UN REPASO A CIERTOS AUTORES QUE, TILDADOS
DE CONSERVADORES, LLEGARON A LA MODERNIDAD POR OTRA VÍA
La programación de conciertos del año 2015 en la Fundación Juan March (www.march.es,
Facebook, @fundacionmarch, +fundacionmarch) se inicia el miércoles 7 de enero, a las 19:30 horas, con el inicio
del ciclo LOS ANTIMODERNOS, que se desarrollará
a lo largo del mes de enero en miércoles sucesivos. Estos conciertos se
transmiten directo por Radio Clásica, de Radio Nacional de España.
La tiranía impuesta por las
vanguardias ha hecho creer que solo aquellos compositores que rechazaban la
tradición -del dodecafonismo al serialismo- podían situarse en la modernidad:
cuanto más radical era la ruptura, más legitimidad histórica concitaban. Como
resultado, los creadores que optaron por actualizar el pasado como fórmula para
ser modernos quedaron denostados, tildados de conservadores. Este ciclo pone el
énfasis en estos compositores “antimodernos” (en la formulación de Antoine
Campagnon) que, sin embargo, también llegaron a la modernidad por otra vía, ni
reaccionarios ni tradicionalistas. Sibelius, Britten, Rachmaninov y las etapas
neoclásicas de Stravinsky y Krenek conforman el centro de atención de estos
conciertos.
Señala Juan Lucas en
la introducción y notas al programa de mano del ciclo que “en ningún otro arte
el cisma entre modernos y antimodernos ha sido más profundo, ni
más grande la grieta abierta entre creadores y audiencias. Durante décadas, la
vanguardia musical tildó de reaccionarios a todos aquellos compositores que
seguían trabajando según los modelos clásicos. La quiebra de la tonalidad
operada por Schönberg y la Segunda Escuela de Viena pasó a convertirse, después
de la segunda guerra mundial, en condición sine qua non para obtener la
credencial de moderno, expedida por un selecto grupo de iluminados que
operaban desde los centros neurálgicos de Francia y Alemania. De esa manera,
compositores como Britten, Prokofiev, Sibelius, Shostakovich o el mismísimo
Stravinsky –adalid en su tiempo de la “otra” modernidad– fueron expulsados a
las tinieblas exteriores y excluidos de cualquier debate crítico. Su música,
sin embargo, resistió obstinada a los embates –en gran parte gracias a la
evidente inclinación de las audiencias a su favor– y fue por fin recuperada por
el posmodernismo de finales del XX, aunque integrada sin más en ese totum
revolutum que ha sido el arte de las dos últimas décadas”.
*Miércoles 7: Neoclasicismo:
Florian Boesch, barítono, y Roger Vignoles, piano, interpretan Reisebuch
aus den österreichischen Alpen Op. 62, de Ernst Kreneck (1900-1991).
“Ernst Krenek
fue un longevo y prolífico autor vienés cuya biografía cubre casi por entero el
siglo XX, Krenek saltó a la fama en 1927 con el estreno en Leipzig de su ópera Jonny
spielt auf, inspirada en el emergente mundo del jazz y protagonizada por
un violinista negro. La obra situó a su autor en el centro del debate estético
de la época. Muy ligado en su juventud a la élite musical vienesa de su tiempo
–fue amigo de Alma Mahler y contrajo matrimonio en 1924 con su hija Anna, de
quien se divorciaría apenas nueve meses después– Krenek fue uno de los enfants
terribles de la música centroeuropea de entreguerras, dividida entonces
entre los partidarios de la ruptura tonal de Schönberg y sus discípulos, los
herederos de la tradición romántica del XIX –con Strauss y Pfitzner como
principales valedores–, y el neoclasicismo urbano de Hindemith. Krenek atravesó
en rápido zigzag todas esas corrientes estéticas y muchas otras; lo
suyo fue una incesante mutación de estilos que lo llevó en sus últimas décadas
por los terrenos de la música serial, aleatoria y electroacústica, a las que
hizo coexistir con los modelos tradicionales. Es autor de un vasto catálogo en
el que sobresalen sus veintidós óperas, cinco sinfonías, ocho cuartetos de
cuerda y siete sonatas para piano”.
