Vitrina con objetos de plata en miniatura
En una reciente estancia en la hermosa ciudad de Palma de Mallorca he tenido
ocasión de conocer el Palau March, visita que recomiendo vivamente al lector si tiene
oportunidad estar unos días en la ciudad.
Pero ¡cuidado!: llevados por el famoso
apellido no confundan este Palau con la Fundación Juan March (ubicada en la magnífica
Can Gallard, en la ciudad de Palma; allí se encuentra una espléndida colección de arte moderno).
El Palau March es sede de la Fundación Bartolomé March Servera. Se encuentra muy cerca de la
Catedral, en el solar que acogió el convento de Santo Domingo, que ocupaba la
manzana conformada por la calle Conquistador, la calle Palau reial y la escalinata de la Seu o Catedral. El convento fue afectado por la ley de
Desamortización eclesiástica de Mendizabal en el año 1835 y demolido posteriormente.
En los años 30 Juan
March encargó el primer proyecto de su Palau al arquitecto mallorquín Guillem
Forteza Piña, sin embargo el proyecto definitivo se hizo después y fue obra de
L. Gutiérrez Soto, arquitecto muy reconocido en los años cuarenta del pasado
siglo.
El Palacio comenzó a construirse en 1939 y se concluyó en 1945. El edificio recuerda la arquitectura
señorial tradicional de Palma y también
la arquitectura catalana e italiana.
Fue la vivienda
familiar de Juan March y su familia, cuyos aposentos se conservan hoy día en la
planta superior del Palacio.
En los años 90 del
siglo pasado Bartolomé March Servera (Palma 1917-Paris 1998), uno de los hijos
de Juan March, lo convirtió en sede de la Fundación que lleva su nombre. En el
año 2001 el edificio fue remodelado para albergar el Museo de la Fundación Bartolomé March Servera.
En el patio que da acceso al actual Palacio se expone una
magnífica colección de escultura de arte moderno (supone un tercio de la
colección de escultura que perteneció de Bartolomé March) con obras de Rodin, Baltasar Lobo (1911- 1993), Max Bill (1908-1994), Eduardo Chillida
(1924-2002), Henrry Moore (1898-1986),
Xavier Corberó y una espléndida obra de Alfaro que, según desde donde se mire, se recorta sobre el
azul cielo de Palma a la manera de un velero sobre el mar o
vista desde otro ángulo parece perfilarse
sobre la soberbia mole de la Catedral.
En el interior del
Palacio destacan las pinturas alegóricas de
la cúpula de la escalera principal, obra del catalán José María Sert
(1874-1945), uno de los grandes pintores muralistas de la primera mitad del
siglo XX. En la planta superior del Palacio se muestran salones y habitaciones
de Juan March y su familia.
La planta baja alberga el magnífico belén napolitano de
Bartolomé March Servera, cuyo retrato se exhibe al lado de una de las vitrinas que guardan el
belén.
Mención especial merece la magnífica Biblioteca de este Palau abierta al público
desde 1970. Consta de más de 70.000
libros, 1.800 manuscritos, 21 incunables y 3.000 piezas de un fondo datado
entre los siglos XVI-XVIII.
EL
BELÉN DEL PALAU
Si bien inicialmente
fue instalado como belén y mostrado al público durante los días de Navidad actualmente está
instalado en vitrinas ordenadas con criterio museístic. El cambio se produjo al
establecerse en el Palau la Fundación
Bartolomé March Servera. Hoy día este Belén es la joya más valiosa del
Palau.
El belén fue adquirido en los años 70. Consta de
cientos de figuras que reflejan las diversas clases sociales y los múltiples
aspectos de la vida de Nápoles en el siglo XVIII: clases nobles, artesanos de
todo tipo, campesinos con sus diversos animales, vendedores de pescado, de
frutas, de utensilios de cocina, etc.
Todos ellos vestidos y adornados
como corresponde a la clase social a la que pertenecen. El detalle al
que descienden estas representaciones,
como puede verse en las imágenes que
acompañan este texto, es absolutamente
maravilloso. Y todo ello realizado con absoluta precisión.
