L.M.A.
Fotos Rosa Gallego y Julio Mendoza
La
escritora Julia Sáez Angulo ha llevado a cabo un recital poético en el Casino
de Madrid. El acto, que estuvo muy concurrido, ha tenido lugar en la Sala del
Torito, dentro de la tertulia poética que dirige el escritor Alfredo Gómez Gil,
quien presentó a la poeta.
Julia Sáez-Angulo
(Uruñuela, La Rioja, 1946) hizo lectura de una selección de sus poemas,
siguiendo sus libros publicados: Criaturas
del tiempo y la memoria (2002),
Ráfagas (2008) y Al paso de los días (2015). Seguidamente hizo lo mismo con poemas
de diferentes revistas o antologías en las que ha publicado sus versos, entre ellas Troquel, dirigida por Carmen de Silva.
La
autora recordó los grandes temas de la poesía, también en su caso: el amor, la
muerte, el paso del tiempo, la naturaleza, Dios y las culturas grecolatina y
judeocristiana. Recordó el dicho francés
de que el arte, y por tanto la poesía, ha de contener un suplement d´âme –un suplemento de alma para alcanzar la perfección.
Al acto
asistieron los escritores Jesús Riosalido, Carmen de Silva, Juana María Herce,
Benito de Diego, Pilar Aroca, Manuel Quiroga, Carmina Casala, Victor
Morales Lezcano, Isabel Morión, Angelina Lamelas, Cristina de Jos´h, Rosario de
la Cueva, Maite Contreras, Germana de Miguel, Marisol Moreda, Elisa Mancini … y
los pintores Pablo Reviriego, Purificación Gazol, Juan Jiménez, Mercedes
Ballesteros, Julio Mendoza, Linda de Sousa, Pedro García Molano, Nati Cañada,
Juan Moral, Ana Queral, Fernando de Marta, Carmen de la Lastra, Eugenio López Berrón María Jesús de Frutos, Cuchi de
Osma, Rosa Gallego, Amparo Ayllón, Isabel Torrecañeque, Gloria Vázquez, Rosa María Manzanares, María Robles…
Entre
los poemas leídos:
EL
LIBRO
Solitario
y silencioso,
el
libro reposa en el anaquel.
Frente
a él,
un
joven ante el ordenador.
Melancólico,
el
libro pensó en sus antepasados:
las
plaquetas de arcilla en Persia,
los
papiros de Egipto,
los
rollos de Israel,
los
pergaminos del medioevo
en Europa,
las
pizarras visigodas de Toledo,
los
incunables… ¡Maguncia!,
cuna de la
imprenta.
El
joven sigue
fijos
los ojos en pantalla.
El
libro, nostágico,
comprendió:
¡Han enterrado a Gutenberg!
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