*Miércoles 14: La vía rusa:
Boris Berman, piano, con obras de Igor Stravinsky
(1882-1971); Arvo Pärt (1935); Alfred Schnittke (1934-1998), Alexander Scriabin
(1872-1915); y Serguei Prokofiev (1891-1953).
“La historia de la música en
Rusia ha seguido su propio desarrollo, nunca del todo integrada y nunca del
todo desprendida del mainstream musical que emanaba de los centros
musicales europeos: París, Berlín y Viena, principalmente. Desde su despertar
como potencia periférica a principios del XIX con la obra del considerado como
padre fundador de la música rusa, Mijaíl Glinka (1804-1857), la vida musical
del gigante eslavo estuvo marcada por dos tendencias tan opuestas como
complementarias: la que miraba hacia el interior, reivindicando la identidad
eslava como fuente de inspiración, que tuvo en Rimsky-Korsakov y el llamado
Grupo de los Cinco sus principales adalides, y la internacionalista, que fue
permeada por las tendencias principales europeas de la época romántica, con
Piotr Illich Tchaikovsky como máximo valedor. A finales de siglo la música en
Rusia cayó bajo el influjo de las mismas tensiones entre modernos y antimodernos
que sacudieron todo el mundo artístico e intelectual europeo. No obstante,
los propios acontecimientos políticos del país, con los incipientes estallidos
prerrevolucionarios, la Guerra de 1914, la Revolución y la victoria final del
bolchevismo como principales jalones, propiciaron un auge de los movimientos
modernistas, en especial el Futurismo y el Simbolismo, ambos de marcado
carácter visionario, que encajaban como un guante en la psique rusa,
naturalmente afecta a la utopía y al misticismo.”
*Miércoles 21: Neorrománticos:
Leticia Moreno, violín; Julian Steckel, violonchelo; y Lauma Skride, piano, con obras de Sergei
Rachmaninov (1873-1943) y Enrique Granados (1867-1916).
“Pese a su
carácter ciertamente anacrónico, el Neorromanticismo no fue en ningún sentido
epigonal, y en plena era realista e industrial se impuso en música como el gran
arte, ejemplificado en especial por el piano como el instrumento más noble. A
fines del siglo XIX, la mayor parte de los compositores calificados como
neorrománticos fueron grandes pianistas profesionales que siguieron los
ejemplos de Chopin y Liszt y prolongaron hasta bien entrado el siglo XX una tradición
que el cine retomó y perpetuó hasta nuestros días. El ejemplo más conspicuo
puede hallarse en la obra de Sergei Rachmaninov, artífice del trasplante del
salón romántico a la moderna sala de conciertos y uno de los autores más vilipendiados
por las vanguardias. En España, la obra prematuramente truncada de Enrique
Granados personifica a menor escala esa pervivencia de los modelos
decimonónicos en una sociedad musical cada vez más impregnada de modernismo”.
*Miércoles 28: Periferias:
Cuarteto Sacconi (Ben Hancox, violín; Hannah Dawson, violín; Simone van der
Giessen, viola; y Cara Berridge, violonchelo), con obras de Igor
Stravinsky (1882-1971), Benjamin Britten (1913-1976), Frank Bridge (1879-1941),
y Jean Sibelius (1865-1957).
“El presente
ciclo se cierra con quien puede considerarse como el príncipe de los antimodernos,
el finlandés Jean Sibelius, gran Satán de Adorno, Leibowitz y en general de
todas las vanguardias de posguerra, y en la actualidad uno de los músicos más
reivindicados por la Segunda Modernidad. Hoy en día sus grandes composiciones
siguen suscitando la cuestión de los límites del
modernismo estético y de la modernidad musical en general. Incluso sus obras
más audaces son prototipos de lo que más tarde se llamaría posmodernismo o,
como dijera Milan Kundera, “modernismo antimoderno”. Son obras esencialmente
progresivas cuya arquitectura musical está, no obstante, sostenida por una
estructura clásica; disuelven las formas tradicionales aferrándose tanto más a
ellas, en un gesto que hoy nos parece profundamente antimoderno.”
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