L.M.A.
25.0213 .- Madrid .- El pintor Antonio de Ávila (Ávila, 1958) expone sus
últimas pinturas a partir del próximo lunes, día 4 de marzo. El artista sigue
con su serie de macetas y flores de gran belleza formal y cromática. Rosales, rosas,
lirios, orquídeas y otras flores son un buen pretexto para la amplia paleta del
color de sus cuadros. La exposición ha sido comisariada por Manoli Ruiz.
Tomás Paredes, presidente de la
Asociación Española de Críticos de Arte, AECA, escribe en el catálogo:
“Tanto el título de la exposición como el perfume
invitan a la lírica; mas, quiero huir de
la retórica. Jardín, silencio, rincón, perfume, magia, suenan a Soto de
Rojas, a hortus conclusus, misterioso, pero esta pintura es diáfana, pretende
complacer y complacerse”.
“El arte es resultado. De sólito, hablamos de
honestidad, de verdad, de pureza… ¡Señuelos para despistar! Importa lo que
resulta de la manipulación del autor. Antonio
de Ávila es un pintor que vive de la pintura, por la pintura, para la
pintura, en la pintura. A la usanza clásica se ha dado a conocer con el
topónimo de su lugar de nacimiento. Ávila se inició en el mundo del arte a
través de la figuración costumbrista, pasó después al expresionismo, al
hiperrealismo, al realismo mágico; derivó, más tarde, hacia el paisaje, el
retrato, aún, a la pintura blanca, para acabar en sus jardines, orquídeas y
rosales”.
“Ahora nos muestra una selección de sus últimos tres
años de trabajo. Sin prisa, pero sin pausa, ha dado una vuelta de tuerca a esta
postrera iconografía, empleando telas, collage, mezclando óleo y acrílico, al
soporte de pvc expandido y al
metacrilato como efecto, haciendo dialogar las veladuras y las transparencias.
Todo ello para buscar nuevas sensaciones que provocan nuevas emociones”.
“El cuadro es un medio para aquello que quiere
comunicar el artista. Y mucho más. Quienes se agarran a la manoseada actitud de
que pintan lo que quieren ajenos a todo, mienten o se engañan. El autor pinta
para conmover, impresionar, hechizar o fustigar al espectador. El pintor
necesita vender, es decir, crear un objeto trascendiendo la entidad objetual,
que alguien requiera por placer sensorial o intelectual. Para ello, debe crear
un mundo visual que aflore la sensibilidad del otro, despertarla, enriquecerla, excitarla”.
“El arte no es un hobby, es una necesidad, un
determinante, una forma de vivir, de concebir un mundo propio con el que
comunicarse. Acostumbrados a la publicidad de los nombres mediáticos, parece
que tras ellos no existe nada o sólo una gleba de pequeños aspirantes. Pero,
como sintió Maurice Maeterlinck: “no hay vidas pequeñas: cuando las miramos de
cerca, toda vida es grande”.
“Cuando contemplamos ese rosal amarillo pajizo, que
nos aprehende y nos sorprende, que nos embarga y nos da placer, no pensamos en
una vida pequeña, sino en la belleza, en un indicio claro de grandeza
expresiva, en la transformación mágica de la materia..”
“Acostumbrado como está Ávila, a pintar del natural, podríamos pensar en una copia de su
jardín, en una representación. No, se trata de una recreación de su taller,
haciendo suyo el pensamiento de Edvard Munch, que repetía: “no pinto lo que
veo, sino lo que vi”.
“Solaz del espíritu, esta pintura que es ambiciosa –
toda creación es ambiciosa aunque vista ropajes de sencillez- no está hecha
para decorar, sino para llegar al sentimiento, para inundar de perfume un
corazón que está en la vida, sin desdeñar un paraíso. ¡Enseñar deleitando con
naturalidad, qué belleza, qué meguez!”
“El arte es resultado. De sólito, hablamos de
honestidad, de verdad, de pureza… ¡Señuelos para despistar! Importa lo que
resulta de la manipulación del autor. Antonio
de Ávila es un pintor que vive de la pintura, por la pintura, para la
pintura, en la pintura. A la usanza clásica se ha dado a conocer con el
topónimo de su lugar de nacimiento. Ávila se inició en el mundo del arte a
través de la figuración costumbrista, pasó después al expresionismo, al
hiperrealismo, al realismo mágico; derivó, más tarde, hacia el paisaje, el
retrato, aún, a la pintura blanca, para acabar en sus jardines, orquídeas y
rosales”.
“Ahora nos muestra una selección de sus últimos tres
años de trabajo. Sin prisa, pero sin pausa, ha dado una vuelta de tuerca a esta
postrera iconografía, empleando telas, collage, mezclando óleo y acrílico, al
soporte de pvc expandido y al
metacrilato como efecto, haciendo dialogar las veladuras y las transparencias.
Todo ello para buscar nuevas sensaciones que provocan nuevas emociones”.
“El cuadro es un medio para aquello que quiere
comunicar el artista. Y mucho más. Quienes se agarran a la manoseada actitud de
que pintan lo que quieren ajenos a todo, mienten o se engañan. El autor pinta
para conmover, impresionar, hechizar o fustigar al espectador. El pintor
necesita vender, es decir, crear un objeto trascendiendo la entidad objetual,
que alguien requiera por placer sensorial o intelectual. Para ello, debe crear
un mundo visual que aflore la sensibilidad del otro, despertarla, enriquecerla, excitarla”.
“El arte no es un hobby, es una necesidad, un
determinante, una forma de vivir, de concebir un mundo propio con el que
comunicarse. Acostumbrados a la publicidad de los nombres mediáticos, parece
que tras ellos no existe nada o sólo una gleba de pequeños aspirantes. Pero,
como sintió Maurice Maeterlinck: “no hay vidas pequeñas: cuando las miramos de
cerca, toda vida es grande”.
“Cuando contemplamos ese rosal amarillo pajizo, que
nos aprehende y nos sorprende, que nos embarga y nos da placer, no pensamos en
una vida pequeña, sino en la belleza, en un indicio claro de grandeza
expresiva, en la transformación mágica de la materia..”
“Acostumbrado como está Ávila, a pintar del natural, podríamos pensar en una copia de su
jardín, en una representación. No, se trata de una recreación de su taller,
haciendo suyo el pensamiento de Edvard Munch, que repetía: “no pinto lo que
veo, sino lo que vi”.
“Solaz del espíritu, esta pintura que es ambiciosa –
toda creación es ambiciosa aunque vista ropajes de sencillez- no está hecha
para decorar, sino para llegar al sentimiento, para inundar de perfume un
corazón que está en la vida, sin desdeñar un paraíso. ¡Enseñar deleitando con
naturalidad, qué belleza, qué meguez!”
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