jueves, 5 de marzo de 2015

Fernando Sánchez Dragó y su particular libro “La canción de Roldán” editado por Planeta


Sánchez Dragó en la presentación del libro



Julia Sáez-Angulo

            Con 75 años en su haber, el escritor Fernando Sánchez Dragó, mostró todo su desparpajo al presentar el libro La canción de Roldán, que ha publicado la editorial Planeta, sobre el antiguo director general de la Guardia Civil, en el gobierno de Felipe González, que robó y se fugó con el dinero de los huérfanos del cuerpo, amén de los fondos de reptiles, destinados a casos poco o nada transparentes en la lucha contra el terrorismo.

            En una catarata incontenible de palabras, Fernando Sánchez Dragó (Madrid, 1936) habló de los años de plomo de la ETA en España y de los años de lodo en el gobierno socialista, donde había armarios de los que se podía tomar dinero a manos llenas, en una situación alegal y ciertamente inmoral a la larga.

            Años de plomo/años de lodo, la alternancia circuló varias veces en el autor del libro sobre Roldan –que no apareció en la presentación del libro por supuesta gastroenteritis.

            Según Sánchez Dragó, el libro sobre Luis Roldán es una novela de no ficción, “que nadie la confunda con una memorias o confesiones” , aunque está basada en sus diarios escritos en la cárcel.





            Desde la editorial Planeta se ha facilitado una entrevista con Luis Roldán, que vale la pena reproducir:

“ME ARREPIENTO DE MUCHAS COSAS, DE CASI TODO, HASTA DE HABER ACEPTADO CONVERSAR CON DRAGÓ” 

¿Por qué se ha prestado usted a dar su testimonio para este libro, y por qué ahora?
En 2010 Planeta sondeó mi disponibilidad para conceder una entrevista a un escritor, sin nombre en ese momento, y hablar sobre las circunstancias de mi condena, una vez cumplida esta íntegramente. En principio accedí y ahí quedó la cosa. Yo deseaba explayarme sobre las condiciones de mi encarcelamiento. Me parecía asombroso que nadie hubiese hablado sobre los diez años de aislamiento que padecí. En un país donde nos pasamos el día invocando los derechos humanos, a nadie le interesó la existencia de un nuevo Spandau a sólo 90 km de Madrid. Yo deseaba contar no sólo el largo período de tiempo que pasé aislado sino que, por ejemplo, los psicólogos sólo me visitaron una vez en diez años. O que al llamado educador penitenciario no le conocí hasta una semana antes de ser trasladado a Zaragoza… Quería explicar que la cárcel me causó un vaciamiento social y familiar de dimensiones inimaginables. Experimenté también un castigo interior de culpa, de dolor, de reproche hacia mí mismo, que ha supuesto una condena añadida, en este caso a perpetuidad. Un poco por todo esto, cuando Planeta volvió a insistir en 2012, acepté por fin la invitación.

¿Cómo es en la actualidad un día normal en la vida de Luis Roldán? ¿Qué hace, cómo vive, a quién ve? 
Llevo la vida propia de una persona jubilada, con problemas de salud propios de la edad y de las circunstancias que he vivido. Paseo con mi esposa todos los días. Hacemos la compra, vamos al cine el día del espectador, visitamos exposiciones, asistimos a los conciertos gratuitos del Conservatorio de Música, etc. Consulto las noticias en Internet y leo hasta que mis ojos enfermos dicen ¡basta! ¿A quién veo? Los pocos amigos que tenía van desapareciendo…Ya no veo a casi nadie.

 ¿Cómo conoció a Fernando Sánchez Dragó y por qué confió precisamente en él para sincerarse y sacar a la luz sus diarios de la cárcel? ¿Sabía en lo que se metía al ponerse en manos no de un periodista, sino de un escritor?

