M. Dolores Gallardo López
28.11.12 .- Tortosa .- El hecho de que el río Ebro haya sido
durante siglos la entrada natural desde el Mediterráneo al interior de la Península convirtió desde tiempos lejanos
a Tortosa -actual
capital de la región del Baix Ebre (Tarragona)- en ciudad de paso y de encuentro de gentes y culturas diversas. Conviene recordar que el río Ebro (flumen Hiberus en latín) es el que da nombre a
la Península Ibérica.
Desde la antigüedad la privilegiada situación de
Tortosa -ubicada a orillas del río Ebro, cerca de su desembocadura en el mar- condicionó su devenir histórico.
Las tierras de la desembocadura del Ebro pertenecían al territorio de Tortosa: hasta no hace mucho
en los libros escolares se leía que el río Ebro desembocaba en Tortosa;
ahora escriben que desemboca en Deltebre. Los territorios de la desembocadura se han segregado
y se han constituido en municipio aparte. Así pues Tortosa, además de puerto
fluvial, tuvo puerto marítimo.
1. LA DERTOSA ROMANA
Hacia el VII a.C. se asentaron en la zona
pueblos íberos que, en el curso
final del Ebro, fueron denominados Ilercavones.
Fuentes históricas romanas (T. Livio)
mencionan una ciudad de los íberos denominada Hibera o Ilerca,
que debió estar ubicada en una de las colinas que ocupa la actual
Tortosa: algunos consideran que
podría ser la que actualmente ocupa el
Parador Nacional, llamado Castillo de la Zuda. Sin embargo la
arqueología no ha podido aportar pruebas definitivas.
La victoria de los romanos en el
218 a.C. y su asentamiento en la zona
impidió que el cartaginés Anibal, cuando estaba en Italia, pudiera recibir los refuerzos que le
eran necesarios. El asentamiento militar romano se hizo en la zona baja de una
colina (posiblemente la mencionada más arriba) y en la estrecha llanura que la
rodeaba.
Como tantas veces, el asentamiento militar
acabó convertido en la ciudad: la romana
de Dertosa (su nombre completo fue Hiberia
Julia Ilercavonia Dertosa). El
Ebro favoreció su crecimiento y desarrollo. La nueva ciudad, por su ubicación controlaba, la entrada fluvial al interior de la Península y se convirtió en importante puerto militar y
comercial.
2. TURTUXA O
TURTUSHA, CIUDAD DE AL-ANDALUS
Después de romana
Tortosa fue visigótica y esa ciudad visigótica,
que conocemos poco, cayó en manos sarracenas entre los años 713-718. Una
vez más el dominio de la desembocadura
del Ebro facilitó a los nuevos dueños el control de las comunicaciones hacia las
tierras del norte y del interior de la Península. Durante el califato de
Córdoba Turtuxa, ciudad fronteriza, fue
un importante centro neurálgico.
Durante
los siglos XI y XII el curso inferior del río Ebro sirvió de frontera entre cristianos y musulmanes: al norte del
río se encontraban los condados cristianos, al sur de la ribera derecha
comenzaba el dominio musulmán andalusí.
Por la importancia
estratégica que la Turtuxa musulmana tenía se construyeron una fortaleza y
también atarazanas para armar y reparar
naves musulmanas.
Las
atarazanas estaban en
el extremo norte de la ciudad, el
recinto estaba amurallado y defendido por 17 torres. La proximidad de la desembocadura del Ebro y
la posibilidad de abastecerse con la madera procedente del cercano macizo
de Els Ports favoreció la actividad de
las atarazanas.
La lápida fundacional de
las atarazanas, realizada por el escultor
Abd allah b. Kulayad, se conserva; hoy
está ubicada en la exposición permanente
del Museo de la Catedral, en la llamada Sala
del Prior, dedicada a epigrafía.
Cuando los cristianos conquistaran la ciudad
el espacio de las atarazanas fue cedido
a los judíos y, por tanto, se
convirtió en la judería.
