Julia Sáez-Angulo
Fernando Ureña, artista dominicano, es el creador del primer Museo de Arte Latinoamericano en la Web. Recientmente expuso en Portugal y muy pronto lo hará en la Fundación FIART y la Casa de América en Madrid.
Nació en la República Dominicana y es un puntal de las artes en América Latina. Se formó en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo y, después, amplió estudios en diversos países de Europa y América, particularmente en España, Estados Unidos y Canadá, en este último ejerció la docencia durante un período prolongado antes de reinstalarse en su país. Fernando Ureña Rib (Santo Domingo, 1951) tuvo como gran maestro a Jaime Colson y como buen amigo literato, al poeta Pedro Mir, porque también escribe narrativa. Ha creado el gran Museo de Arte Latinoamericano en la web, punto de referencia, exposición y consulta de la nómina más granada de artistas latinos, en la que uno debe de estar para ser. Los artistas saben que su opinión tiene autoridad. Su pintura, de espíritu refinado y cierta estética caribeña, representa con frecuencia la figura humana, sobre todo el desnudo femenino o bodegones mágicos que se aproxima a la abstracción. Es un colorista espléndido y muchos de sus trabajos se divulgan a través de las infografías o lienzografías. Recientemente ha expuesto en Lisboa y próximamente lo hará en Madrid.
Hablamos del mundo artístico y enfatiza: “El arte es sobre todo, comunicación. Es la primera y más antigua forma de comunicación humana. Trasciende las limitaciones del lenguaje y del idioma, porque funciona, no tanto con el intelecto, sino con los sentidos. Mientras en el lenguaje la palabra es lo esencial, en el arte el mensaje se comunica a través de imágenes, visuales, auditivas, táctiles. El arte viene dado, como afirmara Benedetto Croce, y más tarde Borges, en la forma. El arte transforma el sentir en algo sensible y memorable. No olvidemos que la memoria está hecha de imágenes, es decir, de experiencias. Por eso creo que el arte verdadero responde a experiencias de la vida humana, vale decir, de la cultura.”
Renacimiento, época favorita
Le pregunto por sus referentes y dice: “Mi época favorita es la del Renacimiento italiano y dentro de él Bottcelli. Pero la lista podría ser interminable y abarcadora, pasar por los flamencos, llegar a la Francia del Siglo XVII, volver a Velásquez y transitar por los fabulosos maestros españoles de finales del siglo IXX, cruzar el canal y quedarme en Londres con el grupo de los Pre-rafaelitas. Sin embargo, en el siglo XX me quedaría definitivamente entre los maestros latinoamericanos, por su tremenda fuerza innovadora”.
El cuerpo humano es motivo importante en su pintura y lo explica: “Es una experiencia de vida, de infancia, diría. Mi madre era modista y vistió generaciones de novias dominicanas. En el taller de mi madre, donde yo la ayudaba desde niño, las chicas se vestían y desvestían en mi presencia. Creo que esas experiencias primeras de la vida marcan ciertas preferencias temáticas en el artista. Por otra parte mi maestro fue Jaime Colson, un humanista y apasionado del desnudo, quien vivió entre Barcelona y Madrid una vez pasada la Primera Gran Guerra. Con él y con el maestro serbio Josef Mejsner aprendí muchos secretos sobre la pintura del desnudo. Con los años me he dado cuenta de que la mujer es el ser más poderoso de la tierra. Y de la historia. No me refiero al poder político, que es pasajero, sino a aquel de ejercer innumerables transformaciones en la sociedad, desde la cuna. La mujer desnuda es para mí un símbolo de libertad y de poder”.
Fernando Ureña trabaja por series pictóricas: “Sueños, pesadillas, formas, humanas, órficas, biológicas, orgánicas, oceánicas, lúdicas, carnavales, máscaras, atuendos... todo me interesa. La serie Orgánica vino luego de Crisálidas, en ella existen transformaciones constantes de las formas. La variante de Oceánica se refiere a la vida submarina, una especie de reinvención de ese mundo maravilloso. En estas obras predominan las líneas curvas, formas que se buscan, que se tocan, que se envuelven en sí mismas. Técnicamente predomina el claroscuro, a la manera de Caravaggio, pero la intención es distinta. En Oceánica el mundo es mucho más tropical y es el sol caribeño lo que invade las formas”. Para mí no existe la abstracción absoluta. Todo está dado en la naturaleza, las manchas, los grumos, las chorreaduras. Creo que lo importante es tanto lo auténtico y creativo de las formas como la calidad de la ejecución”.
Arte como crisol y fusión de tendencias
Onirismo y futurismo laten en su pintura: “El arte de hoy es un crisol, una fusión de tendencias y de visiones. Eso enriquece la obra. Esos movimientos son parte de nuestra tradición pictórica occidental y en los pintores más recientes, esas ideas se renuevan y toman nuevos giros. Hay modas, variables y hay las constantes. El futurismo fue una moda. El onirismo no, porque nos refiere al sueño que es una constante humana desde el tiempo de los iluministas persas, de los pintores sintoístas, de los indios iroqueses, los mayas y los taínos. Nos refiere a una cierta capacidad de trasladarnos a regiones remotas del espíritu”.