Nuestro primer encuentro fue casual. Fue en Moscú, en el Teatro de los Gatos. Yo hasta entonces no conocía personalmente a Dragó, sólo había leído un libro suyo. Debo decir que, de cerca, Dragó se agiganta. Es una persona agradable y próxima. Eso sí, muy libre, muy independiente, en fin, muy especial… Ese día hablamos mucho de Rusia y de Moscú y, claro, mucho de los gatos. Nos entendimos muy bien. Cuando poco después Planeta volvió a la carga con el libro, me acordé de aquel encuentro, pensé que Dragó podría ser la persona idónea para escribirlo, se lo sugerí al editor y éste aceptó de inmediato. Obviamente no sabía dónde me metía. Ahora no lo haría. Wittgenstein dijo: “A veces hay que hablar para saber qué cosas se pueden decir  y cuáles no .... una vez dichas”. Eso me pasó a mí.

 ¿Qué se siente al devenir personaje de novela? ¿Se reconoce usted en el Roldán dragoniano? ¿Cree que el autor le ha tratado bien, mal o regular?
Cuando hace referencia a mi aislamiento en Brieva y las circunstancias que pasé allí, es evidente. Recoge lo que yo siento en esos momentos. Con el paso del tiempo los sentimientos son mas poliédricos. Hay momentos en que define muy duramente, casi cruelmente, mi conducta, que ya sé que fue reprobable. Pero los adjetivos de Dragó son muy duros. Sin concesiones hacia mí. En síntesis, hay en la novela juicios sobre mi vida personal con los que estoy en total desacuerdo, otros que son matizables y, por supuesto, otros con los que sí estoy de acuerdo.

Sorprende la tensión intelectual. Usted, a quien toda España creía un “Botejara”, un rústico, un zafio, logra sorprender a Fernando Sánchez Dragó con el nivel de sus lecturas, que se acrecienta enormemente durante los años en la cárcel. ¿Podemos decir que entró en Brieva un hombre del montón y salió un humanista?
Decía Julián Marías: “En España no se dice lo que pasa, sino que pasa lo que se dice”. Aplíquemelo a mí. Desde niño he leído mucho. Mi madre era una gran lectora. Cuando veo ahora sus libros, me asombra comprobar lo que leía. Yo de joven también leía mucho, especialmente biografías históricas, libros de Historia, los clásicos griegos, etc. Después, cuando ingresé en el PSOE, ya iba cargado de lectura política y muy ideologizado. Siempre que mis ojos me lo permiten sigo leyendo y releyendo…

Dragó atribuye a ese proceso de desmesurado crecimiento intelectual durante el cautiverio, así como al reencuentro con la religión, que usted tomara repentina y muy dolorosa conciencia de que había cometido un crimen. Que cruzó esa desdichada línea hegeliana de la conciencia donde uno deja de verse como mera víctima de las circunstancias para exigirse responsabilidades a sí mismo. Dragó nos lo ha contado en su novela, pero, ¿por qué no nos lo cuenta usted ahora? ¿Se atreve a enmendarle la plana al autor de su personaje, tiene algo que quitar o que añadir? 

He leído bastante a Hegel. Yo como sujeto también he vuelto sobre mí mismo. Hegel estudia el devenir y el despliegue de la conciencia desde lo más simple hasta lo más absoluto. Hay unas relaciones entre la conciencia y el sujeto. El concepto de “conciencia desgraciada” que elabora Hegel define esa relación y en algunos casos su evolución. Bujarin en su proceso la define muy bien, aunque fuese un argumento filosófico para defenderse de unas acusaciones políticas. En mi caso me condujo a recuperar mis raíces culturales cristianas, si bien críticamente. Aquí nadie dimite por nada, como mucho dice que lo siente, que se ha equivocado, que se le perdone y hasta la siguiente… Vale para todo, para la política y también para el fútbol. Me confieso y sigo pecando. Esa es nuestra cultura. Quisiera añadir y sobre todo precisar que el autor de la novela, de la primera a la última línea, es Dragó y sólo Dragó. Ahora bien, él ha entrevistado o por lo menos conversado largamente con ocho o nueve personas, con algunas incluso dos o tres veces. A mí me dio la posibilidad de matizar, replicar, puntualizar…en fin, reaccionar a lo que decían de mí. Si “escribir es una elección perpetua entre mil expresiones que casi nunca nos satisfacen”, al leer yo este libro, me sucede igual… Así pues, lo escrito, escrito está, para qué darle más vueltas.

