Celebración Eucarística en la Real Basílica desde la entrada al templo
Escolanía de la Real Basílica, dirigida por J.M. Abad
Julia Sáez-Angulo
28/8/23.- Escorial.- El escritor don Ramón María del Valle Inclán decía que lo mejor de la Iglesia Católica era su liturgia y lo mejor de la Monarquía, las cabezas coronadas y en el exilio. Con sabiduría de siglos, la Santa Madre Iglesia Católica sabe que los hombres y mujeres somos cuerpo y alma y, por eso, la palabra de Dios entra mejor, al tiempo, por el espíritu y los cinco sentidos y nos muestra una bella liturgia solemne, no solo con la palabra seca en un templo desnudo como los protestantes (dicho sea, con todos mis respetos) Todo esto explica la buena liturgia con que los Padres Agustinos de la Real Basílica han celebrado la Eucaristía, el 28 de agosto, en honor de San Agustín en su festividad, un santo que es Padre y Doctor de la Iglesia.
No olvidemos que los Padres de la Iglesia solo llegan hasta el siglo V, a partir de ahí, los grandes teólogos solo serán Doctores.
La liturgia es una puesta en escena sacra, para escuchar la palabra de Dios e impartir sus sacramentos
Ofició el prior de la Basílica, Rvdo. Padre Isidro de la Viuda, en una misa concelebrada con veinte sacerdotes, todos ellos revestidos de casulla blanca bordada en dorado con el Espíritu Santo, tercera persona de la Trinidad que insufla la sabiduría a todos y en especial, este día, a los PP Agustinos, orden monástica que se caracteriza por su alto nivel teológico y docente (y algún célebre hereje). Entre los frailes, los había jóvenes, viejos, africanos, caucasianos, barbudos, lampiños…
No faltaron las fuerzas vivas del lugar: Carlota López Esteban alcaldesa de San Lorenzo y José María Pacheco delegado de Patrimonio Nacional, junto a clérigos procedentes de diversas congregaciones y órdenes religiosas. También monjas, y por supuesto el pueblo soberano de los municipios escurialenses de arriba y de abajo, que veneramos al gran santo de los agustinos.
La Escolanía del Real Colegio, con una treintena de voces blancas -las he contado-, dirigidas por José María Abad Bolufer y Pedro Alberto Sánchez, al órgano positivo (los órganos altos, en descanso), nos envolvía con sus cantos de la misa en honor de San Agustín, de Josep Gabriel Rheinberger y dos himnos, también en honor del gran santo de Hipona. El incienso vino a mitad de ceremonia y hasta mi alergia silenció sus síntomas de estornudo, en señal de respeto. No llegamos al éxtasis, pero los cinco sentidos estaban en arrobo.
El prior leyó la homilía en la que comenzó hablando de las numerosas memorias que se escriben en nuestros días, para ganar celebridad o dinero… en general “para lectores de escasa cultura” (¿?). Todo esto para subrayar el valor de las “Confesiones de San Agustín”, “obra sangrante”, “de heroica desnudez” escritas de cara a su propia conciencia y sobre todo ante Dios.
(El financiero Joaquín Abós me contó poco antes de entrar en la Basilíca, que la alcaldesa laurentina le presentará sus memorias en septiembre)
La vida de Agustín de Hipona (354-430) discurrió por las palabras del prior, quien recordó la visión y escucha del santo a las palabras latinas “Tolle, lege”, “toma y lee”, en un huerto de Milán, algo que le llevó a leer la célebre epístola de San Pablo: “procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo…”, palabras que le llevaron a convertirse y abandonar su vida disoluta. No faltó el decisivo recordatorio de santa Mónica, que se tiró años y años rezando por la conversión de su díscolo hijo, hasta que logró de él un cambio de ciento ochenta grados, hasta hacer del mismo un obispo y gran santo de la Iglesia.
