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Julia Sáez-Angulo
25/5/19 .- Madrid .- En su viaje a
Madrid con su esposa Vivian Jacubovski, presume entre amigos, de tener mas
apellidos españoles sonoros que nadie: Ventura, Alcalá, Córdoba... La historia
de su familia sefardí, desde Bulgaria hasta la Argentina la recuerda bastante
bien. Aunque los judíos asquenazis son más numerosos en Argentina, sus padres
en Buenos Aires se movían sobre todo entre la colonia judía sefardí, procedente
de diversos puntos europeos como Bulgaria, Tesalónica o Estambul
principalmente, lo que hacía que conservaran mejor la lengua judeo- española,
ladino o sefardí, que de diversas maneras se le denomina. Él mismo, Edgardo Ventura (Buenos Aires, 1945) la conoce y la habla con toda regularidad -con su
vocabulario singular- y desenvoltura. En familia también se conservan platos de
cocina de origen judeo-español, sobre todo la fabada, y él en particular guarda
como un tesoro libros de oraciones escritos con caracteres hebreos pero con el lenguaje y
sonidos del ladino.
Las historias de la familia, “cien
por cien sefardí”, insiste Edgardo Ventura, se transmitían, sobre todo, durante
la cena del sabat, el viernes por la
noche, cuando la familia en sentido amplio se reunía, comía, hablaba, contaba,
narraba... Y en especial la tía Lucha
(Lucía), una hermana de su padre, que condensaba mejor que ningún otro, esa
memoria narrativa y la escribía, aunque nunca la publicó. Cuando tenía ocho
años, Edgardo tuvo la suerte de pasar con ella tres meses, cuando sus padres
viajaron a Europa con su hermano mayor León y la intención de dejarlo estudiando en
un pensionado de Suiza, país en el que también había estudiado su padre.
La esposa de Edgardo Ventura es
judía asquenazi, de familia oriunda de Lituania y él tiene dos hijas de su primer
matrimonio con una mujer también asquenazí, cuyos nombres son Magali y Alejandra.
Para aclararme, Edgardo Ventura, físico
de profesión y de trabajo - aunque en un momento dado de su vida dejó la Física
“en la que trabajó más de la mitad de mi vida”, por los negocios de software, me hace una
suerte de pequeño árbol genealógico de familia y me va citando los nombres de
sus abuelos, tíos, primos junto a sus avatares. “Bulgaria fue un gran país de
acogida de los sefardíes, el único que no entregó sus judíos a Hitler”:
-Mi abuelo Samuel Ventura, casado con Rachel Arieh (apellido de prestigio en Bulgaria) en Russe, ambos sefardíes, tuvieron ocho hijos por este orden: Buca (que
murió pronto por la gripe europea) Avram, Israel, Lucía (Lucha), Benjamín, José,
Ascher (mi padre)y Jacques. En Russe mi abuelo tenía negocios de importación y exportación y además fundó una fábrica metalúrgica.
De la familia materna, solo conocí a
la abuela Matilda Alcalay o Alcalá, que tuvo tres hijos: Rebeca, Rosa (mi
madre) y Víctor.
Edgardo aclara que en su mayoría, la
familia tiene una buena genética en cuanto a longevos; algunos lo atribuyen al
yogurt y al kéfir búlgaro. Son bastantes los que fallecen a partir de los 90
años. Los recuerdos afloran puntuales y dispersos y se van desgranando.
Le pregunto por sus recuerdos más
afectivos y entrañables y me habla del ladino puro que hablaba su abuela Matilda Alcalay, que llegó a vivir con
él en casa de sus padres Aschier y Rosa. También recuerda la historia que le
contó su tía Lucha sobre su hermano Benjamín
Ventura –uno de los tíos de Edgardo- que se pasó la segunda guerra mundial
huyendo de los nazis en Francia, después de “alejarse” de su mujer y sus dos hijos,
varón y hembra, para que no corrieran peligro, ya que los varones judíos eran
fácilmente identificables por la circuncisión. Allí, en Francia, Benjamín se
fue ganando la vida curiosamente jugando partidas de ajedrez, era muy bueno y
compitió con las mejores jugadores del momento, entre ellos el cubano
Capablanca. Jugaba en los bares y en las casas; eran partidas largas. A su hijo
lo puso a estudiar en un colegio de curas y uno de ellos, al darse cuenta de
que el niño era judío, lo alojó en su casa y lo salvó del exterminio.
