Antonieta G de León
L.M.A.
El
Premio Internacional de Literatura “Virginia Woolf” se crea en 2017 por el
Grupo Editorial Sial Pigmalión, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la
fundación del grupo, para premiar a autoras que hayan destacado como poetas,
narradoras o ensayistas.
Un
jurado prestigioso propondrá cada año a autoras de todo el mundo que se hayan distinguido
en diferentes géneros literarios, y otorgará este galardón, que reivindica la
figura de la novelista, ensayista, cuentista, editora y feminista británica.
Sin duda alguna, una excelente novelista lírica y una de las más destacadas
autoras del modernismo literario del siglo XX.
Se publicará una obra representativa
de la autora premiada.
El jurado de esta primera
convocatoria del premio ha estado formado por M.ª Carmen Azaústre Serrano, M.ª
Pilar Cavero, Fernando Donaire, Fermín Fernández Belloso, José Manuel Lucía
Megías, José María Paz Gago y Basilio Rodríguez Cañada concede por unanimidad
este galardón a D.ª María Antonia García
de León, por su libro No hay señal y el
conjunto de su obra.
Madrid,
12 de julio de 2017
María Antonia García de León Profesora de
Sociología (Universidad Complutense de Madrid), escritora y poeta.
Desde la Sociología, ha escrito numerosos ensayos
sobre Género y Poder, específicamente sobre las mujeres élites profesionales.
Algunos títulos: Élites discriminadas, Rebeldes ilustradas, Las académicas,
Herederas y heridas, Cabeza moderna/Corazón patriarcal.
Ha publicado nueve libros de poemas: Poemas al
ritmo de las estaciones, de los días y del amor (2011), A trescientos
kilómetros por hora (2012) y
Per Se (2013), Resplandece el Jardín de la Malinche (2014), Arrebato
(2015), El Yo Conquistado (2016), Desde mi Torre de Adobe en La Habana
(2016) y Cernuda, el pájaro pardo, la guacamaya, mi abuela Umbelina y yo
(2016), Casa de Fieras (2017).
Ha participado en numerosas antologías y ha obtenido
diversos premios. Sus poemas han sido traducidos al inglés.
Miembro de la directiva del Pen Club español.
http://mariaantoniagarciadeleon.blogspot.com
No hay señal
Los inicios de este siglo XXI nos han regalado la
voz poética de M.ª Antonia García de León. Voz antes derramada en las aulas y
en las investigaciones académicas en las que ha trabajado sobre feminismo,
género y poder y entre las que destacan sus obras Élites discriminadas
(1994), Herederas y heridas (2002), Rebeldes ilustradas (2008), Cabeza
moderna, corazón patriarcal (2012), entre otras. A estas, se suman
sus ensayos sobre cine y cultura visual.
A este interesante y profundo
poemario, No hay señal, le preceden Poemas al ritmo de las
estaciones, de los días y del amor (2011), A trescientos kilómetros por
hora (2012), Per se (2013), Resplandece el Jardín de la Malinche
(2014), Arrebato (2015), El yo conquistado (2016), Desde mi
Torre de Adobe en La Habana (2016), Casa de fieras (2017), etc.
No hay señal
está estructurado en torno a tres
voces: A lo mundano/a lo divino, La escritura del yo, Biográficas y una
conclusión, Breverías.
Dentro del poemario estas voces
nos remiten a espacios diversos que conviven estrechamente unidos con palabras
de mujer. Unas palabras que se entrecruzan en un vehemente deseo de filmar lo
que constituye esencia de vida. Sí, porque M.ª Antonia nos ofrece esos poemas
de la experiencia, una experiencia que se hace cinematográfica, que casi
podemos tocar y oler con nuestros sentidos.
Existe una primera voz que se
quiebra y se derrama en catarata impetuosa por los muros de la historia,
arrastrando vida, el tiempo que pasa, el misterio, la luz perdida y el absurdo
trabajo de la tarea inacabada, el barrido azul de las flores del jacarandá
sobre las aceras que las reciben uno y otro día.
Como río que
se desborda, a veces rujo —y
ese dolor del absurdo, de lo inexplicable ahonda la pena, porque… en el
corazón las cosas de los hombres.
Una mujer
hecha de soledad, de amor, de tiempo (…) llora por este ir y venir de los
hombres.