También el gusto por
lo exótico y lo oriental aparece claro en el belén de Bartolomé March, tanto en
personajes como en detalles. Hay que
tener en cuenta que en el siglo XVIII Nápoles extendía su política comercial a
oriente; además en el colegio degli
Chinesi, creado en 1742, se preparaban misioneros chinos y de otras
nacionalidades orientales. Todo esto hizo
que en los belenes se incluyeran chinoiseries, tan del gusto del arte rococó.
El belén refleja
también el gusto por animales considerados exóticos en el siglo XVIII:
elefantes, dromedarios, monos, etc.
Estos gustos orientalizantes se muestran en la magnífica
cabalgata turca, en los fastuosos cortejos de los Reyes Magos y en múltiples
detalles.
En 2007 gran parte del
belén del Palau March viajó a Madrid y fue exhibido en el Palacio
real (lugar donde suele exhibirse en Navidades el llamado Belén del Príncipe, encargado por el rey Carlos III).
CARACTERíSTICAS DE LOS BELENES NAPOLITANOS
Cada una de las figuritas este tipo de belén es una verdadera
obra de arte en la que intervienen diversos artesanos para crear el aspecto final con el que son mostradas en el belén.
La figurita (o maniquí) en sí misma es articulada y se puede vestir. El cuerpo está formado por un armazón de alambre recubierto de tiras de estopa o lienzo.
Tradicionalmente las figuraseran rígidas de madera,
en ellas se cuidaba el aspecto de la cabeza y el de las extremidades. En el belén napolitano las figuras son articuladas, esta característica les otorga
una extraordinaria movilidad y permite colocarlas en cualquier postura.
Los brazos y pies
son están moldeados en porcelana; la cabeza, hecha de porcelna y pintada con óleo según la
encarnadura que requiere la figura
(hombre, mujer, niño; joven, viejo, etc.). Los ojos están realizados en vidrio de diferentes
colores. Los más reputados escultores napolitanos
modelaron en sus talleres estas cabezas.
El articulado
maniquí así construido se viste después con ricos trajes, confeccionados a
medida en seda, terciopelo, raso,
algodón u otros tejidos. Se adorna con joyas auténticas en miniatura, se calza
y peina a la manera del siglo XVIII. Quien
desee más información sobre la
estructura de estas figuras y los detalles que conforman su vestimenta
–adecuada siempre al status social
que representan- puede consultar:
En resumen su
vestimenta es exactamente calcada de la moda del siglo XVIII y reproduce las
que llevaban los distintos estamentos sociales, pues todos ellos -de los más altos a lo más bajos- están
representados en el belén napolitano que, en realidad, pretender ser una
recreación en miniatura de los habitantes de Nápoles y del reino de las dos Sicilias, así como de
sus diversos estilos de vida.
Los paisajes palestinos se transforman en paisajes italianos
del siglo XVIII con calles y edificios -panadería, taberna, herrería, mercados,
etc- que imitan los del Nápoles de esa época. Naturalmente la gente de Judea se
convierte en personajes napolitanos.
Hay que resaltar que la perspectiva del
conjunto de consigue utilizando figuras de diferentes tamaños
En el Belén del Palau March abundan representaciones de cacharros y utensilios de
la vida diaria, sin olvidar hermosas vajillas en miniatura que adornan las bien
servidas mesas, ni las frutas, verduras,
pescados, embutidos o perniles realizadas en arcilla o en cera. O preciosísimas
miniaturas de utensilios (bandejas, jarros, copas, etc) hechos en plata o joyas
en miniatura. Aparecen también en estos belenes numerosos animales, muchos de
ellos exóticos en esos momentos.
Por todo ello los belenes napolitanos
alcanzaron altísimas cotas de refinamiento y belleza. El belén del Palau
March es un magnífico exponente de lo
que decimos.
CARLOS VII DE NÁPOLES (CARLOS III DE
ESPAÑA)
Entre los siglos XVII Y XVIII se produjo un fuerte desarrollo
del belenismo; las imágenes, antes rígidas, se hacen flexibles. Con el barroco se impulsó de
forma definitiva la creación de belenes.
En el siglo XVIII la
ciudad de Nápoles se puso en cabeza del arte del belén: allí se creó una
escuela incomparable en cuanto a belleza, detalle y meticulosidad en las figuras.
Mucho tuvo que ver en ello
Carlos VII, rey de Nápoles y de las
dos Sicilias.
