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Círculo de Bellas Artes
Sala
Goya
17.10.19
> 26.01.20
La exposición, organizada por el
Círculo de Bellas Artes y el Museo de Bellas Artes de Bilbao, constituye la
primera retrospectiva que se dedica en Madrid al pintor y reúne alrededor de
cuarenta obras que abarcan toda su trayectoria
L.M.A.
17/10/19 .- Madrid .- El trabajo de Vicente
Ameztoy (San Sebastián, 1946-2001) se desarrolló dentro de la figuración, a la
que incorporó elementos del surrealismo y el arte pop, y que acompañó de un
interés por la subjetividad y la ironía. La presencia de lo inquietante y lo
insólito fueron una constante en toda su producción, que destaca por su
capacidad para convertir en perturbadores elementos aparentemente cotidianos
del mundo rural vasco y de su paisaje social e industrial.
El
objetivo de la exposición que presentan el Círculo de Bellas Artes y el Museo
de Bellas Artes de Bilbao, es ofrecer al público una lectura de conjunto del
trabajo de Ameztoy, cuya obra está plagada de referencias –El Bosco, Cornell,
Magritte…– pero que resulta de muy difícil clasificación. Su pintura evidencia
un interés fundamental por el paisaje, un paisaje cercano y conocido, pero
insólito a la vez; una pintura que, como forma de expresión y vía de acceso a
la realidad, está siempre marcada por la fantasía, pero también por la ironía,
por estadios de conciencia distintos al de la vigilia y el análisis racional,
por la magia de un surrealismo que Ameztoy quiso resucitar en un panorama dominado,
en general, por el informalismo y la abstracción.
La
primera vez que se pudo contemplar en Madrid la obra de Ameztoy fue en la
exposición colectiva que sirvió de inauguración, en 1964, a la galería que
Juana Mordó abrió en la calle Villanueva. En aquel momento, Ameztoy tenía tan
solo 18 años y sus cuadros compartieron espacio con obras de Saura, Chillida,
Canogar, Tàpies, Muñoz o Zobel. Fue también Juana Mordó una de las primeras en
dedicar una exposición individual a Vicente Ameztoy en su galería de Madrid, en
1976.
La muestra se acompaña de un catálogo que cuenta con
textos del escritor Joseba Sarrionandia, del comisario independiente de arte
Fernando Golvano y de Javier Viar y Miriam Alzuri, comisarios de la exposición.
El primero centra su atención en la trayectoria humana y vital de Ameztoy en un
texto titulado, Con Vicente Ameztoy. Mirando a las señales lumínicas.
Es admirable la humilde y melancólica
elegancia de Vicente dentro de su vieja gabardina. Es que hay resplandores que
surgen del fondo de los cuerpos y de las palabras.
—Me voy, ¡hasta otra! A ver si veo a Pasolini,
que tengo que avisarle de que todavía hay velitas de cuidador de ovejas. ¿Cómo
les llamas tu? Cocuyos.
Y se aleja Vicente, con su gabardina
color castaña volando, haciéndose más pequeño y luminoso.
Joseba Sarrionandia, Con
Vicente Ameztoy. Mirando a las señales lumínicas
Por otra parte, Fernando
Golvano estudia el interés del artista por los mitos del doble y la
metamorfosis, cruciales para entender el trabajo que desarrolló desde finales
de los años sesenta.
(…) diríase que toda su práctica pictórica quedaría
cifrada por una singular atención a las metamorfosis de lo existente, a su
clausura significante. La preceptiva realista o naturalista devenida en
tradición pictórica queda abolida así en un juego de formas nuevas para
enunciar lo real-imaginario. (Ameztoy) Ilustró esa facultad que permite el
juego de las dualidades y las transiciones en una doble dirección. Recordemos
las más sobresalientes: entre lo humano y lo vegetal, entre los géneros y
entre las identidades sexuales, entre la naturaleza y lo urbano, o lo sagrado y
lo profano.
Fernando Golvano, Ameztoy:
paisajes de la metamorfosis, lo profano y lo sagrado
Javier Viar, comisario de la
exposición, analiza en el texto titulado La invasión clorofílica la obra
de Ameztoy desde un punto de vista histórico-artístico, no sólo su importante
corpus pictórico, sino una práctica artística que se expresó a través de
dibujos, grabados, carteles y objetos escultóricos de todo tipo, enmarcando su
trabajo en el contexto del arte vasco e internacional que le tocó vivir. También
comisaria de la muestra, Miriam Alzuri repasa en una cronología los principales
aspectos de la trayectoria profesional y personal de Vicente Ameztoy, a la que
añade una selección de textos críticos.
