Jaume Estartús
Julia Sáez-Angulo
22.10.09.- Madrid.- Es hombre de ciencia y de humanidades, un renacentista de nuestros días. El foco vital de Estartús, a partes iguales o casi idénticas –si es que la pintura no devora con creces al Doctor en Medicina- se debate entre el arte y la consulta. Su consagración a la pintura es tan fuerte que, cuando expone al público, sus obras fascinan al espectador y se adquieren hasta en tiempos de crisis. Recientemente mostró su último trabajo plástico en la madrileña galería Victor i Fills. Actualmente prepara un libro antológico sobre su obra, que se presentará en primavera de 2010 en Madrid y Barcelona.
A Jaume Mestres Estartús (Barcelona, 1949) le gusta reflexionar por escrito y en voz alta sobre el arte: “La vida de un hombre y la acción de pintar están indisolublemente unidas. Creo que la posible dotación de talento para cualquier manifestación artística tiene una determinación genética. El artista nace, no se hace; otra cuestión es el grado de habilidad para la ejecución de una obra que esto sí que puede ser enriquecido o madurado por una formación artística o intelectual más o menos académica. Pero el talento, no para la ejecución, sino para la concepción de una obra es más primario, más visceral, más vital y mucho más autónomo en cualquier artista.
Yo empecé a garabatear paredes a los tres años para desespero de mis abuelas (no de mi madre que me dejó huérfano a esta edad) y cuentan que mi regalo favorito en mi infancia eran las cajas de lápices y tizas. Desde que recuerdo he pintado durante toda mi vida”.
Sin embargo su comienzo profesional estuvo en la Medicina: “Desde pequeño tuve expresamente prohibido por mi padre el dedicarme a cualquier manifestación artística, pues no lo consideraba ni serio ni formal ya que lo equiparaba a una vida bohemia desconfiando de la posibilidad de hacer de la pintura un medio de vida por lo que nunca tuve su apoyo. Para poder estudiar Bellas Artes, tuve también que matricularme en Arquitectura y en Medicina. Me licencié en 1974 y me doctoré en 1977. Tengo que agradecer sin embargo que estos estudios me permitieran el vivir para pintar y no el pintar para vivir. Ciertamente es un privilegio, ya que te permite hacer lo que realmente sientes prescindiendo de arropar o adornar los aciertos, porque esta actitud suele ser fatal, se estará confundiendo creatividad con buen hacer, y el acierto superficialmente grato con el arte”.
Habla de sus maestros: “No sé si referenciales porque es evidente que aún de forma inconsciente nuestra retina asimila lo que nuestro cerebro después procesa, almacena y luego puede ser que en muchos casos termina por fagocitar. Le listaré los maestros más admirados por mí: en un primer grupo situaría a Turner, Sisley, Sorolla, y Gimeno. En un segundo a Redon, Derain, Kandinsky, Poliakoff, Münch y Ludwing-Kischner. En el tercero a Séller, Matisse, Ernst , Picasso, Gris, Delaunay, Braque y Pollock. En el cuarto a Tapies que siempre me ha fascinado por su capacidad de transmitir un mensaje sintético, unidireccional y con pocas referencias estéticas en general pero con una gran dosis de autenticidad y honradez pictórica.
Trabajo sobre planchas de cobre, plomo y aluminio
De consejos y técnicas pictóricas: “Durante los estudios de Bellas Artes, más que aprender lo que debía hacer, aprendí lo que de ninguna manera quería terminar haciendo. No querría dar la impresión de presuntuoso, pero creo que el mejor consejo plástico que puede uno recibir es que nunca te den ninguno. Es probable que cualquier “consejo” te lleve a que los cuadros solo tengan buen gusto y es precisamente el “buen gusto” ( el gusto de una época, los cánones de la sensibilidad o moda imperante) quien pinta ese cuadro. Ese es un peligro que siempre hay que mantener a raya. El pintor de genio, el artista con personalidad, es capaz de sobreponerse a ese gusto y crear su propio lenguaje, en un proceso que puede ser complicado o menos, más intuitivo o menos, más consciente del contexto en el que se utiliza su obra o menos, pero en definitiva siempre libre”.
Sobre materiales para su trabajo explica: “Utilizo la pintura al óleo, acrílico, lápiz graso, ceras, grafito y tinta china, sobre soporte de lienzo o cartón. Como material volumétrico empleo arena filtrada de playa , cemento, alquitrán, colas sintéticas, polvo de mármol y resinas de poliéster junto con pasta de hierro. Los collages son por lo general de cartón roto, arpillera, madera y fibras sintéticas. A partir de 1998 cambio el soporte del lienzo por el de las planchas de hierro sometidas a procesos naturales de oxidación y posteriormente tratadas al fuego y distintos ácidos para modular dicha oxidación. También he trabajado sobre planchas de aluminio, plomo y cobre. No soporto ni la acuarela, ni el pastel. Me encanta aplicar técnicas de gratage sobre pintura fresca”.