La fortaleza o alcazaba (actual castillo de la Zuda, reconvertido en Parador
de Turismo) se construyó en el siglo X,
en época de Abd al- Rahman III (primer
califa omeya independiente de Córdoba). Fue residencia de los gobernadores
militares o caids de la taifa de
Turtuxa.
La
fortaleza también sirvió de prisión. El poeta al -Gaziri, que estuvo
preso allí en tiempos de al -Mansur o Almanzor (caudillo andalusí de la época
del califa Hisham II y muerto en 1002), se refería a ella con estas palabras:
En
la cima de una descarnada altura, donde/
nadie puede esperar encontrar un asilo
confortable. / Los cuervos que graznan se posan sobre su cima, / y en ella se
pueden oír soplar todos los vientos ./ Aquellos que han hecho su ascensión una
/ vez en su vida se quejan a menudo/ de haber sentido desfallecer el corazón.
Con la ocupación cristiana la alcazaba
sirvió también como cárcel, sin embargo desde la época del rey Jaime I el Conquistador
fue reacondicionada y utilizada como
residencia real.
A partir del siglo XV sufrió grandes modificaciones para adecuarla a los requerimientos de defensa de los tiempos.
En la guerra civil del pasado siglo XX (1936-1939) toda Tortosa, epicentro de
la terrible Batalla del Ebro, sufrió
horriblemente y el castillo de la Zuda
sufrió una gran destrucción. Restaurado,
fue reconvertido en Parador Nacional de Turismo.
En la actualidad del período islámico aún se
conservan la base del castillo y el trazado de las murallas.
La mezquita.
En el siglo X en la medina se construyó una mezquita mayor que geógrafo y cronista al -Himyari describió
como un edificio de cinco naves y un atrio. Naturalmente tras la conquista
cristiana la mezquita se convirtió en templo cristiano hasta la construcción de
una catedral románica (hoy también inexistente).
Turtuxa o
Turtusha fue capital de un importante
reino taifa, incluso acuñó
moneda propia.
Plaza en la Judería junto a la torre Celio y la muralla
3. LOS JUDIOS EN TORTOSA
La presencia
de los judíos en Tortosa es antigua y está atestiguada desde el siglo
VI d.C. De esa época se encontró una
lápida con el texto inscrito en
latín, griego y hebreo. Pertenece a la sepultura de una joven judía llamada María. Se
halló incrustada en una pared de una casa de la calle de Santa Anna. Actualmente tan precioso testimonio
está depositado en la llamada Sala del
Prior, de la Catedral de Tortosa, dedicada a epigrafía, como más arriba hemos
dicho.
Los judíos
vivían en aljamas regidas por un consejo de ancianos. Con la llegada de los
musulmanes las comunidades judías hispanas, a cambio de pagar tributo, disfrutaron de prosperidad y cierta
permisividad en culto. Por ello se produjo un aumento de la población judía y los
estudios talmúdicos tomaron impulso. Lo
propio sucedió en Tortosa, convertida en un lugar importante por su floreciente
comercio y por su posición fronteriza entre los
territorios cristianos y los musulmanes.
Sin embargo el primer dato concreto de la existencia de una judería en Tortosa es posterior a la conquista cristiana. Data de época del conde
Ramón Berenguer IV, el cual, a través de una carta de franquicia, donó a los judíos las atarazanas musulmanas (ubicadas
en el extremo norte de la ciudad, como
hemos visto mas arriba) para que construyeran 60 casas. Esta zona se conoce hay
con el nombre de Judería vieja. Poca cosa queda, a excepción del trazado de
las calles ubicadas más al sur y algunos topónimos. La actual calle Major de
Remolins separaba la Judería Vieja de la llamada Judería nueva.
