Julia
Sáez-Angulo
Fotos Jaime Gorospe
Ignacio
Gómez de Liaño Alamillo (Madrid, 1946) es escritor de filosofía, arte, poesía,
ensayos, novela, además de traducción y profesor universitario de Estética.
Doctor en Filosofía y Letras por la Complutense, es autor de más de treinta
libros, el último de los cuales El Reino
de las Luces. Carlos III entre el Viejo y el Nuevo Mundo, publicado en
Alianza Editorial.
1.
¿Qué definición
de arte le ha interesado más?
Esa pregunta me ha llevado
muy lejos. Quisiera explicarme. Mi amigo el escritor Marc Dachy me regaló hace
tiempo un librito en el que recoge muchas definiciones de arte, hechas a lo
largo de los siglos. Recordando ese libro me he puesto a buscarlo, pero no lo
he encontrado, tal vez porque lo dejé a una editorial y allí se habrá quedado.
Esa búsqueda tenía algo de especialmente dramático, pues Marc Dachy ha
fallecido recientemente, el 8 del pasado mes de octubre, en París, donde vivía,
y nuestro común amigo, Alain Arias-Misson, que vino en septiembre a Madrid para
hacer una exposición de su poesía experimental, me dio una carta que Marc me
había escrito en el hospital. Cuando quise contestar, Marc ya había fallecido.
En esa carta Marc, que ha sido el principal experto del dadaísmo, se lamenta de
no haber estado con Alain y conmigo en Venecia en mayo, cuando Alain hizo un
poema público en el Gran Canal que, en cierto modo, se inspira en el que yo le
atribuyo en mi novela Extravíos. Y se
lamenta también de no poder acompañarnos en la exposición de Alain en Madrid.
Pienso que todo esto tiene que ver con el arte, con su definición. Pues el arte
es la búsqueda de la plenitud. De la plenitud desde el vacío.
2.
¿Qué ideas base
de Estética enseña a sus alumnos en la Universidad?
Más bien enseñaba. La idea
principal es que la base de lo estético está en el deseo de trascender la vida,
sin renunciar a ella. Lo estético no es la decoración de la vida, sino su
culminación, aún más que la ciencia, pues ésta no tiene que ver con el
sentimiento, a diferencia de lo estético, del arte. Lo estético es un
conocimiento que, como la religión, trasciende las exigencias de la
racionalidad, está empapado de emoción y pretende dar plenitud a nuestro
sentimiento de la vida.
El arte contemporáneo permite conocer aspectos del mundo en el que vivimos
3.
¿De qué modo está
atento al arte contemporáneo?
De una forma casi
biográfica, pues a los dieciocho años empecé a practicar la poesía más
vanguardista de la época, o sea, la poesía visual de tipo concreto y
espacialista: tenía yo diecinueve años cuando publiqué en una revista belga, Tafelronde, mis primeros poemas de esa
clase. Con veinte años, empecé a practicar la poesía de acción (lo que con el
tiempo se llamará performance) y con
veintitrés la poesía publica… Desde entonces he estado muy vinculado con el
mundo del arte, incluso con grandes figuras, como Dalí, al que conocí en 1978 y
con el que tuve ocasión de conversar a menudo. No ignoro que el arte
contemporáneo es un inmenso baúl de sastre, en el que hay de todo. Unas cosas
me gustan más y otras menos, o no me gustan. En todo caso el arte contemporáneo
te permite conocer aspectos muy variados del mundo en el que vivimos, incluido
el terrible mundo de las altas finanzas y, con él, la importancia que tiene el
juego de las apariencias y de las ficciones en la valoración de los artistas de
nuestro tiempo.
4.
¿Cómo era el arte
en tiempos de Carlos III, ya que su último libro versa sobre el reino de este
monarca?
