L.M.A.
Ángela Tabares y Martínez nació en Cantalapiedra
(Salamanca) el 1 de marzo de 1649 y falleció, como Ángela María de la
Concepción, el 13 de abril de 1690 en este Convento de El Toboso.
Después de sentirse atraída y llamada por el Señor a la vida religiosa contemplativa, pasó cerca de un año en las Carmelitas de “San José” de Valladolid, monasterio fundado por Santa Teresa de Jesús, con quien posee un calco excepcional en su vida, obra y producción mística; de ahí que sus biógrafos y expertos en sus escritos vengan a tenerla como la «Segunda Teresa».
Pero la llamada vocacional impresa por Dios en su corazón le hizo agregarse a las Trinitarias de Medina del Campo (Valladolid), en donde vivió 10 años con un profundo dinamismo ascético-místico, envuelto en numerosas revelaciones hasta que en 1680, como arrebatada a una vida de mayor perfección y santidad, Dios le provocó la idea, a sus solo 31 años de edad, de aventurarse en la promoción de un nuevo Monasterio, donde se iba albergar la primera fundación de la Reforma que ella emprendería, siguiendo el camino iniciado años antes por el santo Reformador Trinitario San Juan Bautista de la Concepción. Comienza, pues, la segunda etapa de su vida. La de su fecundidad espiritual, mística y literaria. La etapa de fundadora.
Sor Ángela puso en marcha la raíz de las Trinitarias Recoletas, que siendo más fieles a la primitiva Regla de San Juan de Mata, fundador de la Orden de la Santísima Trinidad, vivirían con mayor ahínco y plenitud la llamada de Dios.
Primitivo
Zabaleta habla de semejanza física, cultural y espiritual. La primera de
acuerdo a las declaraciones, pinturas y grabados; y la segunda reflejada en los
escritos y hechos. Zabaleta enumera las semejanzas de la venerable Angela María
con la Doctora del Carmelo: «ambas se entregaron con todas sus ganas a la Obra
de la Reforma de una orden religiosa», Santa Teresa de las carmelitas, Angela
María, las trinitarias; «ambas fueron ilustradas por la divina luz y
enriquecidas con los dones sobrenaturales que las llevaron a una muy alta
contemplación; ambas se vieron en parecidas dificultades que acertaron
acérrimos contestadores en orden a la Reforma y a la santidad de sus vidas;
ambas pasaron por sequedades prolongadas del espíritu, de las que, sin embargo,
supieron tomar ocasión para conseguir con mayor intensidad la perfección; ambas
sostuvieron enconados ataques del enemigo común; y también ambas dejaron
aparecer en el cielo de la primera etapa de sus vidas alguna que otra nubecilla
de imperfección que, aceptada con consciente humildad, les permitió – andar en
la verdad del propio conocimiento -, reconociendo así la gratuidad del Dador de
todo bien».
El Monasterio de Trinitarias de
Clausura, edificio del siglo XVII declarado como monumento histórico nacional,
no es sólo el arca que guarda y custodia las reliquias de Sor Ángela, sino
fuerte columna de oración en donde sus actuales monjas se nutren de la
experiencia actualizante de esta Venerable Madre en proceso de beatificación.
«Dios lo es todo», reza la frase que soporta la arqueta de los restos de la
reformadora trinitaria que en su corazón concibió un plan de crecimiento
espiritual bajo la forma de una ascensión por grados del alma hacia Dios tal y
como ella misma lo refleja en su composición de libros como la Autobiografía,
Reglas y Riego espiritual para nuevas plantas, entre otros. También se conserva
el salterio, instrumento musical que tocaba la madre a quién Los estudiosos le han regalado el nombre de Dulcinea de Dios por su relación con en El Toboso.
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