Esta completa revisión del trabajo
de Ameztoy que abarca desde su obra de juventud de finales de los años sesenta
del pasado siglo (hasta ahora escasamente conocida) hasta sus últimos trabajos,
de poco antes de su fallecimiento -en 2001- se realizará a través de 36 pinturas,
además de una selección de obras sobre papel. Tras su paso por la Sala Goya del
Círculo de Bellas Artes, la muestra se presentará en el Museo de Bellas Artes
de Bilbao a partir del 12 de febrero de 2020.
Sobre Vicente
Ameztoy
Ameztoy fue un artista precoz con una
formación fundamentalmente autodidacta, que se nutrió de lecturas, viajes y
visitas a museos y que fue estimulada por un entorno familiar acomodado y
culto. En 1959 expuso por primera vez en público en una muestra colectiva
organizada en San Sebastián por los artistas de la generación anterior y a
partir de entonces su trabajo pudo verse en numerosos concursos y exposiciones
celebrados en Gipuzkoa. En 1964 participó en Madrid en la exposición inaugural
de la galería Juana Mordó, que reunió obras de veintinueve artistas españoles
representativos de los nuevos lenguajes plásticos. Ese año Ameztoy viajó por
primera vez a París, donde quedó fascinado por la cultura pop y la música rock.
Su primera individual tuvo lugar
en 1967 en la galería Barandiarán de San Sebastián, vinculada al arte vasco más
innovador y al grupo Gaur (Amable Arias, Eduardo Chillida, Jorge Oteiza,
Remigio Mendiburu, José Antonio Sistiaga, José Luis Zumeta y Néstor
Basterretxea). Sin embargo, frente al lenguaje abstracto y el informalismo
característicos de estos pintores y escultores de la generación anterior a la
suya, o frente a las propuestas del expresionismo y del arte conceptual
entonces en boga, Ameztoy y otros artistas coetáneos (Andrés Nagel, Marta
Cárdenas, Juan Luis Goenaga y Mari Puri Herrero, entre otros) van a recuperar
para el arte vasco los lenguajes figurativos como propuestas artísticas
renovadoras. En el caso de Ameztoy, en su obra enriquecida con juegos visuales
tomados del surrealismo más literario y de la pintura de Magritte en
particular, hay también espacio para la ironía y la sátira política,
desbordando las convenciones de la figuración tradicional. En 1973 celebró
exposiciones individuales en San Sebastián y Bilbao, y su carrera se consolidó
en el ámbito vasco, donde su trabajo conseguiría una importante recepción
crítica en cada una de sus apariciones públicas.
Fuera del País Vasco, la obra de
Ameztoy pudo verse con alguna amplitud en Madrid en fecha temprana. En mayo de
1971 celebró en la galería Ramón Durán una importante exposición individual
prologada por el crítico de arte José Ayllón. Durante la segunda mitad de la
década de los setenta, a lo largo de la cual crea sus obras más emblemáticas,
su trabajo logró difundirse fuera del contexto vasco, donde ya era un artista
consagrado por la crítica y el público. En 1975 expuso en Zaragoza y fue
seleccionado para participar en la colectiva New Spanish Painting, organizada
por la Asociación Cultural Hispano-Norteamericana, que se presentó en Nueva
York y Madrid. En 1976 lo hizo en la galería Juana Mordó. Pese su éxito, tras
esta exposición Ameztoy no volverá a presentarse individualmente en Madrid.
Exigente y puntilloso, pinta con lentitud y descubre pronto que es incapaz de
seguir el ritmo de trabajo y de comercialización de sus obras que imponen las
galerías.
Durante los años ochenta, sin
abandonar la pintura, desarrolló un importante trabajo sobre papel en forma de
dibujos, obra gráfica o carteles. En 1990 la Diputación Foral de Gipuzkoa
organizó en San Sebastián la primera exposición retrospectiva de su obra, que
llevó como título Karne & Klorofila y revisó su producción desde
mediados de los años setenta. En 1992 colaboró con el director de cine Julio
Medem en la película Vacas.
El ciclo decorativo que realizó
entre 1994 y 2001 en la ermita de Nuestra Señora de Remelluri, en Labastida
(Álava), constituye el trabajo más importante que Ameztoy afrontó al final de
su carrera. Está formado por siete óleos sobre tablex en los que representó a
seis santos relacionados con la ermita y su entorno, así como una visión del
Paraíso.
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