Carlos III en su infancia y
primera juventud vivió en un medio dominado por el arte barroco y el rococó,
pero como gracias a su patrocinio y supervisión se llevaron a cabo las
excavaciones de Herculano y Pompeya, la conservación de los hallazgos
arqueológicos en el Museo de Portici, que él mismo funda, y la difusión en
forma de cientos de magníficos grabados, que también financia y distribuye, de
ese mundo clásico, contribuye como nadie a la formación y propagación del arte
neoclásico. De ahí el gran aprecio que tiene al pintor Mengs y a los
arquitectos Juan de Villanueva y Ventura Rodríguez. Pero, en el fondo, su
pintor tal vez preferido no fue un neoclásico, sino el último de los grandes
pintores venecianos, y uno de los principales de todo el siglo XVIII, Juan
Bautista Tiépolo, al que encargó que pintase el techo del Salón del Trono del
Palacio Nuevo (o sea, el Palacio de Oriente) de Madrid. Tampoco hay que olvidar
que su hermano, el infante Don Luis, protegió a Goya, que retrató a Carlos III
y cuya obra va más allá del arte neoclásico y es, sin duda, el principal pintor
europeo del tránsito del siglo XVIII al XIX.
5.
¿Qué libro de
arte y de estética recomendaría sin dudar?
El primero que se me ha
venido a las mientes es el de las veintisiete Cartas que forman La educación estética del hombre, de
Federico Schiller (la traducción de García Morente es muy buena). El segundo
que se me ha ocurrido es el Banquete
(o Simposio) de Platón, pues en él se
trata del amor y de los bellos discursos que genera el amor. El tercero podría
ser Tres horas en el Museo del Prado,
de Eugenio d’Ors.
6.
¿Cómo ve la
crítica de arte en usted y en general en España?
Aunque he escrito mucho
sobre arte, no lo he hecho a título de crítico, sino de comentarista o de
estudioso. La crítica, sobre todo la literaria, está tremendamente mediatizada
por el clientelismo político-mediático con el resultado de que muchos críticos
no escojan las obras en razón de su calidad, sino de otras consideraciones más
triviales. A menudo vemos que prefieren la mediocridad -una mediocridad bien
orquestada, por supuesto; al nivel de su propia mediocridad crítica-, y rehúyen
la excelencia, lo que se sale de lo común. Como la excelencia suele ir unida a
la libertad e independencia, lo que menos les suele gustar a esta clase de
críticos, después de la excelencia, es que el autor sea un sujeto libre e
independiente.
7.
Usted es
multidisciplinar: filósofo, poeta, ensayista, crítico de arte… ¿Es todo un todo
uno?
La filosofía y la poesía son
dos actividades literarias diferentes, pues la primera busca ante todo aportar conocimiento,
un conocimiento racional, de nosotros mismos y del mundo en el que estamos -se
trata de un conocimiento independiente de los sentimientos que pueden ir
adheridos a esos conocimientos-, mientras que el poeta trata sobre todo de
conmover, de suscitar determinados sentimientos gracias al conocimiento de uno
mismo y del mundo que transmite el propio poema al que lo lee o escucha.
Supongo que he cultivado todos esos géneros debido a mi pasión por el
conocimiento y por mi deseo de transmitir a otros esa pasión.
8.
Su conocimiento
de Oriente ¿le llevó a conocer mejor su Occidente?
Viví en Japón en los años
1984 y 1985, y en China en los años 1989 y 1990. También he viajado bastante
por otros países del Oriente, como la Siberia oriental, Buriatia, Filipinas,
Tailandia, India, Siria, Jordania, el Líbano, Egipto, Túnez, Argelia y
Marruecos. Recuerdo que cuando me instalé en el Japón, en abril de 1984, pensé
que no había mejor manera de conocer Europa (y España) que viviendo en el
Japón, pues entonces uno descubre cuántas cosas que nos parecen comunes a
todos, son específicas de Europa. Me refiero a cuestiones de tipo ético,
social, estético y religioso sobre todo. Pero también recuerdo cuando a finales
de 1989 viajaba por la Ruta de la Seda, en el desierto de Gobi, en condiciones muy
difíciles por muchos conceptos, cuando observaba a la gente que me encontraba
en ciudades-oasis como Turfán, Aksu y Kashgar, me decía a mí mismo cuánto nos
parecemos todos los seres humanos, y pensaba que una buena terapia contra esos
nacionalismos tribales que se padecen en varias regiones españolas es la de
conocer mundo, conocer mundo de verdad, no en forma de viajes organizados. Debo
añadir que esos viajes y el conocimiento de esos países y de sus culturas me
permitió ver y estudiar las relaciones que entre Occidente y Oriente se
iniciaron con las expediciones de Alejandro Magno en el siglo III a. de C. y
que están en el fondo de una parte importante de mis investigaciones
filosóficas (El círculo de la Sabiduría)
y creaciones literarias (Extravíos, Musapol).
