Julia Sáez-Angulo
Ruslán Galazov, artista hispano-ruso, ha expuesto recientemente en el Centro Cultural de Trocadero, en París. El pintor cultiva principalmente la pintura figurativa en la que se deslizan, con lenguaje poético más que realista, temas de su tierra de origen y la del presente: Osetia del Norte y España. La figura humana, el paisaje, los bodegones, floreros y retratos, constituyen, entre otros el rico repertorio del autor.
Ruslán Galazov trabajó como periodista y escritor en Rusia hasta los 90 en que se trasladó a España y fue la pintura la que captó su capacidad creativa en el nuevo país de residencia. Una pintura que se ha llamado la atención por la singularidad de su lenguaje, que dota de señas de identidad reconocibles a su obra, objetivo de todo artista.
En esta exposición para Moscú, cabe hacer dos apartados, por un lado, visiones evocadoras de la Osetia rural, como una Arcadia feliz o paraíso perdido, y, por otro, escenas exóticas del mundo de los toreros en España.
Ruslán recrea con su paleta básica de colores fríos –verdes, azules, blancos- el mundo de los campesinos del Cáucaso, que viven, cantan, se enamoran o brindan con sus peculiares ritones de cuerno de toro. El pintor cultiva cierto repertorio icónico en sus cuadros: los ritones caucasianos para beber, peras, manzanas, flores muy particulares o cortinajes que facilitan su identidad. Los instrumentos musicales aparecen igualmente en sus lienzos, no en balde, en su familia hay pianistas e interpretes de clarinete y de oboe.
Las montañas de las tierras caucasianas, con frecuencia nevadas, son el fondo habitual de los cuadros y sirven al pintor para trazar los ritmos que caracterizan sus composiciones. La melancolía envuelve las obras de este autor y dota de una poética muy particular al trabajo del artista.
En la serie Toreros enamorados, el pintor ha querido plasmar el cromatismo intenso de los personajes de la fiesta taurina española. Hombres vestidos con trajes de luces, que después del triunfo en la plaza ante la fuerza del toro, encuentran su verdadera victoria en el amor. Un hermoso pretexto para el color en unas escenas no exentas de cierto humor e ironía.
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