Letizia,
princesa de Asturias, no acaba de encontrar su propio estilo
Julia
Sáez-Angulo
Letizia Ortiz, princesa de Asturias (Oviedo, 1972), no acaba de encontrar
su propio estilo en su look. No viste ni peina mal,
pero tampoco bien. No logra un estilo que la favorezca o defina y, mucho menos, que le de
relevancia. Se dice que un cargo hay que vestirlo y Letizia no acaba de
lograrlo a satisfacción.
Cierto que ella le dedica esfuerzo y cuidados a mejorar su
aspecto físico, desde operaciones de estética para restar su barbilla
prominente, que con el tiempo le hubiera hecho parecer un poco “brujita” a la
nariz o viceversa. Todo el mundo es libre de hacerse operaciones de estética,
pero parece que la princesa de Asturias se hubiera tomado el cargo como un oficio
cinematográfico. Su perfeccionismo en este campo puede tener efecto boumerang. Una cosa es que saque el mejor partido de su apariencia y, otra, que se preocupe en exceso por su cuerpo.
Letizia es una mujer muy delgada, excesivamente delgada,
hasta el punto de que muchos la creen anoréxica, por más que en algún momento
haya habido desmentidos de la Casa Real en este aspecto. Sus hombros tan
sumamente descarnados han aparecido patéticos en algunas fotos –sin el paso del
phostoshop--, como de personaje en campo de concentración. Debe descartar por
sistema los vestidos entrados de manga y acudir a la manga corta o larga para
tapar sus huesudos omoplato y clavícula. Unos kilos de mas no le estorbarían y aportaría mejor imagen a su representación.
Letizia
sobrepasa los cuarenta años y ya no es una jovencita, por tanto ese abuso que
hace de los vestidos minifalderos no dice nada en su favor sino más bien en
contra. El largo por encima de la rodilla sería el suyo y sobre todo el del
cargo que representa; las cortifaldas debe desecharlas porque le dan un aire de
“quiero-ser-jovencita” que no proceden.
Tampoco le va el hecho de remangarse las rebecas que lleva en ocasiones, como si fuera a lavar los platos; que lleve manga francesa o traje de paño que no admite el remango menestral.
Tampoco le va el hecho de remangarse las rebecas que lleva en ocasiones, como si fuera a lavar los platos; que lleve manga francesa o traje de paño que no admite el remango menestral.
El
pelo, su melena, es el mayor desastre. Llevar una melena tan larga no va con su
edad, estilo ni cargo. La media melena es lo elegante y evita esa visión de
cabeza grande que le da tanto pelo, en comparación a la talla escurrida de su
cuerpo.
No debe llevar la tiara o diadema con melena, queda inadecuado y vulgar. La gala requiere el pelo recogido, más elegante y le queda mejor; entonces sí cabe lucir una tiara sobre su cabello.
Felizmente dejó de usar los zapatos grandes y mazacotes de la moda puntual o las grandes plataformas. Una plataforma pequeña es lo más adecuado para ella.
No debe llevar la tiara o diadema con melena, queda inadecuado y vulgar. La gala requiere el pelo recogido, más elegante y le queda mejor; entonces sí cabe lucir una tiara sobre su cabello.
Felizmente dejó de usar los zapatos grandes y mazacotes de la moda puntual o las grandes plataformas. Una plataforma pequeña es lo más adecuado para ella.
Quizás
debiera cambiar de modisto con más frecuencia o directamente cambiar. Hasta
ahora no han sabido “esculpirla”. Le
conviene recordar lo que le dijo Oleg Cassini –modisto que insufló glamour-- a
Jackie Kennedy: “Usted no debe vestir a la moda, usted debe dictar la moda”.
Letizia está a años luz e esa máxima. Cassini supo diseñar un look para la
primera dama de los Estados Unidos. La que pudiera ser en el futuro primera
dama de España está por crear su estilo, todavía indefinido. Le sobra cortifaldeo, faldas al aire que le hacen mostrar su ropa interior o visiones sexy que en su caso no han lugar.
A veces una cree que quizás Letizia no se deja aconsejar, si así fuera, sería una pena. Ella representa no sólo a ella.
A veces una cree que quizás Letizia no se deja aconsejar, si así fuera, sería una pena. Ella representa no sólo a ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario