Leopoldo
Fornés, historiador, reflexiona sobre Occidente y sobre Cuba
Julia
Sáez-Angulo
Leopoldo Fornés-Bonavía
Dolz (La Habana, 1938) es un historiador cubano descendiente de españoles,
nacionalizado español, que reside en
Madrid desde 1970. Ante los hizo en Checoslovaquia, de 1963 hasta marzo de 1970,
donde se casó con una checa. Ha publicado diversos libros de ensayo histórico y
traducciones de 1984-2008 en las editoriales Playor, Plaza Mayor (P.R.),
Verbum, Altera y otras. Amablemente ha accedido a esta entrevista, después de presentar al conferenciante Ramón Pieltaín en el Club 567 de Velázquez en Madrid, del que es vicepresidente, sobre “¿Qué es ser occidental, qué significa
ahora serlo y en qué podemos ayudar a mejorar la globalización y minorar la
crisis?"
-¿Qué es ser occidental?
Es una
mentalidad y un proceder basado en la ética de la Toráh judía, los filósofos
grecorromanos y el cristianismo medieval y renacentista, adobado con la
Ilustración, la democracia parlamentaria franco-británica y mucha tolerancia.
Sirve para blancos, africanos, indios, asiáticos y todos aquéllos que
generalmente viven en Europa E y O, América N y S y Australasia. Serviría
también para los continentes no mencionados pero, al parecer, llegará más
tarde.
-¿Cómo mejorar la globalización?
Aunque no soy
“gallego”, ejerzo a veces. ¿La de la economía, la información o la política?
-¿Cómo reducir la crisis?
Es difícil para
alguien de letras como yo. Hacer cosas nuevas individualmente, trasladarse a
otra ciudad, país o sector. No me explico que con tanto economista hoy dentro y
fuera de los gobiernos se haya producido esto que vivimos. La entiendo en 1929
pero en 2007…
-¿Cómo ve el
futuro de Cuba tras las palabras de Raúl Castro?
Raúl ha previsto
–siempre ha sido buen organizador- que el tiempo es su peor enemigo por eso se
ha dado 5 años para “arreglar” el entuerto socio-económico de Cuba y que todo
cambie para que todo quede igual, como decía el príncipe de Lampedusa en su
“Gatopardo”. Sigo viendo nebuloso el futuro democrático de Cuba.
-Como historiador, ¿cómo querría una buena
transición en la isla?
Evidentemente,
con moderación, paciencia infinita, concesiones mutuas y evitar violencias
sonoras. Los cubanos somos expertos en
violencia. La llevamos ejerciendo desde hace 150 para superar problemas históricos
con más o menos suerte. La transición, tranquila, legal y paulatina pues, de lo
contrario, nos precipitamos en otros 50 años de “adaptaciones”.
-¿Ha sido duro o dramático el exilio cubano?
Todos los
exilios lo son. El de los republicanos españoles, mis padres; el de los rusos
vinculados al zarismo primero y después de los demócratas rusos; el de los
judíos que huían del Nazismo. En España, al principio se consiguió un cierto
standard. Los desterrados de la “Primavera Negra” de 2003 más difícil y
últimamente los que llegan están de la
mano de Dios. Y eso sólo en España donde los cubanos no llegamos a cien mil.
Imagínese los dos millones que entraron en EE.UU. Va por épocas y saturaciones
pero en general hay que dar gracias a la Ley de Ajuste Cubano y a que en
Florida Sur se han desarrollado la mayoría. No sin trabajo.
Dicho de una
forma históricamente jocosa, hemos recuperado para España la Florida,
vendida en 1819 por doblones de oro al gobierno de Washington. Intente buscar
allí a algún anglo-sajón que se atreva
a no hablar español. No obstante, todos los cubanos y latinos allí residentes
–incluidos unos 40 mil españoles- hablan inglés. Se desenvuelven mejor que
aquí.
-¿Ha sido particularmente agresiva por parte de la
izquierda europea? Por qué?
La izquierda en
España y en el mundo es compleja. No es uniforme. Imaginaron que Cuba sería el paraíso terrenal. Y nosotros huíamos de
eso. Podíamos parecer unos canallas capitalistas, egoístas y fachas. Creían que era la burguesía, los
dueños de fábricas y racistas explotadores de negros, antes esclavos. Esa fue
la visión de algunos. Bastante simple y tonta. La mayoría buscábamos poder
disponer de nuestro futuro, trasladarnos, ser libres en una palabra. Y algunos izquierdosos no sólo han sido agresivos sino que lo siguen
siendo. Los más ilustrados y sensibles del centro-izquierda ya saben que aquello
es otra tiranía más pero de distinto color y distintas mentiras.
-Vd. eligió
España para residir. ¿Ha sido un país generoso con los cubanos?
Yo llegué a
España procedente de la cárcel de Rotterdam donde nos metieron a mi esposa
checa y a mí para verificar si yo era el que decía que era. Vine a España
porque la mitad de mi familia vivía entre Madrid y Valencia, lugares de
nacimiento de mi madre y de mi padre. Me ayudaron mucho ambos, no me fue mal y
así pude construir una familia. Pero preferí a pronunciar las ces y las zetas
para pasar desapercibido ya que tengo el mismo tipo de cara y tez que todo el
mundo. Es decir, pasar desapercibido. Mimetizarse para proteger identidad y
mitigar el rechazo de cierta extrema izquierda alebrestada. Venía de estudiar en un país europeo del este entonces
–años sesenta-donde primero le miraban a los zapatos para detectar la
nacionalidad que pudiera tener y no meter la pata políticamente.
-¿De qué manera
es la historia maestra de la vida?
Tiene su
enjundia la pregunta pero brevemente intentaré decirle que si no conocemos la
historia no sabremos nada ni de ciencia, ni de religión, ni de filosofía, ni de
aconteceres y entonces estaríamos condenados a repetir los errores y seríamos
unos zotes con ropa incapaces de progresar. Es más importante que muchas otras
cosas. Lástima que mucha gente no lea ni el periódico. La historia, la
filosofía, la religión y las ciencias cuestan trabajo, lectura, horas-culo,
vista y un buen discernimiento.
-¿Qué libro está leyendo y cual recomendaría ahora?
Como me sigue
fascinando la historia leo “Sangre Guerrera” (Killer of men) del escritor americano Christian Cameron, residente
en Canadá, sobre el hijo de un herrero griego de Platea que se hace hoplita y
matador de hombres como el divino Aquileo de la “Ilíada”, en el enfrentamiento
entre persas y griegos en el s. V a.C.
Recomendaría
otro que leí hace poco a instancias de mi hijo: “El Cisne Negro” (The Black Swan) del autor
sirio-libanés-americano Nassim Nicholas Taleb sobre la casualidad en lo
histórico y la imbecilidad que implica atribuir leyes a la historia para
escarnio de ciertos escritores del siglo XIX. Y no digo más. Ambos son
profesores de sus respectivas universidades en Canadá y EE.UU. respectivamente.
-¿Qué proyectos
editoriales o de otro tipo cultural tiene en perspectiva?
Ninguno salvo
publicar las memorias ya escritas y en Cd sobre mis abuelos, sobre mis padres y
los trotes míos por este mundo. Pero es cuestión de dinero más que de tiempo.
Tengo ya publicados algunos libros de historia, especialidad en América y
Cuba, algunos artículos y conferencias
que imparto a veces así como traducciones del inglés, del francés, del italiano
y el checo.
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