M. DOLORES GALLARDO LÓPEZ
11.03.2022.- Madrid.- El título del poemario -y de la composición nº14- es toda una declaración de intenciones: los seres humanos caminamos gran parte de nuestra vida “sobre un erial de piedras y amargura” (poema 28, v.27) donde, de cuando en cuando, surgen hermosas flores que nos ayudan a seguir adelante. ¿Son estas flores la poesía, la música, en definitiva, todas aquellas artes que nos elevan el espíritu?
Vaya por delante que, en mi modesta opinión, notoriamente destaca en estos poemas de Rogelio Sánchez Molero la armonía verbal, es decir la selección de vocablos que, a la vez, que equilibran un conjunto versos, les transmiten armonía y, por tanto, generan musicalidad. Exactamente como si de una composición musical se tratara. Prueben a leer alguno en voz alta, esforzándose por pronunciar bien. Aunque no tengan la voz grave y profunda de Rogelio o la armoniosa de Carmen Palomero (ambas nos deleitaron el día de la presentación), se sorprenderán.
Consideraciones estéticas aparte, este librito requiere una lectura reposada y reflexiva, que vaya absorbiendo lentamente los pensamientos y reflexiones, con frecuencia duras, que el autor ha ido desgranando en los 34 poemas que lo conforman.
Hermosas composiciones que nos hablan de búsqueda interior, de soledad reflexiva, de la dignidad debida al ser humano; de desolación y angustia, pero también de fe o, al menos, de su búsqueda. No, no es un poemario de fácil lectura.
Paisaje interior
Ocho composiciones que, con musicalidad y gran belleza descriptiva, reflejan el desasosiego de un alma que, por vericuetos y caminos a veces tortuosos, busca encontrarse a sí misma, saber dónde se encamina, qué sentido tiene el mundo que nos rodea:
“En el fragor cierto de los días lentos/ con olor a prisas y sabor a hierro,/ me encuentro de frente con este dilema: alma y vacío” (poema 8)
“Contaré al revés. Cerraré los ojos. /Daré trompicones con mis convicciones”. (poema 10).
Mercaderes del templo
Tríptico dedicado a los nuevos mercaderes, que hoy como antaño, sólo persiguen su propio beneficio:
“Se han inventado nombres sin sentido;/crecimiento cero/inflación galopante/prima de riesgo/centros de internamiento/mercado de futuros…/¡Ridículos y vanos eufemismos/con que tapar vergüenzas y pecados! (Poema 28).
La Shoá
“Después de Auschwitz escribir poesía es un acto de barbarie”, escribió Th. Adorno. No, decididamente no. Hay cosas que no se pueden, que no se deben olvidar. Nunca. Jamás
Un querido profesor mío, cuando nos preguntaba en clase algo suficientemente explicado en días anteriores y no lo recordábamos, solía decir: “Srta.
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NO existe el derecho a olvidar, existe la triste condición de que olvidamos”.
NO, Auschwitz y la Shoá no se deben olvidar. Y la poesía ayuda… cuando se trata de composiciones tan bellas, escalofriantes e impactantes como el tríptico que Sánchez Molero presenta en este librito: “Tirano”, “Los números”, “Los trenes”. Escenas tremendas, horribles, bestiales… pero de necesario recuerdo: “Los pueblos que olvidan su historia, están condenados a repetirla”, se lee en el bloque nº. 4 de Auschwitz.
Meritorio esfuerzo ha sido incorporar la traducción de estos tres poemas en hebreo.
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En definitiva, un excelente poemario para degustar a sorbitos, como los buenos vinos. Muy cuidado y bien presentado en todos los aspectos, a lo que contribuye, sin duda, el collage de la portada, obra del multidisciplinar artista y querido amigo Francisco Recuero.
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