martes, 18 de noviembre de 2014

JOSE FÉLIX OLALLA, POETA INVITADO DE “LA MIRADA ACTUAL”

             


     

         
L.M.A.

              José Félix Olalla Marañón (Madrid, 1956), poeta y farmacéutico, dirige la tertulia poética Orillas de Ávila en el Hogar de Ávila de Madrid, por donde han recitado numerosos poetas. Es crítico literario y presidente de la Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y Artes, AEFLA. Tiene nueve poemarios editados y el próximo saldrá en breve en la madrileña editorial Vitrubio. Entre los títulos publicados: Ciudad pasajera (1981), Doble luna de marte (1985), Los pies del mensajero (1991), En el tiempo interminable (1994), Después de nosotros (1997), Colección particular (2002) y Cerca de tu memoria (2007). Ha publicado también en diversas revistas, recientemente en TROQUEL. Figura en la Antología General de Adonais 424. Madrid, Rialp.


POEMAS

CERRABA SUS OJOS

Cerraba sus ojos porque no podía
sostener una luz que ya le traspasaba
y permanecía de pie en el patio enlosado
escuchando las preguntas y los juicios
que llegaban de la autoridad y sus acólitos.
Se estaba cumpliendo el plazo previsto
y era invierno en el corazón de la madre,
las gotas de oro perlaban ya en sus labios
como luciérnagas puras, como brasas
que empavesaran las calles desplazadas
en la áurea ciudad que expulsa a los profetas.

La saliva en el rostro, el pecho aletargado,
llaga que nos consuela de las lenguas cerradas,
trono que musitaba palabras de dulzura,
voz que ponía fuego en los oídos atentos,
piadosas mujeres que desde los arcos mudos
elevaban sus plegarias por el hijo del hombre.

Por el recental inocente,
por el varón de justicia.     

Aquel que mojó con su sangre
la alambrada de espino de la historia.
                                  
                                  

DON DIEGO DE ACEDO, EL PRIMO

                          “En tus amargas venas, la manía
                          de no sentirte en algo como alguno”
                                            Juan José Domenchina



Me aflige la tardanza de tus ojos dorados
en el tiempo augusto que te fue concedido
y que nadie recogiera del fango ese tesoro
y olvidara la miseria que maltrató tu vida.

Me aflige la pequeña estatura de tu cuerpo
y la despejada frente de tan noble talante,
allende las buenas maneras que contigo vienen
en los gruesos infolios de los sellos reales.

Resignación o mansedumbre de ilustrado filo
en la fiera hojarasca que los años consumen
bajo la tutela de las coronas de Habsburgo
y el búcaro del temor a perder privilegios.

Pero el otro Diego, el sevillano,
os fue llamando a todos en Palacio,
las doncellas, los locos y los príncipes
y un día te sentaste ante su paleta
no pudiendo imaginar que esa imagen
atravesaría las edades y las cortes del mundo,
te lanzaría con su honda al vuelo de los siglos.

        


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