domingo, 2 de diciembre de 2012

Ignacio del Río: Impresiones



















                          Cuadros  de la exposición inaugurada el  30 de noviembre de 2012



M.  DOLORES  GALLARDO LÓPEZ



No conocía la pintura de Ignacio del Río. Tampoco a él.

 Acompañar a Julia el pasado día 30 a  la  última inauguración  del artista  ha sido  una  muy gratificante experiencia: he descubierto una obra  excelente  y un ser humano sorprendente.

   No creo que, a estas alturas, pueda yo señalar algo de su pintura  -la fuerza de su trazo, el derroche de color que hay en cada cuadro, por ejemplo- algo que no  haya sido dicho ya muchas veces por excelentes críticos.  Pero sí quiero hablar de la impresión que la maestría de su mano me produjo en la sala El  Hangar,  donde con una macro fiesta en la que se aunaron  poesía, música y pintura se    homenajeaba  al  poeta burgalés  Jorge Villalmanzo,   fallecido hace unos meses.

 En ese lugar pude comprobar  la extraordinaria  rapidez y  habilidad de Ignacio del Río para, en el mural colectivo que allí se hacía, retratar a una persona que casualmente estaba a su lado: unos pocos minutos bastaron y el parecido fue realmente sorprendente. Tras veces  repitió la operación y tres  retratos rápidos  de personas anónimos quedaron  plasmados allí por su mano.      

  No sé  qué pensará hacer con ese mural  el Consistorio burgalés pero en él colaboraron, además del maestro del Río,  jóvenes  pintores locales  como  Verónica Alcácer,  Fernando Arahuetes  (pintor y escultor), Encarna Aguilar, etc… y todos los burgaleses -grandes y pequeños- que  a ello se animaron.

   El  30 de noviembre ciudad de Burgos abarrotó  la hermosísima Sala  de Exposiciones de El Arco de Santa María para  rendir homenaje a  I.  del Río, personaje reconocido,  respetado y popular incluso entre  la gente de a pie de la ciudad, como tuve ocasión de apreciar varias veces  en mi corta estancia  burgalesa.
  
     En justa correspondencia el pintor obsequió a sus paisanos  dejando la impronta de su maestría  en varias páginas  de El Diario de Burgos del día 1 de diciembre. Con el paso del tiempo  en la larguísima trayectoria  del  diario -fue fundado en 1891- ese día será recordado como en el momento  en el que -cosa inédita-  las fugaces  y perecederas páginas  de un periódico se convirtieron en obra de arte.

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