martes, 25 de diciembre de 2012



¡Que viva México!: (1) Una semana en el Gran Tenochtitl​án



Viaje a México de Natacha de Mingo y Antonio Ayllón 
        


El matrimonio madrileño de Natacha de Mingo y Antonio Ayllón Arquero han llevado a cabo un viaje a México del que envían sus crónicas:

Pues sí, aquí estamos de nuevo, cuatro años después "En la carretera" que diría Kerouac y habiéndole pedido prestado al gran Eisenstein el título de su inacabado film sobre Méjico para encabezar estas crónicas. Esperemos que no nos pase como al cineasta ruso con su proyecto mejicano y, con la diosa Fortuna a nuestro lado, lo llevemos a buen puerto en estos seis meses. Eso sí, empezamos a trotar por el país de los aztecas imbuidos con el mismo entusiasmo y cariño con que Eisenstein encaró su trabajo fílmico sobre este país.

Esta es nuestra gloria
Este es tu mandato
¡Oh, Dador de Vida!
Tenedlo presente, oh Príncipes,
no lo olvidéis.
¿Quién podrá sitiar a Tenochtitlán?
¿Quién podrá sitiar los cimientos del Cielo?
Con nuestras flechas
Con nuestros escudos
está existiendo la ciudad
¡México-Tenochtilán subsiste!
(Cantar mexicano)


       Para aclimatarnos, pues qué mejor que una semanita en la Gran Tenochtitlán. Hemos elegido, como casi todos los mochileros, un hostal a un minuto andando de Zócalo (algo así como la Puerta del Sol madrileña), que es el corazón histórico de la capital. Ya le vamos cogiendo el gusto al paisaje y al paisanaje, y ¡claro! lo bueno es que lo que ves y vives hoy, mañana ya es casi puro subconsciente mientras te sumerges en algo distinto.

         Lo primero que asombra de lo que los aztecas llamaron Tenochtitlán es que la mayoría de los monumentos artísticos de su magnífico Centro Histórico, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad, se hunden y se inclinan cada vez más. Y además lo hacen de forma irregular. Resulta que el terreno sobre el que se asienta la ciudad es sísmico, de composición arcillosa, con tendencia a inundarse y con un subsuelo movedizo. Pero bueno, aquí se consolida y se recimienta y, al parecer, las estructuras resisten. El Lonely Planet --ya sabéis la Biblia del Mochilero que nos acompañará durante estos meses de viaje-- lo llama "That Sinking Feeling" y explica que, por ejemplo, la Catedral se inclina hacia el oeste y que la fachada de la Iglesia de Sta. Cruz lo hace hacia el norte. Al parecer toda la Gran Tenochtilán se está hundiendo desde que los españoles aparecieron por aquí y tuvieron la brillante idea de desecar el lago de Texcoco para construir ahí la ciudad, cuya tierra ya habían compactado los aztecas.


        El Zócalo o Plaza de la Constitución lo hemos pateado todos los días porque vengas de donde vengas tienes que pasar por ella de camino al hostal. Es una de las mayores plazas del mundo y alberga la Catedral al norte y el Palacio Nacional al sur. A la entrada de la imponente Catedral, el monumento más importante del Centro Histórico, te das de bruces con el magnífico Altar del Perdón y, a su derecha, con el Señor del Veneno, un Cristo negro que, según la leyenda, absorbió por sus pies el veneno de los labios de un sacerdote a quien un enemigo suyo le había suministrado la pócima mortal. Igualmente extraordinario es el Altar de los Reyes, las 14 capillas que lo rodean y las pinturas coloniales de maestros como Correa y Villalpando.

         ¡Ah! y también subimos con un guía los casi 200 peldaños por los que accedes al campanario. Subes por la derecha, cruzas por encima de las bóvedas de las naves y bajas por la escalera de la izquierda. Vimos un montón de enormes campanas (y nos tapamos los oídos cuando alguna de ellas repicaba) ya que las torres albergan 30 de ellas, la mayor de las cuales pesa 30 tons y es la más grande de América y la cuarta más grande del mundo (el guía dixit).