Otra tensión que Dragó y usted comparten parece ser que los dos han estado al filo del suicidio. ¿Eso lo han hablado, lo han puesto en común? ¿Hay un antes y un después en la vida, cuando uno se ha planteado en serio abandonarla? 

La constante posibilidad del suicidio quizás me permitió soportar con menos impaciencia la llegada de la libertad. No lo sé. La tensión subsiste. Creo que es una secuela de la situación limite y del aislamiento que viví en Brieva. La lectura de esta novela a finales de diciembre pasado generó una tensión que me retrotrajo a una situación límite que creía superada. Aún hoy día no estoy recuperado de ella. Esos días hablé mucho con Dragó de ello. Pero para mí no hay un antes o un después de la idea del suicidio. Estoy en el mismo lugar. Iness Armand (confidente y amante de Lenin) se preguntaba: “¿Sedesvanecerá en mí alguna vez este sentimiento de muerte interior?” A mí me pasa algo parecido. Yo he leído las biografías y obras de muchos escritores que han terminado suicidándose (Améry, Koestler, Primo Levi, Paul Celan y sobre todo Walter Benjamin). La vida al final es un misterio de todo el ser humano. En todo caso en mi vida hay una relación muy intensa con la muerte. Durante los años que pasé en Navarra y en la Guardia Civil la vi de cerca muchas veces, demasiadas veces. Sentí el dolor de la gente demasiadas veces.

¿Cree de verdad, como llega a afirmar algún personaje del libro, que había quien quería liquidarle a usted físicamente para evitar que tirara de la manta? 

Sí, sí, sin duda. Conozco algo de las cloacas del Estado. En un mismo momento dado, Belloch, Paesa y un ex-ministro de Venezuela y ex-jefe de los servicios secretos, sin conocerse entre ellos, dicen lo mismo. Otra cosa es a quién se le pudo ocurrir, eso no lo sé. El que más parece saberlo es Belloch, según lo que escribió Pedro Jota.

Ha sido usted víctima del período de aislamiento más largo de toda la historia penitenciaria de España, metieron a su entonces esposa en la cárcel para presionarle, se le ha denigrado públicamente más que a ningún otro protagonista de la España corrupta. Ninguno de ellos ha tenido que apurar por ejemplo el cáliz de que sus hijos dejen de llevar su apellido para que no les identifiquen en el colegio como hijos de Roldán. ¿Por qué tanta saña con usted y sólo con usted? 

Fui objetivo político de unos y otros. Ahora veo a algunos de ellos haciendo el paseíllo por los juzgados. Fui como una pelota en una partida de tenis. Pim, pam, pim, pam.... ¡Que Dios les perdone!

Ahora se está viendo que la corrupción no era ni mucho menos un caso aislado en España, y que personas en la posición que estaba usted podían tenerlo incluso difícil para resistirse, para no dejarse arrastrar por una pavorosa, colosal inercia corrupta. ¿Asistiremos a nuevas revelaciones espectaculares como la de la familia Pujol? ¿Podríamos ver a carismáticos expresidentes del gobierno en el banquillo?
Espero y creo que sí. Si se conociesen los datos llegados de Suiza, habría un terremoto. Hay miedo a que se conozcan porque este régimen político de cartón piedra que tenemos ardería como una falla. Veremos.


Leída la novela parece que usted ha pagado muy cara la reconquista de su humanidad y su dignidad. ¿De qué se arrepiente? ¿O lo da todo por bien empleado? 

Me arrepiento de muchas cosas, de casi todo. ¡Hasta de haber aceptado conversar con Dragó sobre mí! Pero sólo el presente es nuestro, no el momento pasado, ni el que esperamos, puesto que uno ya está destruido y el otro ni sabemos si existirá. Sigo hacia no se dónde, pero allá donde voy, voy con resolución.
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