El acto creativo y el proceso son decisivos: “La filosofía de la vida y la concepción pictórica se utilizan como un medio para expresar libremente las ideas, metas y problemas. Para mí, empezar cada trabajo es sumergirme en una aventura hacia lo desconocido, pues lo primordial es el propio proceso creativo. A lo largo de este proceso surgen recuerdos, ideas o sentimientos, determinantes en el resultado final. El credo es la capacidad que tiene el soporte y la materia pictórica de contener y transmitir emoción, además de construir la forma. Son cuadros dirigidos a nuestro cuerpo, a nosotros como materia espiritual. También están dirigidos a nuestro ojo, por supuesto, pero desaparece la figura de la pintura como intermediaria con otros mundos, y la figura de la pintura como lugar de la belleza. Siguen existiendo cuando se apaga la luz. Están ahí, respiran, pesan crecen, actúan”.
“La filosofía del existencialismo, centrada en el absurdo existencial y en la búsqueda de la libertad personal más allá de toda cultura adquirida y de todo prejuicio, esta detrás de mi obra. Para mí, es un medio de liberar mi inconsciente y desasosiego interior a través de un gesto automático a veces violento que se proyecta sobre la obra. Ahí radica la base del acto creativo, entendido como una proyección psíquica del artista sobre el soporte material de la obra, relegando a un segundo plano el resultado formal de la obra terminada”.
Desde el informalismo catalán al rigor de los materiales
“He intentado sentir físicamente la materia, en un austero y sobrio dramatismo, ajeno a cualquier efectismo retórico. Un mínimo detalle puede cobrar una importancia enorme, puede decidir el sentido de un cuadro que está lleno de recovecos. Pintar para mí es una manera de acercarme a la trascendencia. Un hombre inteligente, capaz de extremar el rigor frío del análisis racional, encuentra en la pintura una manera de decir, de decirse a sí mismo e ilusionarse con ello, que el hombre esté sostenido por un espíritu”.
El informalismo catalán late en su primera obra: “El desarrollo de mi pintura habría llegado a un punto en el que demandaba el paso desde la representación convencional a la de íntima percepción de la realidad. El secreto está en que es imposible contemplar objetivamente un objeto, ya que siempre hay una reacción personal y esta reacción, la mayoría de las veces, no tiene nada que ver con el objeto en sí. El abandono de la figuración fue el resultado lógico de un proceso gradual. Las obra son realidades en sí mismas, no por lo que representan y como objetos reales, provocan una reacción que nos invita a entrar en el mundo personal e íntimo del autor, abriéndonos la puerta a su imaginación, sus pensamientos y problemas, en definitiva, a su realidad más interna. El proceso de creación no es sino el proceso vital, un cuadro es un fragmento de recorrido, un pequeño resumen de la experiencia vivida”.
“He ido depurando mi personal mirado sobre la abstracción contemporánea. La exploración de las posibilidades expresivas de los elementos geométricos, así como de los diversos terrenos del informalismo. Ello dio paso a partir del 2000 al tratamiento recurrente del hierro como soporte ideal para plasmar la sensibilidad condicionada por múltiples inquietudes intelectuales. El despojamiento consiguiente de toda referencia extraña a la materia pictórica misma fue labrando una producción cada vez más exigente, presidida por el afán de alejamiento respecto a los conceptos tradicionales de representación que habían determinado el curso de mi pintura. Esta estética despojada de convenciones, incluida la de la aspiración a cualquier ideal de belleza, se refleja en cada una de las piezas que arrancadas de la realidad, cobran forma y sentido en la profusión de pigmentos y oxidaciones hasta exigir a éstos y al propio soporte férrico en los elementos esenciales de un lenguaje capaz de intentar transmitir la seducción espiritual”.
Más de mil obras durante 40 años en lienzo, papel y chapa
Todos tenemos metas: “Supongo que para cualquier artista lograr que el espectador se interese por su obra, pierda su tiempo en analizarla, trate de comprenderla, sintonice con la misma y termine por emitir un juicio de valor en función de lo que esta le comunique, es la culminación de su realización como pintor. Para mí, sin embargo, solo el hecho de el espectador se pare ante mi obra, aunque esta le incomode, le disguste o llegue a darle arcadas me gratifica mucho más que el que pase por delante de ella sin pararse o le deje indiferente”.
“He pintado a lo largo de 40 años unas 700 obras sobre papel y cartón y más de 600 sobre tela, madera y planchas metálicas. A pesar de lo que dijo Picasso:” el verdadero arte no es pintar un cuadro sino venderlo porque se necesita mucho arte para vender una obra”, tengo que decir que personalmente no me ha interesado demasiado entrar en el circuito de la distribución comercial de mis obras. He llegado a tener aparcadas más de 200 en mi taller varias veces a lo largo de mi vida sin “salir al mercado” a pesar de la insistencia de varios Galeristas interesados en ello. Para mí, una obra que se vende es como un hijo que se va y no volveré a disfrutar. Supongo que en mi caso el hecho carece de valor ya que me considero un privilegiado que no ha tenido que vivir de su pintura. Me disgusta el que se pueda terminar comprando con dinero un trozo de mis vivencias, de mis sentimientos, de mis frustraciones, de mi cerebro, de mi alma, de mi ser en definitiva”.
“Estoy convencido que lo expuesto es puro egoísmo. A quien Dios le hadado la posibilidad de poder ofrecer a sus semejantes una realización artística, adquiere el compromiso y la obligación de mostrarla para su aprobación o su rechazo. Resulta evidente que más tarde o más temprano todo artista sucumbe a éste reto y capitula. También es verdad que en nuestro íntimo ego el que alguien termine hipotecando algún metro cuadrado de su hábitat con una de sus obras, resulta muy gratificante”.
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