El impreso, en formato folio y
encuadernado en pergamino moderno, consta de ocho hojas e incluye siete dibujos
en los que Ayanz ilustra sus planteamientos. Se trata del único ejemplar
conocido de la obra, que parece ser de carácter privado y de circulación muy
restringida. El escrito está dirigido al príncipe Emanuel Filiberto de Saboya,
pariente de Felipe III, con lo que Ayanz pretendía probablemente dejar
constancia de la autoría de sus máquinas y difundirlas en el entorno del monarca
hispano a fin de lograr con posterioridad el privilegio de invención
correspondiente.
El origen de las invenciones de
Ayanz se encuentra en su nombramiento en 1597 como administrador general de las
minas del reino. Ayanz recibió el encargo de viajar por España para comprobar
el estado en el que se encontraban las minas españolas y de plantear soluciones
a los problemas que detectara. Dicho viaje fue determinante para el desarrollo
de sus ideas respecto al empleo industrial del vapor. En concreto, el problema que
condujo al navarro a la invención de los ingenios de vapor fue el de conseguir
de forma más efectiva el desagüe de las minas.
Pese a la concesión del privilegio
de invención, la Monarquía
hispana, ya iniciando la fase de decadencia del siglo XVII, no mostró interés
en la aplicación de las máquinas ideadas por Ayanz. No obstante, la
significación de sus trabajos es enorme: de un lado, hasta entonces la energía
del vapor sólo había sido objeto de juegos y curiosos experimentos; de otro, la
siguiente “patente” de un ingenio de vapor no se concedió hasta casi un siglo
después, la otorgada el inglés Thomas Savery. Así pues, con la adquisición de
este impreso, la
Biblioteca Nacional de España incorpora una fuente documental
de relevancia capital en la historia de la máquina de vapor, que, con la
introducción del condensador independiente por James Watt, daría origen en la
segunda mitad del siglo XVIII a la Revolución industrial.
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