          En el Palacio vimos, entrando por la puerta central, los famosos murales de Diego Rivera que describen la civilización mejicana desde los tiempos prehispánicos hasta los posteriores a la revolución.

          El domingo 27 lo dedicamos a los museos, al ser el día gratis y elegimos los dos mejores: el Munal (Museo Nacional de Arte) y el Palacio de Bellas Artes. El Munal contiene en su segundo piso la pintura de la Nueva España (s. XVIII) encabezada por el mejor pintor novohispano que fue José Juarez, y en el primero una completa visión cronológica del arte mejicano entre la 2ª mitad del XVIII a la 1ª mitad del XX, destacando como siempre los "Tres Magníficos" de siempre: Siqueiros, Orozco y Diego Rivera.

        El Palacio es un imponente edificio, aquí en la Alameda, con enormes murales en sus 3 pisos, entre los que destaco el famoso "El Hombre Controlador del Universo" de Rivera y "La Nueva Democracia" de Siqueiros. El palacio alberga conciertos, ballet y exposiciones temporales, de las que vimos dos: la del magnífico pintor, escultor, ceramista y muchas cosas más Brian Nissen y la del no menos extraordinario fotógrafo Manuel Álvarez Braus (dos fotos famosas suyas son "Obrero en Huelga, asesinado de 1934 y la serie Cactus de 1928), que hace suya la frase gracianesca "Cuando los ojos ven lo que nunca vieron, el corazón siente lo que nunca sintió".

         Hay que mencionar también el magnífico Palacio Postal, aquí al ladito del hostal, con sus enormes trabajos de herrería venidos directos de la Fonderia del Pignone de Firenze-Italia. El edificio reúne estilos gótico isabelino, plateresco, renacimiento italiano y "trazos ondulantes de art nouveu". No os lo perdáis si venís por aquí. Lo que no visitamos fue el Templo Mayor porque nos dijeron que eso del día gratis era ¡alucina vecina! "solo para nacionales", así que nos dimos media vuelta y a otra cosa.

     Pero indudablemente el mejor museo de México DF es el modernísimo Nacional de Antropología. Estuvimos ahí toda una mañana y media tarde. El gran patio recibe al visitante con una gigantesca columna de un original paraguas que hace también de fuente. En la planta baja están las 12 enormes salas dedicadas al Méjico prehispánico (las mejores son las de los Mexicas o Aztecas con su famosa Piedra del Sol, y la de Teotihuacan) y en la planta alta se muestra cómo viven hoy en día los correspondientes grupos indígenas en otras 12 grandes salas. En fin, ¡una pasada!, un auténtico festín para arqueólogos, antropólogos, etnógrafos... y para los numerosos estudiantes con los que nos topábamos mientras sus profes les explicaban cómo vivían sus antepasados. Pero para el profano, demasié.

        También fuimos a la zona arqueológica azteca de Tlatelolco, la iglesia Santiago Apostol de 1535 y la Plaza de las 3 Culturas de infame memoria por la masacre estudiantil de 1968. Otra mañana larga nos la pasamos en en la Basílica de Guadalupe, una magnífica excursión, a lo Sacre Coeur, que nadie debe perderse para ver, entre otras muchas cosas, inclinadas a derecha, izquierda, adelante y atrás (dependiendo del momumento) la antigua Basílica (hay otra enorme moderna al lado pero esta no se hunde), el Templo Expiatorio, la Capilla de las Capuchinas, el Panteón de Tepeyac, la bellísima Capilla del Pocito (que ocupa el área de una elipse y que combina la estructura elíptica con otra octogonal y otra circular) con su fuente milagrosa, el Templo del Cerrito, arriba del todo y con magníficas vistas de la contaminada capital, la Antigua Parroquia de los Indios y el estupendo Museo de la Basílica. Sólo deciros que el 9 de diciembre de 1531 al pasar por este cerrito el indio Juan Diego escuchó una dulce voz que le llamaba: "Juanito, el más pequeño de mis hijos, mucho deseo, mucho quisiera que en este lugar se me construya un templo...". Dicho por la Virgen y hecho. La Basílica de la Reina de Méjico se construyó en el lugar señalado a Juan por la Virgen. ¿Verdad que es bonito?

