegres letrillas, en Bélgica, que figura como única mujer en un libro que recoge la vida y los retratos de los “varones” ilustres de dicho país. También acabó en Bruselas sor Ana de Jesús, destinataria del Cántico espiritual de San Juan de la Cruz y también de la traducción del Cantar de los Cantares, de Salomón, de Fray Luís de León. Ella se ocupó de que la obra de ambos se difundiera, a través de las copias llevadas a cabo por sus monjitas, y de la imprenta, empeño que se vio culminado poco después de su muerte.

De la importancia que tuvo Teresa de Ávila dan prueba las fiestas que se celebraron en toda España en el momento de su beatificación. En el libro Compendio de las solenes fiestas que en toda España se hicieron en la Beatificación de N.M.S.Teresa de Iesus (R/461) se recogieron los certámenes, monumentos y altares llevados a cabo en cuarenta y siete puntos de la península, incluidos “los desiertos”, es decir, las zonas esteparias del país.

El discurso inaugural del certamen poético de Madrid lo llevó a cabo Lope de Vega. De hecho todo el discurso es una alabanza de la mujer inteligente –referida, ante todo, a Teresa de Ávila-, y la alegría que da “de ver que una mujer pudiese tanto/ que haya dado en la iglesia militante/ descalza una carrera de gigante”. Certámenes de romances, glosas, y uno muy propio de la época, que llama particularmente la atención: el de emblemas y jeroglíficos, quedan registrados meticulosamente en la obra, y en ella aparecen numerosos nombres femeninos. Es de destacar que en Alba de Tormes, se levantó una enorme fuente asentada en una grada dividida en cuatro partes, de las que se alzaban cuatro pirámides representativas de los distintos continentes".

LA ILUMINACIÓN DIVINA Y LA CORTE
"No sólo en los conventos carmelitas se cultivaba el intelecto. El claustro equivalía a una carrera, una profesión, en la cual el estudio y la escritura tenían su lugar. Se tratara de temas de meditación o de celebraciones religiosas que comportaban el recitado de poemas o representaciones teatrales, todo ello pasaba al papel, generalmente al amparo de un confesor no siempre justo, pues a veces se apropiaba de lo escrito por su pupila y lo firmaba con su nombre.
Un caso interesante por lo ajustado de su escritura es el de Sor María de la Antigua (Cazalla de la Sierra, Sevilla,1566). A los 13 años, tomó el hábito en el monasterio de clarisas de Marchena. Murió en 1617. El padre Pedro Cecilio en su Crónica afirma que “dejó escritos más de 1.300 cuadernos de alta y sustancial doctrina, dictados por Dios.” Sólo abrir el libro de sus escritos, Desengaño de religiosos y de almas que tratan de la virtud (R/30969), y leer una de sus páginas, se detecta su altura intelectual.
Por otra parte, el Siglo de Oro, época en que las reinas, aunque atendidas por sirvientas arrodilladas, padecían la esclavitud de no poder estar solas ni de día ni de noche, algunas damas gozaban de cierta independencia en la decisión de sus vidas, como Luisa de Carvajal, que ni se casó ni tomó hábito, pero decidió entregarse a la labor misionera y partir a Inglaterra para asistir a los católicos procesados, o Cristobalina Fernández de Alarcón.  
Por libros en honor a personalidades como el infante Baltasar Carlos, elogios de santos o fiestas conmemorativas, nos queda constancia de la actividad poética de las mujeres en este período. Así, en el Compendio de las fiestas que ha celebrado la imperial ciudad de Çaragoça por auer promouido la Magestad Catholica del Rey...Filipo Tercero...al Señor don Fray Luys Aliaga...en oficio y cargo de Inquisidor General de España...(R/2648), de 1619, o en la antología recogida por Pedro de Espinosa, Flores de poetas ilustres de España (U/3313), de 1605, aparecen, entre otras, Aldonza de Aragón y Gurrea, Susana Vengoechea, Luísa de  Aguilera, Hipólita de Narváez o Cristobalina Fernández de Alarcón.
De todas estas poetisas, la que gozó de mayor fama fue esta última. Nacida en Antequera en 1576, estudió latín y se casó con un mercader, del que enviudó, contrayendo segundas nupcias con un estudiante. Brillante mujer de mundo, ganadora de numerosas justas poéticas, despertó la pasión del compilador de la antología Flores de poetas ilustres de España, Pedro de Espinosa, que, por su causa, acabó retirándose a una ermita".

