domingo, 5 de noviembre de 2017

Memorial del Holocausto en Jerusalén, una experiencia difícil, inolvidable





 Memorial de Holocausto. Jerusalén



Julia Sáez-Angulo

           
            05/11/17.- JERUSALÉN .- Visitar Yad Vashem, el Memorial del Holocausto en Jerusalén, es una experiencia dura, difícil, inolvidable. Situado a las afueras de la ciudad, el Memorial, de entrada libre para todo el mundo, es una invitación a conocer lo que fue la Soab, el exterminio de seis millones de judíos durante el delirio nazi de la segunda guerra mundial de 1939-45.

            Una cita con el horror más absoluto, un espejo en el que la condición humana no sale precisamente favorecida, una visión de hasta donde puede llegar el delirio de un pueblo o una nación, cuando el sueño de la razón produce monstruos y la sinrazón campa en la muerte.

            Rememorar el pasado y conformar el futuro es el lema que antecede a la visita, que se inicia quizás de manera desafortunada con un video que ofrece como primera imagen la de un Crucificado, Cristo,  para hablar sobre los orígenes del antisemitismo en el cristianismo. El discurso está mal planteado con esa imagen sacra y ofende a los cristianos que la contemplan, lo que predispone a ponerse en guardia, máxime con una exposición demasiado larga.

            El recorrido por el Memorial del Holocausto es un continuo “yo acuso” a lo Emil Zola, a todas las naciones europeas, desde el propio campo. Quizás se abusa de exceso de videos con escenas y voces de nazis, y el odioso discurso de Adolf Hitler.

Falta un discurso compensado

            Se echa de menos quizás un discurso mejor compensado con los nombres y la presencia de los hombres buenos, héroes que pusieron en peligro sus vidas y que fueron muchos cristianos, los que ayudaron a salvar judíos, porque ciertamente como dice uno de los personajes, era más urgente salvar judíos que matar alemanes.

            Hermoso y conmovedor sin duda el Memorial de los Niños muertos y exterminados con motivo del holocausto: un millón de los seis en total. Se trata de una gran instalación artística , con cientos de llamitas parpadeantes en la oscuridad entre espejos que multiplican al infinito su número.

            Hay demasiada negritud, por muy duro que sea el tema del holocausto, en el planteamiento y exposición del mismo. La visita termina sin respiración, apenas un hálito de esperanza. Todo es dolor, recriminación y muerte.  Sale uno deprimido y desesperanzado. Quizás se nota que la museografía es ya de hace bastantes años.

            Falta quizás también esa reflexión interesante y necesaria de Hanna Arendt -discípula de Heddeger- cuando habla de la "banalidad del mal" a la hora de actuar de muchos alemanes o la de Simonne Veil cuando dijo "Nosotros judíos, culpables de nuestro propio ghetto".

            El Memorial fue aprobado por el Parlamento israelí en 1953 y realizado con buena parte de aportaciones de judíos foráneos a Israel, sobre todo americanos –estadounidense, mexicano, argentino, venezolano, brasileño…-, entre las que se encuentra, la aportación del español Max Mazin en recuerdo de sus padres.

            Yad Washem –Recordad Sus Nombres- ha recibido casi un millón de visitas presenciales y más de dieciocho millones, por Internet.

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