        Menos suerte tuvimos con la siguiente excursión al famoso Xochimilco. Esta zona, al sur de la ciudad, es "el último resquicio lacustre de lo que fue el gran Valle de Anahuac" y la finalidad del viaje es dar una idea al visitante de cómo era la ciudad de Tenochtitlán antes de la llegada de los conquistadores realizando un recorrido a bordo de una de sus tradicionales embarcaciones, llamadas "trajineras", por uno de sus típicos canales, como si de una Venecia cualquiera se tratara. Esta es la teoría. La práctica es que después de media hora de metro y otra media de tren ligero te dirigen hacia los embarcaderos que están andando a unos 15 minutos. Allí llegamos Nati y yo (en el tren ligero divisamos 2 guiris entre el montón de locales) para ser inmediatamente abordados por un remero que casi nos mete a la fuerza en su embarcación. Al preguntarle por el precio y contestarnos que 350 pesos (21 eur.) por persona 45 minutos o bien 700 por hora y media, decidimos esperar a ver si venía alguien más. 5 minutos después ya éramos 5 y, después de mucho arguir, amagos de irnos y regatear, quedamos en pagarle 90 pesos cada uno al dueño de la embarcación y 10 al remero de propina (resulta que nos quería cobrar a cada uno el precio total de la barca y al final fue un brasileño el que nos "defendió" ). El recorrido es bonito pero la trajinera va tan lenta y te abordan tantos locales, en sus "góndolas" correspondientes, para cantarte un mariachi por 10 pesos o venderte una cerveza por otros 10, que ya estás pronto volviendo y se acaba el viaje. Para mí que ni siquiera hicimos la hora de viaje que habíamos pactado con el remero.

        Menos mal que después nos lo pasamos fenomenal visitando el enorme y variopinto mercado donde tomamos un mango peladito con limón y sal, y comimos una sopita de verduras y tacos dorados en un ala del mercado por 40 pesos (2,5 euros) acompañado todo de una excelente agua de Jamaica, incluida naturalmente en el precio. Vamos, mucho mejor que el "viaje en charca" al que se refirió despectivamente uno de los vascos acompañantes a nuestro viaje en góndola por la Little Venice mexicana.
Y para mayor infortunio, después de descansar la comida, Nati se empeñó en ir a ver en las afuera de Xochimilco el museo Dolores Olmedo, que contiene 144 obras de Diego Rivera, la más importante colección del pintor. El problema es que las obras son muy menores: óleos, litografías, acuarelas y cuadros pequeñitos y están acompañadas por gran número de estatuillas, cerámicas y trabajos artísticos folklóricos prehispánicos, amén de obras de arte de la colección privada de la propietaria y un sinfín de fotitos de la misma. En fin, un museo privado, ecléctico a más no poder, caro (65 pesos extranjeros y 10 nacionales) y poco aconsejable de visitar.

       Deciros por último que anoche estuvimos tomando una cerveza con Alex, el chico mejicano que vivió con nosotros un curso entero haciendo un master. Nos recibió rodeado por la bandera española y nos enseñó su apartamento. Está ya trabajando, contento y con novia. Brindamos por ver si cae este año la Décima (él es más merengón si cabe que nosotros) ya que la Liga se está poniendo cada vez más difícil.

        Hoy nos dedicaremos a descansar paseando por el Bosque de Chapultepec, y haremos la maleta porque mañana 1 de diciembre nos vamos para Puebla.



1 comentario:

Unknown dijo...

Mi cuidad favorita de Mexico es la Ciudad de Aguascalientes al mismo tiempo es cabecera de municipio, el nombre se debe a que en este lugar abundan las aguas termales, y fue nombrada como "Villa de nuestra señora de la Asunción de las aguas calientes". El clima de esta localidad es bastante templado en la mayor parte del año, lo que le facilitara a usted y los suyos realizar diversas actividades.
Fuente: galapagos tour cruise