DÉCADA LOCA Y MALDITA DE LOS 80
A David Woynarowicz
Fue una década de insurgente pandemia
A todos nos sorprendió con horror sostenido.
Estar en los bordes marginales de la ciudad
nos atacó de lleno en la noche masculina.
Me revolqué en la pobreza acumulativa
de cartones, carteles y tapaderas.
Manipulé papeles, objetos y pigmento
en artificio de artefactos coloridos.
Me sumergí en la miseria maloliente
del Muelle 34 de Nueva York.
Mis parejas desfilaban entre mis piernas
con la volatilidad del éter y los pájaros.
Todos éramos un todo promiscuo,
un depósito de furor y de instinto.
Bastaba una lata de cerveza como pago;
apenas mirábamos los rostros. Estaba obscuro.
El dios Exceso nos devoraba sin piedad.
No había sol, ni horizontes de luz.
Solo el momento y el placer inmediato,
solo la carne como consuelo fatuo.
Ardimos flameados entre los mapas.
Rimbaud era nuestro mito, el modelo.
Nos pensábamos, únicos, eternos como él.
Queríamos pintar, escribir, fotografiar...
Pronto amanecimos arrumbados y muertos.
Disparé en mis cuadros contra el mundo.
Pero el tiro no resonaba en el silencio.
La sociedad nos daba la espalda con desprecio.
Mi rabia se revolvía en mi interior con furia,
mis gestos se rebelaban ante la inacción
de hipócritas bien pensantes del poder.
La Historia engullía nuestras historias.
La Historia me quita el sueño,
se construye sobre miles de cadáveres.
El sida atacaba de modo clandestino
en la década loca y maldita de los 80.
Julia Sáez-Angulo
Madrid, 29/5/19
No hay comentarios:
Publicar un comentario