“Después está el color, donde la correspondencia es obvia. Se da en todas las disciplinas: en la música, en la danza, en la literatura. Un mundo sin color sería dolorosamente triste. El dibujo es primero, es lo más cercano a la idea original, es puro e inmediato. El color da consistencia, sentido de realidad al dibujo y lo impregna de innúmeras sutilezas, de fuerzas vectoriales. Por otro lado, pinto siempre al óleo. Gracias a las nuevas tecnologías, esa materia tan antigua alcanza brillos inusitados y tiene hoy más que nunca una tremenda vitalidad. Me gusta mucho su ductilidad y su permanencia en el tiempo”.
La escultura es otra parte de su trabajo: “Mis esculturas son las que originaron mis formas orgánicas. Talladas en madera noble, como la caoba, formas que tenían una relación directa con el cuerpo humano y con la naturaleza. Son piezas de gran serenidad y de belleza plástica que inspiran a acariciar, a tocar. Creo que la escultura se hizo para ser tocada”.
-Además están las lienzografías. “En realidad no se trata de algo nuevo. Es una forma de dar a conocer la imagen, de difundirla a través de la imagen digital sobre lienzo. El éxito de las lienzografías se debe a que son sumamente atractivas y a su bajo costo”.
Fernando Ureña estudió un tiempo en Madrid y lo recuerda: “Cuado vine por primera vez n España tenía apenas veinte años. Yo pasaba días enteros en el Museo del Prado y en el Casón del Buen Retiro. Luego me iba a pintar al Círculo de Bellas Artes. Creo que esa interacción fue determinante en mi carrera. En Canadá aprendí mucho, pero sobre todo enseñé. Era profesor de la Universidad Concordia y me daba mucha alegría compartir con los alumnos lo aprendido en Europa.
Un museo clave de referencia
-Usted ha creado un museo latinoamericano en la Web ¿No podría resultar un gueto?
-Yo creé el http://www.latinartmuseum.com/ en 1994 cuando no había mucha información sobre los artistas latinoamericanos. Hoy tenemos más de quince millones de hits. Es una fuente de consulta obligada sobre los artistas latinoamericanos. Pero no es un gueto, es un sitio abierto que cada día crece, con nuevos artistas provenientes de todo el mundo que quieren mostrar su obra. Esto lo hacemos a través de http://www.fundacionurenarib.org/
-¿Qué actividades contempla realizar en su Fundación?
-La Fundación Ureña Rib quiere dar acceso a los artistas jóvenes para que muestren su obra y defiendan sus puntos de vista. Es muy abierta. Latinoamérica posee una rica cultura visual prácticamente desconocida en Europa. La Fundación tiene como objetivo dar a conocer esos valores.
-¿Cómo está el circuito artístico en la República Dominicana? ¿Cómo es el ambiente de los artistas?
-Al igual que en toda nuestra América, hay una gran efervescencia, mucho talento y figuras que se apuntalan como indiscutibles creadores. También hay, igual que en todos lados, la triunfante mediocridad que estimulan algunos medios e instituciones.
-Cuando escribe ¿piensa en imágenes? Cuando pinta, ¿imagina relatos sobre lo pintado?
El arte es siempre imagen. Cuando escribo imagino. Cuando pinto no pienso, dejo fluir las imágenes mentales directamente al lienzo. En eso consiste la diferencia. Muchas veces abandono el lienzo, sin embargo, por una idea para un cuento o abandono el relato porque me asaltan las imágenes de un cuadro.
-¿En qué medida le influyó en la pintura su amistad con el poeta Pedro Mir?
-El poeta Pedro Mir influyó mucho más en mi escritura que en mi pintura. Nos reuníamos todas las semanas para hablar de estética y poesía. El es un poeta venerado precisamente por la fuerza de sus imágenes poéticas. Y en esto Horacio tenía razón, la poesía es como la pintura. El color del poeta es la palabra y lo que importa es cuál es su ubicación, cuál es su tiempo. No es lo mismo colocar verde y luego rojo que hacerlo al revés, los resultados pueden ser contraproducentes.
-Usted parece una persona hiperactiva: dibuja, pinta, escribe, organiza, gestiona...
-Nada de hiperactivo. Creo en la serenidad, en la paz. Como un monje, el artista tiene que crear sus espacios sagrados para la creación. Es importante no dejarse invadir por seres o intereses extraños, por gente que te ocupa y te roba el tiempo y el espacio. Amo el rico silencio de los libros. Como todo el mundo tengo mis espacios de intimidad y mis espacios sociales y de diversión. Dicen que uno tiene que diversificarse para existir. Eso es todo. Mi taller es como un templo hecho para el recogimiento y la meditación. Solo entran los elegidos.
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