Julia Sáez-Angulo
“Yo
no soy una coleccionista. Yo soy un museo”, decía la norteamericana Peggy
Guggenheim, protagonista del libro de
Francine Prose, titulado Peggy Guggenheim. El escándalo de la
modernidad publicado por la editorial Turner Noema, que estudia la personalidad
de este personaje singular de primeros del siglo XX.
Coleccionista
de maridos y de pintura, mecenas de artistas, Peggy Guggenheim (Nueva York,
1898 –Padua, 1979), tímida y provocadora al mismo tiempo apostó por el arte
moderno, no bien comprendido por la generación de su tiempo.
Las
vanguardias históricas de los años 20 fueron acogidas con empeño por esta
norteamericana que vivió a caballo en Europa y Estados Unidos y dejó un
espléndido museo con su colección y su nombre en Venecia. Su galería en Nueva
York fue un gran faro del arte, punta de lanza de la creatividad plástica y
visual del momento rompedor y creativo del arte.
Como
mecenas, Jackson Pollock y Man Ray, entre otros, se beneficiaron de su
protección. El arte de estos dos nombres clave se pudo desarrollar gracias a
Peggy Guggenheim que los amparó y adquirió obras de su creatividad.
La
autora Francine Prose es una buena biógrafa, que llevado a cabo excelentes
biografías de Ana Frank o Mary Shelley. En el caso de la biografía de Peggy
Guggenheim ha hecho una buena obra, pues ha indagado datos y a perfilado una
vida con agudeza y amenidad.
La historia
del arte moderno, de las vanguardias históricas no se puede escribir sin citar
a Peggy Guggenheim, miembro de una familia que apostó por el arte coetáneo y
que habría de crear dos museos de referente obligado en Venecia, de Peggy, y en
Nueva York de Slomo Guggenheim.
La
vida de Peggy pasa por distintos avatares e influencias, que van de lo cercano
a lo personal. El libro de Francine Prose abarca la narratividad de la
protagonista junto a la de quienes la conocieron, dando así un contraste de
voces y visiones que describen la realidad cultural de la primera mitad del
siglo XX.
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