Portal de los judíos por el que, como antaño, se sigue saliendo al campo
La judería nueva parece haberse iniciado en el primer tercio
del siglo XIII cuando se otorgó una
carta de franquicia a 25 judíos para
construcción. En algunos sitios esta judería conserva la estructura urbanística casi intacta, con
calles tortuosas y laberínticas. El llamado Portal de los judíos, por el que todavía hoy, traspasando la muralla, se sigue saliendo al campo, es el único de los portales de la judería
tortosina que se ha llegado a nuestros días.
La judería de Tortosa fue una de las más importantes
de España. En el siglo XIV destacaron personajes como los banqueros Isaac y
Jafudá Marçili y Abraham Mair que participaron en la financiación de las
empresas de la Corona de Aragón.
4. TORTOSA CRISTIANA
Entre 1122 y 1223 el
Papa Calixto II publicó una bula en virtud de
la cual declaraba cruzada el asedio a la ciudad musulmana de Tortosa. Sin embargo la conquista
de la ciudad aún tardó algún tiempo. El
31 de diciembre de 1148 caía la fortaleza de la Zuda, lo consiguió Ramón
Berenguer IV, conde de Barcelona, apoyado por los templarios, la familia Montcada y el poder naval de la República de
Génova; el Papa Eugenio II también había firmado una bula para el ejército
cristiano.
Comenzó un nuevo
período para la ciudad. La ya larga
coexistencia de judíos, musulmanes y cristianos sufrió un cambio definitivo.
Tortosa se consolidó como capital de la Veguería que lleva su nombre.
El primer obispo de
Tortosa después de la conquista fue Gaufred,
abad del monasterio de S. Rufo, en Avignón. Fundó la Canónica
agustiniana, algunas de cuyas estancias (unidas a la actual catedral gótica
por el claustro) se han conservado casi integras y actualmente albergan la exposición permanente
del fondo artístico de la Catedral.
La diócesis de Tortosa
acabó convertida en la más extensa de España. Adriano de Utrech, educador
de Carlos I de España y V de Alemania,
fue arzobispo de Tortosa, después fue elegido Papa.
Claustro de la magnífica Catedral de Tortosa
La importancia de
Tortosa la demuestra tambien el hecho de
que los dominicos -instalados en la ciudad desde el siglo XIV- fundaron en su convento el Estudio y la Universidad de
S. Jorge y Santo Domingo (1578),
dedicada al estudio de la teología. Devastado el edificio por los bombardeos de
la guerra civil (1937-1939), sólo se
conserva la portalada renacentista de dos cuerpos. En el cuerpo superior está
el escudo de Felipe II y bajo el escudo se puede leer la inscripción DOMUS SAPIENTIAE, “casa de la sabiduría”.
Hoy es sede de la Escuela Oficial de Idiomas.
También
crearon los dominicos el colegio
de S. Jaime y S. Matías, fundado por Carlos I cuyo escudo aparece en la
portalada. Estuvo dedicado a la
educación de los hijos de los conversos
como parte de la estrategia de la Corona a fin de evangelizar y asimilar
culturalmente a los moriscos. El patio del colegio de S. Jaime y S. Matías es de
estructura italiana y de marcado estilo
renacentista; además presenta una rica iconografía que exalta a la monarquía, obra del
escultor Francisco de Montehermoso. El antepecho de la segunda galería muestra las efigies y los escudos de los reyes de Aragón desde Ramón Berenguer
IV y su esposa Petronila hasta Felipe III y su esposa Margarita de Austria. En
las enjutas de la primera galería se muestran bustos que podrían ser de judíos
y moriscos, de acuerdo con la finalidad que hemos dicho que tuvo la creación de
este Colegio. Por su belleza y armonía
este patio está considerado único en Cataluña.
5.
CONVIVENCIA
DE LAS TRES CULTURAS
Los tiempos de la Baja Edad Media se caracterizaron por la convivencia de las tres culturas -judía,
árabe y cristiana- en algunos lugares de la Península. También en Tortosa.
Después de la conquista de la ciudad por los
cristianos en 1148, los musulmanes y los
judíos ocuparon un plano inferior en la
sociedad y vivieron separados de la población cristiana, ocuparon lo que hoy es el barrio de Remolins.
