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"De la desesperación religiosa moderna”
Miguel de Unamuno
Edición y traducción de Sandro Borzoni
Editorial Trotta; Madrid, 2011 (133 pags)
Julia Sáez-Angulo
La obra de nuestro filósofo y catedrático de griego de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno (1864 -1936) no cesa de leerse. Escritor existencialista, en la línea de Kierkegarrd, fundador de la escuela filosófica, dejó libros en su haber de gran tensión psicológica existencial, que mucho tenían que ver con su propia trayectoria de vida y creencias. “De la desesperación religiosa moderna” es uno de ellos y lo acaba de reditar Trotta.
La eternidad, la inmortalidad, la fe como capacidad de sostener la duda, que diría Gustave Thibon, el filósofo campesino francés, más amable y llevadero, ha sido una constante en Unamuno, un hombre que sintió la vocación religiosa pero no siguió el camino según él mismo ha contado. Quizás este hecho pesó en su vida.
Los escritos que se reúnen en el libro “plantean al lector las cuestiones religiosas que desde antaño despertaron inquietud en el ánimo de Unamuno: la inmortalidad del alma, la esencia del catolicismo, las relaciones entre ética y ciencia, el enigma de la naturaleza humana y divina de Cristo. Todos ellos son absolutamente inéditos en España, con la única excepción de “Inteligencia y bondad”, que apareció en Madrid en 1907, y que desde entonces no se había vuelto a publicar”, dice Sandro Borzoni en la nota introductoria al libro.
Tres ensayos recuperados
Los tres ensayos recuperados son: “De la desesperación religiosa moderna”, “Inteligencia y bondad” y “Jesús o Cristo”. Completan los tres ensayos el epistolario de Miguel de Unamuno y Giovanni Boine, un joven escritor que participó en la aventura editorial de “Il Rinnnovamento” y la respuesta a un cuestionario sobre temática religiosa que Unamuno envió en francés a la revista “Coenobium” a finales de 1911.
“El modernismo religioso es un movimiento que nació entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, en el seno de la Iglesia católica, al cual se adhirieron laicos y sacerdotes que no pretendían un cisma o reforma, sino un regreso a una religiosidad más sencilla y más cercana al sentimiento de los fieles, y una enculturación con las nuevas corrientes científicas que evitasen estériles y polémicos enfrentamientos entre fe y razón típicos de los siglos XVI y XVII”, explica Unamuno.
Lo cierto es que hubo excesos y aberraciones en el modernismo que mereció la condena de la Santa Sede. Con el paso del tiempo la propia ciencia se hizo más humilde en sus planteamientos, no siempre definitivos. Para Benedicto XVI, gran teólogo, el tema de la fe y la razón es motivo de sus escritos y audiencias, con gran inteligencia y tino.
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