Julia Sáez-Angulo
22/12/18 .- MADRID .- La paradoja del comediante es una obra
clásica del enciclopedista Denis Diderot (Francia 1713-1784) que reflexiona
sobre el arte de la interpretación del actor -del teatro en general-, del punto
de partida de su idiosincrasia para plasmar en sí los distintos personajes varios
que le esperan a lo largo de su carrera artística. Todas las artes, tarde o temprano,
hablan de sí mismas, ya sea la poesía, la pintura o el teatro.
El actor Luciano Sánchez Del ha
llevado a cabo la representación del texto de Diderot, adaptado por el mismo a
la escena del Teatro El Montacargas – que celebra este año el 25 aniversario de
su fundación-, después de que lo hiciera anteriormente en el Teatro Off Latina.
Con economía de medios, Sánchez Del
interpreta varios personajes, incluyendo al mismo autor, Denis Diderot, en
sucesivos monólogos que ponen en pié el modo y la manera en que un texto ha de
ser llevado a la escena y cuales serian las características necesarias del
actor para manifestarlas de modo adecuado.
Ningún actor o amante del teatro
debe dejar de conocer La paradoja del
comediante, este texto de Diderot escrito en 1969. El autor es un Stanislasvki
avant la lettre, al interesarse por
el “arte de la representación”, máxime en un momento en que los teatros
oficiales y alternativos parecen haber recobrado entre el público joven una
aceptación que no se soñaba en los, no tan lejanos, años de la “crisis del
teatro”.
Luciano Sánchez Del ha hecho una
buena adaptación y representación del texto de Diderot, un clásico que se
conoce y difunde en las escuelas de teatro. Con un progresivo travestismo vamos viendo a los sucesivos
papeles y actores que encarna para plastificar en escena las tesis del autor
francés. La paradoja del comediante es
una obra que no fue publicada hasta 1830.
Una obra y una representación que fustiga los engolamientos
y excesos sentimentales del viejo actor, para ofrecer una visión más fría y científica
del arte de interpretar. Estudio, reflexión y práctica son los elementos
requeridos para un buen actor, mas allá de su propia sensibilidad y ayuda de
las musas.
Denís Diderot, por Van Loo
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