martes, 5 de enero de 2010

Álvaro Torroba, metamorfosis plástica y espíritu de la materia en el Arte

obra de A. Torroba


Julia Sáez-Angulo

Álvaro Torroba pertenece a la saga de arquitectos que indagan la creatividad plástica en la pintura, el relieve y la escultura o -más exactamente en su caso- en una sabia conjunción de técnica mixta. El artista ha expuesto recientemente en Madrid y en el Centro Cultural de Guadarrama.

Después de su paso en los 80 por cierto expresionismo de alusiones figurativas con disecciones del cuerpo humano, en cierta línea o tradición de Millares –algunos críticos citaban o mencionaban las reses abiertas en canal de Rembrandt o de Naim Soutine-, Álvaro Torroba (Málaga, 1950) derivó a un constructivismo más ordenado en la geometría. Una depuración acertada de formas.

Con maderas, chapas, textiles, arpilleras, cuerdas o hilos, el artista va elaborando sus obras de manera limpia y ordenada como si quisiera armonizar el caos del despojo y lo povera en una reconstrucción estética a la vez que ética. Una velada llamada, frente el despilfarro consumista- del posible reciclado en el arte.

Sus piezas aparecen ante el espectador como una metamorfosis sutil y refinada de lo aparentemente tosco y desechado por otros. Sólo la mano del creador –parece decirnos Torroba- es capaz de insuflar el hálito de vida a la materia, de devolver es espíritu a la naturaleza caída en el menosprecio. Una poética humilde y solemne al mismo tiempo.


Del objeto encontrado a la manipulación sabia

Amor frente al desdén del rechazo. Recreación ante los pecios del naufragio en una sociedad que tira sin mirar con delectación la materia como hace el artista salvador de la misma. Una tarea sotérica ante los materiales aparcados. El artista sabe recuperarlos y llevarlos con sus manos a una nueva existencia, a una vida trascendente y luminosa.

Álvaro Torroba se alinea de esta forma en la serie de artistas que han tomado el objet trouvé como punto de partida, como el sabio pobre de la fábula que recogía las hierbas que otro arrojó. Viene a la memoria el magisterio de Tápies, aunque sean muy distintos los presupuestos de partida, tanto en el pensamiento como en la ejecución. Washington Barcala, Gerardo Rueda o Amy Albers también estarían cerca en lo que a utilización de algunos materiales se refiere.

Los cuadros o relieves de Torroba están lejos del constructivismo de borde duro, inmaculado, impecable y al uso entre los constructivistas habituales. Su constructivismo trasciende más allá porque tiene alma sin que falte el humus. El despojo casi franciscano llevado a las alturas del espíritu.

La belleza y exquisitez del arte de Álvaro Torroba se aprecia en esas composiciones que, en su mayoría, denomina “Sin título”, como si no quisiera que nada, que ningún concepto o mención distrajeran de la propia génesis de la obra. Primero fue la creación y luego la kábala puso los nombres.

Asombra ver composiciones hermosas y silentes hechas a base de maderas –diversas tablillas rectangulares de pequeño tamaño en su cromatismo original- atravesadas finalmente por una chapa de hierro que subraya la proporción áurea de la composición.

Tramas y urdimbres de textiles y chapas

Otras veces son tramas, urdimbres, mallas o retículas de textiles o chapas metálicas a las que lleva a formar una especie de cruz a base de una caja oxidada, deshecha y aplastada.

Con tiras de lienzo pintado es capaz de urdir o recomponer, en la geometría la belleza olvidada y perdida o que quizás nunca tuvo. Surge así un cuadro en el que la pintura toma nuevo significado, más acorde con la tradición y el lenguaje de las vanguardias del XX. Una nueva epifanía de significados.

Álvaro Torroba tiene la inteligencia del arquitecto y las manos prodigiosas del buen artesano, para elaborar sus piezas artísticas presentadas siempre de manera elegante y exquisita. Nulla aethica sine aestetica


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