Al terminar la liturgia, paso yo a la sacristía, desde donde escucho de algunos que, de esta estancia han salido obras de arte del Real Monasterio “para Madrid” - hablan, a veces, como los nacionalistas que ven en Madrid, la encarnación del diablo. Pepón, antiguo alcalde, reprochó en voz alta y en su día esta pérdida artística paulatina del Monasterio. Seguidamente, fuimos al Refectorio, a medida que voy viendo, saludando y escuchando antiguos conocidos como el casi nonagenario padre Prometeo; el cura padre Peixoto, con su imperdible acento portugués; la amorosa enfermera Lola Jabato; el representante de los Padres Maristas…
Hablo con el Dr. Florentino García, quien me recuerda su empeño en lograr una calle en San Lorenzo, para el escritor José María Sánchez Silva: “Madrid tiene una calle con su nombre, desde hace muchos años y no hay manera de concederle otra en San Lorenzo, pese a su literatura y los muchos años que el escritor residió aquí. Hay nombres de calles de otros, con menos méritos. He entregado toda la documentación a la nueva alcaldesa y veremos”. “En los poderes locales hay algunos brutos y cacicadas”, me sopla al oído una voz, con rescoldo malévolo.
Me presentan a Pablo Larrea, antiguo gerente y delegado de Patrimonio Nacional. Hablamos de la incoherencia de que no haya cisnes en los estanques del Real Sitio, desde hace dos años, con la extravagante explicación de fuentes aledañas, de que se los comen los zorros y no tan zorros (¡tanta hambre hay en España!).
“Es una cuestión de estética”, Larrea convencido y sonriente el antiguo gerente. “¡Los cisnes van con la poética del lugar!”, apostillo yo, que me he crecido, ante otro entusiasta con la presencia de estas aves acuáticas. Hay que hacer algo para que vuelvan, porque son al Real Sitio, como el punto a la i, el remate superior a un yelmo o la cimera al escudo. Manca fineza, que dirían los italianos.
No me quedo al almuerzo del Refectorio, porque nadie me ha invitado. Me he conformado con avanzar por el corredor de los pasos perdidos del Real Monasterio y ver, saludar o conversar con los asistentes.
Regreso a Parque Real, al lado Prado Real -porque aquí, todas las urbanizaciones son reales- (de res rei en latín, no piensen en realezas), donde se encuentra mi casa. Desciendo por la cuesta de Matías López el antiguo fabricante de chocolates, que bordea los gruesos muros de la Casita del Príncipe. A esta cuesta la llamaban, a primeros del XX, la de Mata-colegial, debido a que por ella subían, desde la estación del tren, los alumnos del Real Colegio de Agustinos, con todo su matalotaje en burros -el taxi era minoritario-, para pasar el curso escolar en el internado. Todos tenían que llevar hasta su colchón de rayas individual, como hizo Pedro Sánchez al llegar a La Moncloa. Era cuestión de higien y no contagios.
Vuelvo a mi vida de eremita en mi celda, con el ordenador, mirando al monte Abantos. Me ha parecido divisar a san Agustín entre nubes y le he implorado por varias causas serias de mi vida, además de por el regreso de los cisnes al Real Sitio de El Escorial.
Pedro Alberto Sánchez ante el órgano positivo
6 comentarios:
Mira Yuli: Si no te han invitado al almuerzo del Refectorio,ellos se lo pierden,porque de ti se aprende mucho y das esplendor allí donde vas .Estoy segura que los cisnes volverán a El Escorial y si es por por intercesión de San Agustín ,dalo por hecho.
Gracias por tus crónicas Escurialense,que llenan nuestros veranos de glamour,arte y cultura.
Saludos Costasoleños.
Muchas gracias Julia Sáez- Angulo por esta crónica con tan fantástico recorrido de vivencias y palabras
Un abrazo
Rosario Galván: buenos días, Julia!!!
Gracias por tu crónica, cómo siempre, interesante.
Nosotros también tuvimos la oportunidad de gozar de la Escolanía y en la Misa.
Un gran broche final ya que, después de comer, en S.Lorenzo, vinimos a Madrid.
Cristina Alberdi : Gracias Julia yo también echo de menos los cisnes..
Una maravilla. Muchas gracias por el artículo, estupendo como siempre. Un mundo fascinante, pleno. Historia, cultura, belleza. Reenvío a mis amigos. Notable.
Muchas gracias, Julia, por tus crónicas. San Agustín era el nombre de mi colegio secundario, a cargo de padres agustinos.
Sentí la emoción de estar ante la tumba del Santo en Pavía. Nuevos saludos,
Raúl
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