L.M.A.
El fotógrafo Javier Abella ha expuesto en la galería Arte Contemporáneo de Madrid su serie sobre la Flor del Ceibo, composiciones y variaciones sobre una flor diminuta que la cámara del autor agranda y magnifica hasta convertirla en icono de su concepto artístico. Icono en rojo y negro de una gran fuerza plástica
Abella que venía de Italia, se dejó seducir por una pequeña flor de terciopelo rojo en un árbol exótico de Motril y descubrió en ella el tono exacto de la pintura del Renacimiento que acababa de contemplar. Recordó el dicho de que la naturaleza imita al arte y lo corroboró. ¿Cómo se llamaría aquel árbol, aquella flor? No es cómodo amar algo y desconocer su nombre, aunque su objetivo fotográfico se empeñó en perseguir la vida de aquella flor durante 24 horas sin dar tregua a la cámara. Un día en la vida de una flor. Quería que conocerla en todas sus modulaciones posibles, por la capacidad de sugerencia en cada grado de sus giros.
Aquella flor con la simple variación de su estar se hacía masculina, femenina, coqueta, evocadora... La naturaleza es siempre copulativa. Una metamorfosis sin fin. Si se fragmentaba la imagen, seguía buscando el encuentro, organizaba cortejos... Cada recorte de la imagen de la flor admitía hasta tres posiciones equilibradas. Un lenguaje diferente. Algunas revelaciones parecían flotar en el espacio y buscar las tres dimensiones. El gozo del autor llegaba al éxtasis.
El fotógrafo leía la novela Rojo y Negro de Stendhal y vio también en ello cierta coincidencia con su flor, con su trabajo de revelado, manipulación y composición. Allí estaba la textura de su flor, el rojo intenso que el paso del tiempo iba matizando de formas al abrirse o de manchas, al oxidarse. Los resultados ópticos eran inmejorables. El negro del fondo daba acogida a los rojos a modo de lecho. Cortejo del tutor de los niños a la esposa del alcalde en el libro stendhaliano; cortejo de las flores en formatos alargados de mural o de cuadrados en equilibrio en la obra del autor.
Fotografía con visos de pintura, reflejada en lienzos. Pintura, donde el color proviene de la fotografía y los pinceles de la sabia manipulación del artista en su estudio y laboratorio. Lo ha explicado muy bien Joan Fontcuberta: “La foto digital permite volver a la pintura, de la pincelada a pincela del pintor, al píxel por píxel del fotógrafo digital (...) La foto analógica solo fue una interrupción momentánea de esa continuidad”. Javier Abella Meléndez tomó de su apellido y sus genes el gusto por el bodegón y lo trabajó en su obra.
Finalmente, nuestro fotógrafo acudió al Jardín Botánico y allí le dieron referencias sobre su amada: Era la flor del ceibo, también conocido como árbol del coral; eritrina crista-galli, su nombre latino y científico; flor de coral o pico de gallo, su denominación popular... Es la flor nacional de Argentina y Uruguay, porque se da sobre todo en Sudamérica. Es la flor que da imagen a las veintisiete piezas de Javier Abella en la última serie fotográfico/pictórica expuesta en Arte Contemporáneo.
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