Un día en que el tío Benjamín estaba
jugando una partida nocturna de ajedrez en una casa de planta baja, oyeron
ruidos y voces y se dieron cuenta de que era la Gestapo que llegaba a
registrar. Benjamín saltó por la ventana y deambuló desorientado por las calles
en la noche, hasta que vio un portal abierto en una casa humilde, entró y
observó que en la vivienda se podía entrar y allí se refugió
sin encender la luz, muerto de miedo. Petrificado. Por la mañana le despertaron
otros ruidos y voces que se acercaban, y observó que en la habitación había una
anciana muerta. Todos los que llegaron lo confundieron con un deudo de la mujer
y le ofrecieron sitio amablemente en el carruaje fúnebre. Benjamín contaba que,
mientras duró el desfile mortuorio, pudo dormir tranquilamente sin miedo
alguno, algo que no había hecho desde hacía tiempo.
Benjamín e Israel eran dos hermanos
muy amigos entre sí. Lucha se casó con un sefardí rumano y se fue a vivir a
Bucarest. Ella sabía ladino, búlgaro, francés y rumano. En realidad casi todos
los hermanos Ventura eran políglotas, al igual que el padre, que tenía negocios
de importación/exportación, un 30 por ciento de ellos en el área metalúrgica,
con ramificaciones en otros países.
Toda la familia sabía francés. “Mi
abuelo Ventura enviaba a estudiar a los
hijos, a partir de los 13 años, fuera de Bulgaria, para que aprendieran idiomas
y el francés era el más apreciado en aquellos momentos del XX. Debían de volver
a Bulgaria a los 18 años, para trabajar en los negocios familiares. Avram Ventura fue el único que estudió
en la Universidad de Alemania para contador –economista-, pero era un hombre
que también dominaba las Humanidades. De hecho fue el traductor de toda la obra
de Goethe al búlgaro. Recibió un premio por ello, pero nunca fue a buscarlo. Una
gran tarea extra curricular.
Mi abuelo envió a su hijo José Ventura a la Argentina para
supervisar los negocios que tenía allí. Después de regresar a Bulgaria y
casarse con una mujer sefardí de Turquía, regresó de nuevo a Buenos Aires.
Cuando sonaron los aires de guerra en 1939, comenzó la dispersión de los
Ventura. Jacques se casó en Argentina con una judía asquenazi. Su hija Any Ventura es hoy una cotizada
periodista y escritora en Buenos Aires. “Mi padre, Ascher Ventura, que no quería quedarse en Bulgaria, consiguió
viajar también a la Argentina con pasaporte falso, a través de Italia; en 1940
consiguió embarcar en el célebre barco Conte
Grande”, explica Edgardo. “A Benjamín e Israel les agarró la guerra en
Francia”.
El tío Avram fue el único que no quiso
salir de Bulgaria por dos razones, su padre, ya mayor, estaba enfermo y no
podía viajar y, en principio, Bulgaria con el rey Boris, fue el único país que
no entregó sus judíos a Hitler, si bien sí lo hizo –quizás para contrarrestar- con
los de Tracia y Macedonia porque eran colonias administradas y no territorios
suyos. Algunos historiadores sostienen que más que el rey Boris fue el patriarca de la Iglesia Ortodoxa búlgara, el que
más y mejor luchó contra la entrega de
judíos a los nazis. Organizó manifestaciones para pedir que no se entregaran
los judíos y el patriarca ortodoxo decía. “Antes de matar a un solo judío, que
me maten a mí”. Boris y Hitler se
llegaron a entrevistar y hablaron de la cuestión de los judíos. A los doce días
de esta entrevista, el rey Boris murió y muchos creyeron que el jefe nazi tuvo
que ver en este óbito, explica Edgardo. No olvidemos –añade- que Bulgaria,
tierra de fuerte identidad y de paso histórico ha sido muy castigada e invadida
por sus fronteras, entre ellas por la rusa. También es cierto que los rusos
liberaron a Bulgaria del imperio Otomano en 1870 y la influencia cultural rusa
se dejó sentir en el país, porque ambos países comparten el alfabeto cirílico.