9.
Usted hizo poesía
experimental ¿Vuelve a ella de vez en cuando o prefiere otra veta?
No he vuelto a hacer poesía
experimental, pero aquellos experimentos que inicié en 1964 y culminaron en
1972 durante mi estancia en Ibiza están en la base de mi obra filosófica,
literaria y de investigación por todo lo que esa obra tiene de experimental y
de combinación de lo verbal, lo visual y lo intelectual.
10.
¿Qué libro
prepara ahora?
Tras presentar mi último
libro, El Reino de las Luces. Carlos III
entre el Viejo y el Nuevo Mundo, y de poner fin a la recopilación de mis
escritos sobre artistas contemporáneos –edición de la que se ha ocupado el
poeta, crítico de arte y estudioso de la modernidad José Luis Gallero-, me he
centrado en la reedición de mi libro La
mentira social. Imágenes, mitos y conducta, que publiqué hace más de veinte
años. Eso me ha llevado a revisarlo a fondo y sobre todo a añadir capítulos
sobre las religiones políticas, el Islam como religión política, la nueva
sociedad de masas, la tradición puritana de Norteamérica, etc. Últimamente,
también me ha ocupado la exposición de mi poesía experimental de los años
sesenta y primeros setenta en el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza, pues se
inaugurará en las próximas semanas.
11.
¿Es usted
bibliófilo o bibliómano? ¿Por dónde van sus anaqueles?
En los últimos años he comprado
muchos libros, sobre todo en Madrid y en Nápoles, acerca de Carlos III. Los más
de doscientos libros que figuran en la Bibliografia de El Reino de las Luces los tengo en mi propia biblioteca. De esos
libros destacaría un volumen con una selección de doscientos grabados de
pinturas de Herculano y Pompeya extraídos de Le antichità di Ercolano publicadas a mediados del siglo XVIII
gracias al patrocinio de Carlos III. Simultáneamente, he ido comprando, en
diferentes países, libros que tratan de la política y la sociedad actuales con
vistas a la reedición de La mentira
social.
12.
¿Cómo ve la
relación libro y cine? ¿Qué películas han funcionado bien en este campo?
El cine se basa en el poder
de fascinación que tiene la imagen ilusionista de la realidad cuando esa imagen
se presenta en movimiento y va acompañada de música. De ahí que el cine tenga
tanto poder para manipular las conciencias y condicionar nuestra visión del
mundo. Ya se sabe, el poder de la ilusión es enorme. El problema está en que el
cine nos hace vivir en un mundo de apariencias, en el que, además, los
elementos irracionales, o sea, pasionales, pesan mucho más que los racionales.
El libro se dirige a la imaginación y, simultáneamente, a la capacidad de razonar.
Fascina menos, pero cuando fascina lo hace más profundamente. Nunca he sido muy
apasionado del cine y, en los últimos años, voy muy poco al cine y tampoco veo
películas en pequeñas pantallas, sean de televisión o de ordenador. Prefiero
dedicar mi tiempo a la lectura. Películas que me gustaron en especial fueron Barry Lyndon, Carta de una desconocida y Ordet.
Pero la verdad es que tengo muy mala memoria cinematográfica. Incluso cuando
las vivo mucho mientras las veo, se me borran en seguida.
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