Pablo Carnero
Caja de Ávila
Enero 2010
Ávila
Julia Sáez-Angulo
09.01.10.- Madrid.- El pintor Pablo Carnero (Zamora, 1972) residente en Madrid expone actualmente sus últimas pinturas y dibujos en la sala de exposiciones de Caja Ávila en Ávila durante el mes de enero. Posteriormente la muestrá será itinerante por diferentes ciudades españolas. La pasada temporada, el artista expuso su obra en Madrid y Ciudad Real.
Para los que conocemos y seguimos de cerca la trayectoria artística de Pablo Carnero nos hemos quedado asombrados ante esta última etapa de su trabajo. Fiel a su estilo pictórico figurativo realista, el autor ha dado una vuelta de tuerca y nos ofrece ahora unas imágenes más absortas o ensimismadas, como si se plegaran al mundo más íntimo y cerrado del pintor.
El artista -que siempre ha gustado de pintar su alrededor, porque necesita plasmar lo que ve en un juego inmediato, casi simultáneo, de ojo/mano/pincel, de retina y modelo-, nos muestra en esta ocasión los muros de su casa y de su jardín, los interiores solitarios de sus espacios domésticos o la ornamentación de unas rosas sencillas. El resultado es distante, misterioso, algo extraño y esencialmente poético.
Pablo Carnero pinta su casa en soledad, vacía de los personajes que la habitan, cuando el silencio parece imponerse con un raro eco que se plasma en los cuadros. La pintura realista se tiñe así de visión metáfisica y conlleva acentos al estilo del maestro norteamericano Edward Hopper.
Retratos y Autorretrato
Algo similar cabe decir del retrato de su esposa Marimar o de su Autorretrato, donde las figuras aparecen solitarias y congeladas en el espacio, como si el pintor buscara un alejamiento del tema que las hace trascender a una atmósfera vagamente irreal. La sombra del pintor Balthus se cierne sobre estas figuras inmersas en un silencio de hieráticos dioses lares.
La realidad no existe, son arenas movedizas, sostienen algunos filósofos de la inconsistencia. Pablo Carnero parece intuir la frágil composición de la materia de las cosas y les da la consistencia del arte frente al tiempo que destruye y devora las situaciones y las cosas. Así los retratos de unos personajes, los muros de una casa nueva o las flores -que él pinta con sabiduría especial- cobran un sabor de eternidad hermosa, de belleza impostada en la apariencia de la representación del cuadro. Un espacio real y metafísico al mismo tiempo.
El artista se detiene en lugares titulados: “Rincón del dormitorio”, “Rincón del estudio” o “Portero automático” y los aleja con una frialdad elegante, al tiempo que los plasma en el cuadro como un notario fiel a la mirada. Mención especial merece la obra titulada “Jardín de noche”, donde la geometría y la luz se dan la mano en un nocturno magistral.
Ars longa, vita brevis, decían los clásicos latinos. El arte es largo y la vida es corta. Cada cuadro viene a ser un verso del pintor y todos juntos establecen el gran poema de su pintura, de su obra artística. Una pintura que acoge la esencia de las cosas.
El óleo, sobre lienzo o tabla en la pintura, y el grafito, en los dibujos sobre papel, son los materiales básicos utilizados por Pablo Carnero, capaz de transmutarlos con destreza en la alquimia renovada del Arte, a través del tiempo.
Para los que conocemos y seguimos de cerca la trayectoria artística de Pablo Carnero nos hemos quedado asombrados ante esta última etapa de su trabajo. Fiel a su estilo pictórico figurativo realista, el autor ha dado una vuelta de tuerca y nos ofrece ahora unas imágenes más absortas o ensimismadas, como si se plegaran al mundo más íntimo y cerrado del pintor.
El artista -que siempre ha gustado de pintar su alrededor, porque necesita plasmar lo que ve en un juego inmediato, casi simultáneo, de ojo/mano/pincel, de retina y modelo-, nos muestra en esta ocasión los muros de su casa y de su jardín, los interiores solitarios de sus espacios domésticos o la ornamentación de unas rosas sencillas. El resultado es distante, misterioso, algo extraño y esencialmente poético.
Pablo Carnero pinta su casa en soledad, vacía de los personajes que la habitan, cuando el silencio parece imponerse con un raro eco que se plasma en los cuadros. La pintura realista se tiñe así de visión metáfisica y conlleva acentos al estilo del maestro norteamericano Edward Hopper.
Retratos y Autorretrato
Algo similar cabe decir del retrato de su esposa Marimar o de su Autorretrato, donde las figuras aparecen solitarias y congeladas en el espacio, como si el pintor buscara un alejamiento del tema que las hace trascender a una atmósfera vagamente irreal. La sombra del pintor Balthus se cierne sobre estas figuras inmersas en un silencio de hieráticos dioses lares.
La realidad no existe, son arenas movedizas, sostienen algunos filósofos de la inconsistencia. Pablo Carnero parece intuir la frágil composición de la materia de las cosas y les da la consistencia del arte frente al tiempo que destruye y devora las situaciones y las cosas. Así los retratos de unos personajes, los muros de una casa nueva o las flores -que él pinta con sabiduría especial- cobran un sabor de eternidad hermosa, de belleza impostada en la apariencia de la representación del cuadro. Un espacio real y metafísico al mismo tiempo.
El artista se detiene en lugares titulados: “Rincón del dormitorio”, “Rincón del estudio” o “Portero automático” y los aleja con una frialdad elegante, al tiempo que los plasma en el cuadro como un notario fiel a la mirada. Mención especial merece la obra titulada “Jardín de noche”, donde la geometría y la luz se dan la mano en un nocturno magistral.
Ars longa, vita brevis, decían los clásicos latinos. El arte es largo y la vida es corta. Cada cuadro viene a ser un verso del pintor y todos juntos establecen el gran poema de su pintura, de su obra artística. Una pintura que acoge la esencia de las cosas.
El óleo, sobre lienzo o tabla en la pintura, y el grafito, en los dibujos sobre papel, son los materiales básicos utilizados por Pablo Carnero, capaz de transmutarlos con destreza en la alquimia renovada del Arte, a través del tiempo.
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