Un dolor que se ahonda en un
silencio, el silencio de Dios, en una mirada a la vida, volcán de eros y
rebeldía, de puertas cerradas a la presencia que lo invade todo y que hoy
presiente como resplandor. La nieve limpia la noche / acalla el mal y
surge al alba la presencia de la naturaleza que amanece en una fresca y
colorida secuencia de armonía y música. Es el instante del paso presentido, del
paso divino ya intuido en la voz del poeta Oh bosques y espesuras/plantadas
por la mano del Amado y ella entiende su voz que no es el sonido del
río, no es el sonido del agua, no es el sonido de la tarde, acaso es el
sonido de Dios que pasa por el alba.
Y, junto a esta armonía de
silencio y luz, el estrépito abrasante de un agosto enloquecedor, Tiempos de
hordas, tiempos de masas / Hidras maléficas multiplicadas, / comen y chillan,
plástico y ruido ( ) vértigo plegado y oscuro al que se opone un islote de
diferencia, lleno de entrega. Después, el vacío estrepitoso de la ciudad y una soledad
poblada de muchedumbres, de poetas de la noche, Orkos, voces llenas de tristeza
sin metáforas que alarmen con su luz. ¿No hay señal?
La segunda voz se presenta como
escritura del yo, como acontecimiento y medida con referencias cotidianas que
remiten a estados de vida: un parte meteorológico se hace descripción del
corazón, estado del tiempo / para mi delicado corazón / entre la luz y la
niebla y un presentimiento lleva al poema a la sensación de algo que huye a
pesar del constante cuidado; junto al almómetro, la bitácora psíquica que nos
narra la irrupción de la galerna después de la templada calma.
Esta segunda voz va escribiendo
su yo, un yo que se construye con sensaciones, con referentes de la vida
cotidiana y que se enfrenta al desgarro de la elección que le lleva de nuevo a
esa casa de fieras de su anterior poemario y que la afirma en una
constatación, elegir será siempre una tragedia.
Un yo que se construye en la
incisión hacia el interior y en la expresión de una metáfora, la minería, que
expresa la búsqueda de lo mejor de ese material, la veta, que descubre la
riqueza de sí misma en la acción que la envuelve: trabajo por el instante
que todo redime / por arañar una brizna de la veta de la vida / por ese momento me entrego, brillo / soy un
rayo Arquera apunto a la diana / habito en la tensión del espíritu / sola con
el uno por ciento de la humanidad.
Y el yo se va reescribiendo, se
hace borrador en tiempos diferentes, ¿aquella noche, ayer, hoy?
Arenas
movedizas de mi yo/continuo borrador.
Un yo que sufre la tensión del arco que dispara hacia la luz y la luz le
devuelve el deseo y reconocimiento de lo divino.
La tercera voz nos concreta
retazos de su biografía, deseos y sentimientos de su juventud, de la historia
que vivió y que la cerca: Niña Balthus ( ) no conoce el miedo, / es todo
presente / todo instante / todo juego / todo aquí y ahora ( ) es el final de la
infancia y junto a esta memoria el recuerdo del amor y el zarpazo de la
muerte en la vida de Kennedy: Llegó al colegio la triste noticia de su
asesinato ( ) siento un zarpazo de melancolía / la cuchillada de un tiempo
hermoso/que se fue. Honda herida de un tiempo que no vuelve. Y la expresión
de un tiempo de cine que la deja sembrada de nombres y es Pauline en la playa y
Berenice en el campo y Claire, la de la bella rodilla, Yo he sido soy y seré
todas las chicas de Rohmer.
Y en esta biografía no puede
faltar el tiempo del amor que es un acto de valientes: ¿Quién atraviesa mis
ojos? / ¿Quién entra en guaridas sospechosas / derriba muros / vuela sobre mis
fronteras.
Y junto a este el tiempo de la
vida, de la joven madre que pasea a su bebé por los veinte años de su vida
inédita, la casa como biografía que recoge como sismógrafo las convulsiones de
la tierra y previene sus movimientos:
Hoy tengo
memoria de sus inicios / Una fe faraónica avienta la tierra, / grandes
movimientos de hormigón y alegría, / en los intersticios, la argamasa del
deseo.
Y para finalizar este paseo por
la luz y la noche unas preciosas Breverías:
Agricultura
del alma / Poco a poco me voy conociendo, me podo, me siembro, a veces siego /
con coraje, entre las lluvias de abril / y la veloz oxidación del alma.
El poemario de M.ª Antonia García
de León nos lleva a través de voces diferentes a transitar por la vida que se
derrama, no exenta de noche y angustia, pero transida por la luz que el alba
comunica, con un uso delicado, profundo e incisivo de la lengua.
Sí, hay señal, la de la vida que
vibra y se estremece en las páginas de este bello poemario.
M.ª
del Carmen Azaustre Serrano
Sevilla,
2017
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