Por
Julia Sáez-Angulo
10/08/17 .- Algunos independentistas
catalanes quieren cambiar la palabra Ajuntament
por el de Paeria, palabra arcaica
que solo se conserva para denominar al Ayuntamiento en las ciudades de Lleida y Cervera. La razón
no es otra que la de alejarse más del castellano, lo cual demuestra, una vez
más, el complejo de tales independentistas ante el español, lengua más
difundida en el globo terráqueo.
No olvidemos que, en sentido
estricto, hoy hablamos español y no castellano, aquella lengua romance que se
desgajó del latín, cuyos primeros vagidos aparecieron en el códice emilianense
del siglo XI. Aunque en España lo denominemos castellano para diferenciarlo de
las otras hermosas lenguas peninsulares.
La defensa de la lengua vernácula es
una sabia decisión, porque cada lengua conforma una filosofía de vida, pero la
defensa a ultranza contra otra lengua hermana o la manipulación de la
propia para alejarse de la vecina, solo
indica inseguridad evidente, complejo bastardo, inferioridad obvia y
manipulación de la vida y diccionario de esa lengua.
Los nacionalistas vascos crearon en
el laboratorio político el batúa, una
lengua vasca común, porque la realidad era que el vasco se hablaba de forma muy
distinta y dispersa en distintos caseríos. Como era una lengua muy rural, le
faltaba la profundidad del origen latino para precisiones y matices como jurar
y ratificar. No digamos para las palabras tecnológicas recientes. Pues bien,
con el complejo que caracteriza a los nacionalistas, eligieron las palabras que
menos se parecían al castellano, para alejarse así de la difundida lengua de
Castilla.
Los miembros del Partido
Nacionalista Vasco, PNV, viajaron a Israel en los años 80 para conocer los
métodos de como habían impuesto el hebreo a todos los judíos que llegaron de la
diáspora.
Suponemos que a la hora de estudiar
la historia de esas lenguas manipuladas por los políticos, no se olvide
mencionar esos experimentos de laboratorio político para la deriva de las
lenguas vernáculas.
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