María Huidobro, poeta magistral en el arte del haiku
Julia Sáez-Angulo
Profesora de Lengua y Literatura Francesa, la poetisa María
Huidobro (Burgos) residente en Madrid, es una consumada maestra en el arte
poético el haiku, al que ha dedicado varios libros de su docta bibliografía,
entre ellos “La magia de las flores”, “Tallos de bambú” o “En el país del Sol
Naciente”. Sus libros pueden adquirirse en la Casa del Libro vía Internet.
El haiku es la composición poética tradicional y habitual en
Japón, de la misma manera que el romance lo es en castellano; ambos están
intrínsecamente imbricados en las respectivas lenguas. El haiku es una estrofa
que generalmente se compone de tres versos con cinco, siete y cinco sílabas
cada uno de ellos.
Naturalidad
y sencillez son sus notas no exentas de belleza y profundidad. Matsuo Basho y Onitsura
(siglo XVII) han sido las grandes figuras del haiku japonés. Ambos, traducidos
al castellano, consideran al haiku una vía espiritual, además de estética.
La naturaleza es su fundamental fuente de
inspiración. El poeta sigue el curso de las estaciones con asombro poético. La
luna, el cerezo, el jardín, el té, el agua… son elementos recurrentes en el
haiku, que se introdujo en España a primeros del sigo XX. La poetisa española
Ernestina de Champourcín fue una de sus mejores cultivadoras. El poeta
extremeño José María Bermejo, residente en Madrid sostuvo durante un tiempo una
escuela de recitales y aprendizaje del haiku en Guadalajara.
“Novias
del viento/las flores del almendro/vuelan sin alas”, dice un haiku de María
Huidobro, hoy la gran representante del haiku en España. Otro: “Son esas
flores/ heraldos silenciosos/ de primavera”.
María
Huidobro, que ha participado en numerosos recitales y congresos sobre haikus
dice que las flores por su belleza, colores, perfume y poder simbólico, se
prestan como nada, a ser motivo poético
de los haikus.
“Es
la Artemisa/ símbolo de la dicha/ más duradera”, dice otros de sus haikus que
se completa con el siguiente: “Con esta planta/ se coronan las testas/ que
anhelan dicha”. Recordemos que la artemisa es una flor blanca con centro
amarillo que toma su nombre de una divinidad griega. Artemisa era hija de Zeus
y de Leto, y fue asimilada por los romanos a la diosa itálica Diana.
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