El tránsito de los tiempos bajomedievales a la
Edad moderna en la Península Ibérica acostumbra a presentarse como el paso
de una época de tolerancia (en la que conviven
bastante pacíficamente tres poblaciones cada una con una religión distinta) a una época de
intolerancia. No es momento de entrar ahora en la distorsión que esta idea
conlleva (¿olvidamos, por ejemplo, las periódicas matanzas de judíos que hubo
en la Baja Edad Media, que tantas bajas causaron a las aljamas hispánicas?).
En todo caso a mediados del siglo XV, con más
o menos problemas, todavía convivían los
tres pueblos, cada uno con su religión y sus costumbres. Durante la segunda mitad de ese siglo la atmósfera se fue haciendo cada vez más. Finalmente la situación desaparece, al menos de derecho, a primeros
del siglo XVI.
6.
FINAL DE LAS COMUNIDADES JUDÍA Y MUSULMANA
El 7 de febrero de 1413 se inicio en la Catedral de Tortosa la llamada Disputa de Tortosa, el más importante debate religioso entre judíos
y cristianos en la España medieval.
Años antes, en 1391, había tenido
lugar una revuelta antijudía que se
inició en Sevilla y se extendió a las ciudades más importantes de los reinos de
Castilla y Aragón. Costó la vida a
muchos judíos.
La Disputa constó de 67 sesiones y se
inició en la Catedral de Tortosa. Acudieron algo más de veinte rabinos de los
condados catalanes y del reino de Aragón,
bajo presión de fuerte multa si no acudían. La última sesión tuvo lugar
el 13 de noviembre de ese mismo año en la iglesia arciprestal de S. Mateo,
en la comarca de Castellón.
Este mal
llamado “Debate” fue promovido por el papa Benedicto XIII (aragonés, conocido como el Papa Luna, uno de los Papas
del cisma de Aviñon, que vivía en el castillo de Peñíscola) a iniciativa de su médico, el converso
Jerónimo de Santa Fe, autor de Azote de los judíos.
De hecho practicamente se forzó a los judíos a reconocer que Cristo había sido el Mesías y que, por tanto,
su religión erraba. Los rabinos
que participaban, excepto dos, abjuraron de su fe. Los resultados fueron
nefastos para la comunidad judía. Los bautismos forzados se multiplicaron y en mayo del 1415, se publicó una bula papal con severas disposiciones
contra los judíos. Fue un duro golpe; la separación entre las comunidades judía y cristiana fue cada vez más grande.
Después, a mediados del mismo siglo, estalló en Toledo un
movimiento contra los conversos judíos y
se impuso el primer estatuto de limpieza de sangre, impulsada por Pedro
Sarmiento. Los problemas continuaron. Los Reyes Católicos crearon la Inquisición y, finalmente, en 1492 decretaron la expulsión de los judíos de todos sus reinos. Los
judíos tortosinos abandonaron la ciudad
para embarcar hacia Barcelona y desde
allí dispersarse hacia Europa.
En cuanto
a los musulmanes, aunque en los primeros
tiempos después de la conquista de Tortosa se les permitió conservar sus costumbres y una
relativa libertad de culto, la tolerancia fue disminuyendo progresivamente. Como
vencidos ocupaban un plano inferior en la sociedad. La población musulmana
disminuyó y en parte emigró a núcleos rurales
cercanos. Sin embargo no hubo demasiados conflictos durante el siglo XV.