La música rusa entró con fuerza en Bulgaria y concretamente en mi familia, no
olvidemos que la música sefardí era más
plana y sencilla.
Edgardo recuerda algunas de las
canciones sefardíes cantadas en familia como la conocida “A la una yo nací/ a las dos me engrandecí/ a la tres tomí amante/ a las
cuatro me casí/ me casí con un amor...” . A ella se suma alguna canción
pícara. Pero continua con la diáspora de los hermanos Ventura: tres en
Argentina y una en Rumanía. Anna Ventura,
la hija del tío Avram, el que quedó en Bulgaria, desde los 16 años se alistó en
el Partido Comunista búlgaro, Maccabi para luchar contra los nazis y fue una mujer
muy activa y admirada por toda la resistencia anti nazi. Encabezó la misma y
llevó a cabo junto a otros, numerosos asaltos contra los alemanes, en los que
hubo muchos muertos. La abatieron a los 19 años; murió junto a su novio. En Bulgaria
se la consideró como una guerrillera modelo, una heroína nacional, a la que se
le hizo un monumento con llama ardiente y se le dedicó una calle. Cuando yo
viajé a Bulgaria en los 90, tras la caída del muro de Berlín, la fama de Anna
Ventura estaba en decaída, porque Bulgaria salía entonces del comunismo.
El único de los hermanos que murió en
el campo de exterminio de Auschwitz fue
el tío Israel Ventura, que fue delatado al tratar de pasar la frontera de España a Francia.
Mi tío Avram era amigo del rey Simeón de Bulgaria y cuando viajaba a
Madrid se encontraban para hablar y comer juntos.
La familia materna de los Alcalay
vivía en Sofia, de buena posición, aunque no tan situada como la de los Ventura,
también paso por avatares. Yo no conocí al abuelo, pero sí a la abuela Matilda y la
su hija la tía Beca y tío Víctor, que llegaron a Argentina en 1947, siete años más tarde que mis
padres. Víctor Alcalay fue el único de esa rama que pasó la guerra en Bulgaria; Beca su esposa, pasó la guerra en Francia.
Toda la colonia sefardí en Buenos
Aires se reunía en un club para jugar a las cartas y otras actividades;
procedían de Creta, Salónica, Smirna, Bucarest... Allí los más jóvenes escuchábamos
sus expresiones singulares en ladino que nos hacían mucha gracia, por ejemplo: El Dio lo creó, pero no lo visitó, para decir que a una persona no era agraciada o no le iba bien. Durante el Imperio Otomano,
se metieron muchas palabras turcas en el lenguaje ladino.
Mi hermano León yo, junto a un amigo
que sabía búlgaro, hicimos un viaje a Bulgaria en 1991, en busca de las
propiedades que se nos había expropiado sin indemnización a la familia en
tiempos del comunismo, se estaban dando ciertas indemnizaciones. Algo
conseguimos. Fue entonces cuando hicimos un recorrido sentimental por las casas
y lugares donde había vivido nuestra familia. La casa de mi abuelo Ventura y sus hijos fue
convertida primero en un colegio y después en una casa de asistencia médica; la
de mi abuela Matilda y mi madre quedó demolida en un bombardeo... El tiempo había pasado. Tengo
intención de recorrer de nuevo Bulgaria para que la conozca mi esposa Vivian Jacubovski y yo la acompañaré
ella a Lituania, el país de origen de su familia.
Edgardo Ventura dice que sus hijas Magali y Alejandra, nacidas
en los Estados Unidos, nacionalizadas en USA, son plenamente argentinas,
conocen bien su pasado sefardí y lo asumen con amor y respeto.
1 comentario:
Hi Edgardo. I am Helen, Andres Gueron's 1st cousin. My daughter Chari & I came across your article & remembered spending time with you in the U.S.a long time ago. What a won derful surprise!
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