Julia Sáez-Angulo
La conservadora de museos Letizia Arbeteta, experta máxima en joyas, ha impartido una conferencia en la Escuela de Minas de Madrid, dentro de un ciclo establecido sobre gemas. Joyas Reales fue el tema explicado por la experta, hoy conservadora del Museo de América.
Partiendo de un grabado sobre Constantino en el que se aprecian los atributos del poder y del Imperio en la corona, el cetro y la esfera del mundo, Arbeteta explicó del significado de cada uno de ellos: el poder, el mando militar y el orbe del universo. Reyes, príncipes y emperadores eran intermediarios entre Dios y su pueblo y habrían de simbolizar en ellos mismos las virtudes.
La primera diadema habría de ampliar su altura hasta devenir en aros cilindricos más o menos pesados de diferentes metales. Seguidamente hizo una rica exhibición teórica y visual de la tipología de coronas reinantes en Europa fundamentalmente, a través de pinturas, grabados, dibujos y ejemplares de las mismas en diversos museos o catedrales.
De España destacó las coronas del tesoro visigodo de Guarrazar, en parte custodiado en el Museo de Arqueología Nacional en Madrid, con aro cilíndrico de cierta altura y subrayó la importancia en Europa de la famosa corona férrea, hoy custodiada en la catedral de Monza, con la que se coronaron diversos reyes y emperadores desde Carlomagno a Napoleón. La corona de placas engoznadas es una constante tanto para la realeza como para las Vírgenes coronadas. La corona de Sacro Imperio Germánico fue otra de las más celebres en Europa.
Los aros de las coronas van ganando progresivamente en ornamentación con pedrerías, florones o elementos genealógicos, así como ampliándose en tiaras o aligerándose en líneas metálicas, algunas para lucirse encima de los yelmos guerreros. El ejemplar de Martín el Humano se presentó en una ilustración como corona-yelmo. No hay que olvidar que los grandes acudían a la guerra ataviados con sus mejores galas, entre otras razones porque si caían prisioneros, se podía pedir un elevado rescate por ellos.
La conferenciante habló de las distintas coronas utilizadas por la realeza en España en principio hasta el siglo XIX, de acuerdo con los distintos testimonios escritos y visuales, entre ellas las fotografiadas por Laurent, como la corona de San Fernando con el águila bicéfala, probablemente venida de Beatriz de Suabia, descendiente de los Hohenstauffen, que es corona nupcial, por cuanto de los pico de las águilas cuelgan un anillo de esponsales. Estuvo guardada en el tesoro de los Reyes en la catedral de Sevilla.
Un cuadro sobre el rey Alfonso el Casto muestra un ejemplar entre corona y tiara.Las coronas de don Alfonso y su esposa Leonor están sobre los colores, rojo, que simboliza la caridad y el azul, la Jerusalén celestial.
Piedras reutilizadas venidas de Roma
Muchas de las piedras, venidas en su mayoría de oriente, eran romanas horadadas y por tanto reutilizadas. Arbeteta habló tambén de la posible cruz juradera que apareció en la tumba del hijo natural de Fernando el Católico, y el collar con el denominado rubí de Salomón en el centro, que perteneció a la Corona de Aragón, piedra denominada también “codol magno”, probablemente un gran cabujón pulido. Tanto Fernando como Isabel lucieron igualmente grandes collares de hombros, y esta joya protegió al rey en el atentado de Barcelona. También mostró las joyas en las vestiduras cortesana.
El sello o anillo era también una joya real habitual y se subrayó el que se unía al nudo gordiano. El joyel de Santiago, que luce Isabel la Católica en los cuadros, se componía de una cruz y una venera. La Corona rica de Isabel I de Castilla se describe minuciosamente en los inventarios reales y resulta parecida a otra rica corona que se encontró en Polonia.
Los retratos de Isabel II la muestran con la corona tumular de Isabel de Farnesio y un cetro. Arbeteta relacionó también la tipología de la corona de Carlos II el Hechizado, según su retrato como gran maestre de la orden del Toison de Oro y la célebre de la Virgen del Sagrario de Toledo, robada o desaparecida.
El joyel con el “diamante del estanque” y la denominada “perla peregrina” o peregrina, visible en varios retratos de reinas españolas, mereció igualmente comentario de la conservadora y recordó que la Peregrina original estaba perforada por un pernio de oro, por tanto no debe confundirse con otras perlas periformes que han lucido tanto la reina Victoria Eugenia como la actriz Liz Taylor.
Lo más probable es que existieran varias perlas de buen tamaño en circulación. Por último habló del collar de chatones de diamantes y el de esmeraldas que luce la reina Victoria, que pertenecieron en su día a Isabel II, que fueron más tarde lucidas por la emperatriz Farah Diva, la última esposa del Sha de Persia.
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