L.M.A.
La pintora Manuela Picó presenta su serie América en el Centro Sanchinarro de
Madrid. En esta exposición presenta 31 obras en lienzo, donde se representan
ocho países latinoamericanos.
Las culturas de los Mayas, Paracas, Mochicas y otras están
presentes en los cuadros a través de objetos que se encuentran en el Museo de
América de Madrid
Vicente
Verdú escribe en la presentación de la exposición: “Un verdadero artista hoy no
es ya un acróbata, un malabarista ni un simple artesano habilidoso. Sobre todas
las cosas, aquello que decide la condición de artista, sea un compositor o un poeta, es su capacidad de convicción. Un
buen político persuade con no importa qué cosa
pero un artista convence sólo si
previamente ha asumido la importancia de su oficio y su honesto vínculo con él.
De ahí se genera su especial capacidad de convicción cuyo efecto se mide
siempre por el grado de su seducción.
Quien vacila nos angustia, mientras que quien cree enteramente en lo que hace
nos exalta. O, de otro modo: nos refuerza y nos ofrece salud.
De esa
salud redonda y genuina se cuecen las cerámicas pintadas de Manuela Picó. Una
pintura que si de una parte es tan humilde como para dar cuenta minuciosa de lo
que ha visto ya hecho, de otra nos hace ver que la visión no acaba nunca o sólo
culmina cuando se salda con un plus de verdad y amor. En este carácter de la
visión, visión más honda y sosegada, se habita como en una vaguada de paz.
Los
objetos que esta honrada pintora elige para pintar no son una reproducción
exacta de lo preexistente sino una comunicación de lo que ofrece la
trascendencia de su primera relación. Relación
amorosa de un lado y devota del
otro. O lo mismo da. El objeto que terminará siendo cuadro no es el objeto sin
más sino su gemelo provisto de un alma imprevisible y nueva. Allí se encuentra, en este neuma casi
místico, Manuela Picó sintiendo,
palpitando, convenciéndonos. Convencida ella de su labor ancilar que nos
convierte en felices devotos de sus resultados.
No hay pues, ni por asomo, fotoshop, filigrana, ni amaneramiento en toda su obra.
Tampoco amejoramiento o estetización de cara al público circunstancial. Lo
expuesto es justamente todo lo que hay en el objeto pero, decisivamente, una vez que pasa por el sujeto. Un sujeto noble que lejos de
pretender sujetarlo (o sojuzgarlo) a su antojo, lo entrega liberado de su
primaria condición. Ahora no será ya una cosa, un ánfora o un vaso, sino su nueva imagen especular. Ahora,
plasmado en el cuadro, no será un útil
más o menos valioso como herramienta, sino una encantación del modelo de
utilidad”.
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