El permanente
enfrentamiento entre musulmanes y cristianos a lo largo del siglo XVI en el
Mediterráneo -con acciones tan importantes como la conquista de Orán en 1508 o
la victoria de Lepanto, pero con desastres como los de Djelbes en 1510 y Argel en 1541- hizo que se mirara con recelo a los moriscos. En la
segunda mitad del siglo XVI la lucha contra el Islam en el Mediterráneo se
endureció. Dentro de la Península la
rebelión de los moriscos de la Alpujarra -tres años de duros enfrentamientos y para
obtener la victoria fue necesaria la
presencia de D. Juan de Austria, el hermano de Felipe II, al frente de un formidable ejército- parecía mostrar al rey Felipe II el potencial peligro que podía causar un pueblo que seguía teniendo fuertes rasgos
diferenciadores. Obtenida la victoria, Felipe II ordenó la dispersión de los
moriscos de la Alpujarra hacia otros lugares de la Corona de Castilla. El recio capitán que fue D. Juan de Austria, por orden del rey, su hermano, debió ejecutar
esa triste medida y la describió al
príncipe de Éboli en una
estremecedora carta:
Hoy ha sido el último envío de ellos y
con la mayor lástima del mundo porque al tiempo de la salida cargó tanta agua,
viento a y nieve que por el camino se
quejaba a la madre la hija, a la mujer
su marido, y a la viuda su criatura, y desta suerte los saqué
dos mil millas mal padesciendo. No se niegue que ver la despoblación de un
reino es la mayor compasión que se puede imaginar. En fin, señor, esto es
hecho. (1).
Años después, reinando ya Felipe III, el Consejo de Estado a partir de 1608 comenzó a considerar la opción de expulsar del
territorio hispano a los moriscos; en 1609 recomendó al rey tomar dicha medida. El 9 de abril de ese año se
tomó la decisión de expulsar a los moriscos.
Se comenzó con la expulsión de los moriscos de Valencia.
En septiembre de 1610
se produjo la de expulsión de los moriscos catalanes que se llevó a cabo desde
el puerto de Els Alfacs -hoy día en la localidad de San Carlos de la Rápita-,
aunque en algunos lugares de la comarca de las Tierras del Ebro la expulsión no
fue contundente gracias a que la comunidad morisca -pequeña- estaba bastante integrada y también a la intercesión en su favor del arzobispo
Pedro Manrique (fue arzobispo de Tortosa de 1601 a 1611, después arzobispo de
Zaragoza; finalmente ejerció como
virrey de Cataluña. Murió en 1615).
Así acabó la convivencia de tres pueblos
bien diferenciados.
Aunque en Tortosa no se han
conservan demasiados vestigios materiales de las minorías étnico-religiosas que vivieron en el sector seteptrional de la ciudad, es posible rastrear sus huellas con la ayuda de los fondos documentales.
Curiosamente hoy día recorriendo las calles, muchas de ellas estrechas
y tortuosas, del actual barrio de
Remolins -la parte de la ciudad donde vivieron después de la conquista cristiana los judíos y
los musulmanes- se observa hoy día como en ellas
conviven nuevamente gentes de culturas
diferentes a la cristiana y es que en Tortosa hay un alto grado de población
emigrante, mucha de la cual vive en esa parte de la ciudad, que sigue siendo un
tanto marginal.
Como recuerdo de las tres comunidades culturales
que convivieron en la ciudad, en las
Fiestas del Renacimiento (desde1996 se celebran cada año) se pasean tres parejas de gigantes, una por cada
comunidad: Rufo y Rubí, la pareja de
cristianos, tiene de 4 metros de altura y
fueron realizados en cartón piedra en 1957 (la pareja anterior fue destruida
durante la guerra civil del pasado siglo, en la que tanto sufrió la
ciudad de Tortosa); Nabil y Zoraida, la pareja de musulmanes, tiene de 3,80 metros de altura y fue realizada en 1958 en cartón piedra (la anterior se perdió también en la
guerra civil del pasado siglo). A estas parejas tradicionales se añadió en 1999 (con motivo de la celebración del 850
aniversario del otorgamiento de la carta de población cristiana y de las de
seguridad judía y musulmana)
la pareja de judíos -Caxixa y Bonjhuà-
que tiene 3,65 metros de altura; fue realizada en fibra de vidrio y las efigies llevan vestidos que imitan la indumentar tradicional usada por
los judíos catalanes.
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