DOS ESTRELLAS 
María de Zayas

"Dos escritoras destacan por la importancia de su obra y su resonancia: una novelista, María de Zayas, y la otra fundamentalmente poeta, Sor Juana Inés de la Cruz; ambas defensoras del derecho de la mujer a la educación.
De María de Zayas y Sotomayor (1590-1661?), madrileña que residió en Zaragoza, se sabe muy poco, hasta el punto de que se llegó a insinuar que bajo este apelativo se escondía un hombre. No parece que esto dificultara su carrera literaria: sus Novelas amorosas y ejemplares, conocidas como “el Decamerón español”, fueron objeto de catorce ediciones a lo largo del siglo XVII y del siguiente. En el prólogo a la edición de 1637 de dicha obra, expresa con cierta ironía su preocupación ante el posible menosprecio de sus escritos por deberse a una pluma femenina: “Quien duda, lector mío, que te causará admiración que una mujer tenga despejo no sólo para escribir un libro, sino para darle a la estampa”. Ese tono no se abandona. En La inocencia castigada leemos: “Por qué, vanos legisladores del mundo [...] vais enflaqueciendo nuestras fuerzas con temores de la honra, y el entendimiento con el recato de la vergüenza, dándonos por espadas ruecas y por libros almohadillas.” “Las almas ni son hombres ni mujeres”, dirá en otra ocasión.
Sor Juana Inés de la Cruz, nacida en San Miguel de Nepantla, Méjico, en 1651, fue precoz en sus dones intelectuales: a los tres años aprendió a leer y escribir siguiendo, a escondidas, las lecciones de su hermana mayor. Pronto descubrió la biblioteca de su abuelo y leyó los clásicos. Su ansia de saber le hizo concebir la idea de disfrazarse de hombre para ir a la universidad, pero la enviaron a vivir a la ciudad de Méjico con unos tíos que la introdujeron en la corte, y fue dama de la virreina, la marquesa de Mancera. Escribía poemas y deslumbraba con su gran inteligencia. Reacia al matrimonio, entró en el convento de las Jerónimas, pero siguió llevando una brillante vida intelectual. Defendió el derecho de sus congéneres a estudiar y a escribir, y se defendió a sí misma de los ataques recibidos, mediante varias cartas, entre ellas, la Carta Atenagórica, la Respuesta a Sor Filotea y la Carta de Serafina (seudónimo que utilizó en los oscuros tiempos de su vida). 
En el poema Sueño, siguiendo a Cicerón, presenta al alma cruzando de noche el universo en pos del sentido de toda la creación. Por sus amplios intereses intelectuales, poseía instrumentos musicales, mecánicos y científicos, que, sin duda, manejaba. Tras la escritura de la Carta Atenagórica, fue considerada poco devota por las jerarquías eclesiásticas y en sus últimos años (murió en 1695) fue objeto de un juicio y acabó por abjurar y declararse “la peor de todas”, viéndose obligada a abandonar la vida pública y a no editar sus escritos".

Biblioteca Nacional


RARAS AVES

"Hay voces femeninas de las que nos ha llegado muy poco eco y sin embargo tuvieron su peso en el horizonte literario, así la de la escritora Isabel Rebeca Correa, sefardí afincada en Amsterdam, de la que se han perdido todos sus poemas, excepto una composición de circunstancias, y queda sólo su traducción -muy conocida en sus días- de Il pastor Fido, de Guarini.
Entre las autoras teatrales, destaca Ana Caro, muy reputada en su momento, el siglo XVII. Recibió numerosos encargos literarios por parte de la nobleza sevillana y madrileña, escribió teatro de éxito y obtuvo numerosos galardones.
En el campo de la ciencia, es extraordinario el caso de Oliva Sabuco. A ella se debe el descubrimiento del jugo cerebral al que dio el nombre de “quilo”, descubrimiento que los médicos ingleses, por la relación de Felipe II con la isla, conocieron y adoptaron sin mencionar su nombre. Oliva recogió su saber en un libro titulado Nueva filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos. Dedicó la obra al rey y fue publicada en 1587.  Ante su éxito, su padre quiso apoderarse de su autoría y reeditarlo en Portugal bajo su nombre, pero fue en vano, dado que el permiso otorgado por Felipe II era exclusivo para su hija.
Oliva Sabuco mereció sin duda los apelativos que le dieron sus contemporáneos: “honor de España” y “Musa décima”, otorgado éste por Lope de Vega en el auto sacramental El hijo pródigo.
Lope de Vega, atento como pocos a los acontecimientos culturales, rinde en sus obras homenaje a numerosas escritoras. Sólo en el Laurel de Apolo aparecen desde Safo y Pola Argentaria, mujer de Lucano, a Cristobalina Fernández de Alarcón, Juliana Morell, insigne maestra, Bernarda de Ferreira, que se expresaba tanto en portugués como en castellano, Santa Teresa de Jesús, Ana Zuazo, poetisa madrileña, María de Zayas, Amarilis, seudónimo de una escritora peruana, o las italianas: Vittoria Colonna y Laura Terecina".