miércoles, 15 de febrero de 2023

Ha fallecido el profesor arabista Pedro Martínez Montávez


Pedro Martínez Montávez (1933-2023)


L.M.A.

            15.02.2027.- Madrid.- Con motivo del fallecimiento del profesor Pedro Martínez Montávez (1933-2023), publicamos el artículo que el Víctor Morales Lezcano publicó en su día sobre su obra.

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Entre el sur de Tarifa y el norte de Espartel: 

al-Ándalus de Pedro Martínez Montávez (1933-2023)


Víctor Morales Lezcano


  La Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes (Almería) sacó un nuevo título remarcable en su colección de estudios andalusíes. Su autor, Pedro Martínez Montávez, fue estudioso del mundo árabe contemporáneo, catedrático de esta materia durante bastantes años en la Universidad Autónoma de Madrid (además de rector de la UAM) y profesor emérito. Martínez Montávez no es una  personalidad académica desconocida, que digamos, en los círculos culturales españoles que durante los últimos cuarenta años han ido aproximándose al mundo árabe-islámico, así como a las conexiones y herencia, vivas en parte y arqueológicas también, que tuvo con el mundo hispano durante los siglos de su gestación. Este es, precisamente, uno de los ejes que vertebran el título de la Fundación almeriense, “Significado y símbolo de al-Ándalus” (2011), al que nos referimos. Porque si alguna región de España tuvo, por razones confluyentes, no ya meras conexiones con el mundo árabe-bereber, sino una dilatada y secular “vividura”, aquella región fue al-Ándalus. Entendiendo al-Ándalus y el legado andalusí no estrictamente reducido a lo que hoy reconocemos como Andalucía, sino como un conjunto territorial y cultural con raíces y ramificaciones en todo el Levante español hasta alcanzar la frontera del Ebro; y, de otra parte, hasta el Algarve portugués y las tierras de la vasta Extremadura.

España, al-Ándalus y Mundo Árabe constituirían, según el profesor y culturalista que fue Martínez Móntavez, un triángulo equilátero, cuya base residiría en el puente tendido que supuso el territorio ibérico donde terminaron por implantarse durante siglos los ocupantes de la romana y visigoda Hispania desde el 711 (“annus dei”). Y no, desde luego, sin encontrar resistencias cristiano-visigodas desde el “santuario” cristiano galaico-asturleonés; sin olvidar las estribaciones de Vasconia y los aledaños pirenaicos.

Todas las páginas de la antología que se nos ofrecen en “Significado y símbolo…” conforman una vitrina en la que se muestran argumentaciones y opiniones encontradas que han ido elaborando arabistas (Asín Palacios y García Gómez), historiadores (Sánchez Albornoz y Américo Castro), estudiosos y creadores literarios procedentes del mundo árabe mismo: casos del poeta sirio-libanés Adonis y de Suleiman el-Attard, cervantista egipcio, con quien me unió una cordial amistad durante sus años de residencia en Madrid en calidad de director del Instituto Egipcio.

Como una suerte de divagación sugestiva, Martínez Montávez agrupó en esta antología de su “opera minora” −y no tan “minora”− tres contrafuertes temáticos del eje hispano-árabe: el atinente a los moriscos y su expulsión última de los reinos de España en 1609; la percepción que Cervantes tuvo de la realidad compleja de la “aljamía” que se había ido generando desde la caída del residual reino de Granada en 1492, hasta alcanzar el turbulento final de la primera mitad del siglo XVII en lo que ya, entonces, se llamaba España. El último contrafuerte temático que abordó Martínez Montávez se basó en los tanteos y aproximaciones publicísticos a través de cuyas páginas nuestro autor se fue ido aproximando a la obra de Américo Castro. Es sabido que Castro, ya sexuagenario, promovió en su etapa de ilustre profesor exiliado en la Universidad de Princeton (New Jersey) una empresa intelectual ambiciosa. En las reflexiones del profesor Martínez Montávez sobre Castro, vemos con claridad los pasos que conducen a un arabista universitario de oficio a la plataforma cultural antes aludida, donde se lidian reflexiones intelectuales de mucho calado sobre el “cisma” que provocó “La realidad histórica de España” desde su primera edición en el ya lejano año 1948, bajo el título “España en su historia. Cristianos, moros y judíos”. Del profesor Martínez Montávez no son desdeñables los textos de conferencias, artículos de revistas, e incluso, de entrevistas transcritas que abordan cuestiones tan críticas como el reiterado desencuentro y reencuentro entre Occidente e Islam; o sea, el tránsito de una percepción monolítica de las culturas, al multiculturalismo e interculturalidad de la Europa de los decenios de los años 80 y 90 del siglo XX; alcanzándose, por entonces, la cima de la enemistad entre los dos referentes culturales que supuso el 11 de septiembre de 2001 (al ser desmoronadas las Torres Gemelas).

Predomina en las páginas de “Significado y símbolo…” el sello propio de un arabista de peso, de un comunicador nato de sus agudas reflexiones sobre el fenómeno del diálogo −y sus equívocos− entre esos complejos componentes de la historia universal que llamamos culturas. No faltan en el libro de marras las observaciones cautelosas, no exentas de escepticismo, sobre la retórica que impregna de un tiempo a acá a muchos medios de comunicación, volcados en el espinoso tema del antagonismo o de la alianza de civilizaciones.

La antología tuvo el acierto de salir a la luz con los auspicios de la Fundación Ibn Tufayl, reforzado con el hecho de haberse cumplido trece siglos (711-2011) del “desembarco” que vino a imprimir huella (todavía indeleble) en los territorios y gentes de la península Ibérica. La imagen que se acaba de evocar, a propósito, es de factura “albornociana”, y procede del clásico volumen que Sánchez Albornoz intituló “España: un enigma histórico”. La efeméride del año 711 pasó un tanto desapercibida. No es justo que así ocurriera; pero ¿quién puede impedir que la sombra alargada del tiempo presente se proyecte sobre el pasado −y, a veces, del revés− hasta desdibujarlo de la memoria del común, sea por conveniencia política, o sea por distorsión intelectual del enfoque occidental del tema?

Sin embargo, proclámese que estamos de enhorabuena con esta “opera minora” (y no tan “minora”), que debemos, desde hace tiempo, al profesor y amigo, Pedro Martínez Montávez, que se ha ido, aunque su recuerdo quede para siempre con nosotros.


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