Este ilustrado
rey se interesó mucho por el arte del
belenismo y lo impulsó decididamente. La aristocracia secundó la idea. Como
consecuencia en Nápoles proliferaron extraordinariamente los belenes y surgieron importantes imagineros
belenistas.
Allí se
comenzaron a construir las figuras
articuladas, que más arriba hemos comentado.
Incluso la real fábrica de porcelana de Capodimonte se puso al servicio de los
encargos que el arte belenístico requería.
Lo mismo
ocurrió con escultores, los más reputados -como
Jusseppe Sanmartino (1720-1814)- se dedicaron a modelar en sus
talleres cabezas para los protagonistas
del Misterio así como las de los Reyes Magos, ángeles, pastores, odaliscas, turcos, etc.
Los
grandes orfebres de la corte hicieron
miniaturas de joyas auténticas para adornar las figuras que representan personajes de la clase alta.
Los
artesanos que se dedicaban a la
confección de trajes, hicieron réplicas en miniatura de las vestimentas habituales de las diversas
clases sociales. Esos trajes a veces, para dar más verosimilitud a la escena,
llevan un finísimo alambre en los
dobladillos y los pliegues que realza la caída natural de la tela y aporta
volumen a la vestimenta y por ende a la figura.
Ningún artista ni artesano de la ciudad quedó
al margen de la actividad belenística.
La vida social de Nápoles desde el
día de la Inmaculada -8 de diciembre- hasta el día de la Candelaria -2 de
febrero- giraba en torno a los belenes pues constituían un exponente de la
riqueza y el buen gusto de las grandes familias. Hasta tal punto constituyó una afición local que cuando en 1787 Goethe visitó la ciudad se sorprendió de la gran afición que tenían los napolitanos a los belenes y la enorme cantidad de dinero que gastaban en ellos.
Hay que recordar que el rey Carlos VII de Nápoles (desde 1731 a 1759) y
Sicilia (1734-1759), gran impulsor de las artes
belenísti cas, era un príncipe español: fue
tercer hijo del rey de España Felipe V de Borbón y el primero que tuvo
su segunda esposa, la culta princesa italiana Isabel Farnesio, duquesa de
Parma, Piacenza y Toscana.
Isabel Farnesio,
consciente de que sus hijos no heredarían el trono de España (el rey tenía dos
hijos de su primer matrimonio), hizo todo lo posible por recuperar la perdida
influencia española en Italia para colocar
allí a su descendencia.
El mayor de sus hijos, Carlos, heredó inicialmente de su
madre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana. Más tarde, al conquistar
Felipe V el Reino de Nápoles y despues Sicilia, su hijo Carlos pasó
a ser nombrado rey de aquellos
territorios con el nombre de Carlos VII de Nápoles y V de Sicilia.
El rey Carlos cuando
contaba 22 años de edad, contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia -14
años- hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y Lituania y después rey de
Polonia. Hasta la muerte de la reina, un año escaso después de su llegada a
Madrid como nuevos reyes de España, formaron un bien avenido y prolífico
matrimonio. La leyenda cuenta que la propia M.
Amalia y las damas de su corte cosían y bordaban las ropitas que adornaban
después las figuritas del Belén del palacio.
Cuando en España murió el rey Fernando VI (segundo hijo del primer
matrimonio de Felipe V; el mayor, Luis, murió muy pronto, en vida del rey
Felipe) Carlos -hijo mayor de Felipe V e
Isabel de Farnesio, su segunda esposa- fue nombrado rey de España. Era el año
1759. Abandonó Nápoles y se convirtió en nuestro rey Carlos III, al cual Madrid debe tanto que
los madrileños lo consideran el mejor alcalde que ha tenido la ciudad.
Meses después de llegar los nuevos reyes,
murió la reina en septiembre de 1760. El rey Carlos nunca volvió a casarse.
Este rey introdujo el
belén napolitano en España. Ya en Madrid encargó el llamado Belen del Príncipe para el Palacio de Oriente.
Sin embargo el costoso belén de tipo napolitano de figuras vestideras no tuvo demasiada aceptación en España y se continuó con las tradicionales figuras esculpidas o modeladas. Los más importantes belenes españoles de tipo napolitano (es decir de figuritas vestideras con armazón de alambre) han sido adquiridos después y comprados directamente en Italia.
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