Julia
Sáez-Angulo
Se
puede salir de la ignorancia de la Biblia por menos de tres euros, con esta
frase lapidaria y práctica terminó el periodista Fernando de Haro la
presentación de la Biblia de Universidad de Navarra para bolsillo, es decir
para móviles, que tuvo lugar en la Casa de América en Madrid.
Don
Juan Chapa, decano de la Facultad de Teología de la citada universidad hizo una
exposición de la lectura estadística en el mundo, recordando que sigue siendo
el libro más vendido y seguramente más leído, por delante de los de Harry
Potter, que han hecho furor en los últimos años. También estuvo presente el
editor de la Biblia digital Javier Balibrea.
El
decano dijo que el encargo de hacer una Biblia, bien traducida y anotada para
divulgación general, fue deseo del Gran Canciller de la Universidad de Navarra,
José María Escrivá en los años 70 y al hacerla hoy digital, responde a la
petición del papa Francisco de que todo cristiano debe llevar una Biblia –la
palabra de Dios- en el bolsillo. Don Juan Chapa concluyó que en último término
ante la palabra de Dios, debe hacerse una “lectura orante”.
Estadísticas
le lectura en países católicos
Una estadística
del Vaticano sobre la lectura bíblica del Vaticano entre ocho países con mayor
número de católicos no favorece a España que está a la cola, mientras que
Estados Unidos y Polonia la encabezan.
¿Se debe esto a que
durante años no se ha permitido leer individualmente la Biblia para evitar la
libre interpretación?
Es verdad que,
como consecuencia de los debates nacidos a raíz de la Reforma, hasta finales
del siglo XVIII no hubo traducciones católicas de la Biblia al castellano
accesibles al gran público (había protestantes). Eso ha podido crear una cierta
inercia. Pero la ignorancia actual, después de más de ciento cincuenta años de
posibilidad de acceso directo al texto, me parece que obedece sobre todo a la
poca afición que hay en España a la lectura en general. Habría que comparar los
datos sobre la ignorancia de la Biblia con los que ofrecen las encuestas sobre
los hábitos de lectura en general que hay en nuestro país.
¿Cómo se casa la lectura
de la Biblia con la necesitad de atenerse a la hermeneútica eclesiástica?
No llegan a
media docena los pasajes de la Biblia que la Iglesia ha especificado cómo se
deben interpretar. Hay infinidad de posibilidades de leer e interpretar la
Biblia. Lo único que la Iglesia enseña es que para ser comprendida
adecuadamente se debe leer e interpretar con el mismo espíritu con que se
escribió.
El año 2017 hace 500 años
de la implantación de las nuevas tesis de Lutero, ¿cree que este monje
disidente ayudó a la difusión del Libro sagrado o fue más bien la invención de
la imprenta?
Sin duda, la
imprenta supuso un factor decisivo para la difusión de la Biblia. Si a eso se
añade el énfasis que pusieron los Reformados en la sola scriptura es fácil comprender que
el texto sagrado se difundiera y conociera mejor. Pero yo no reduciría su
propagación solo a estos dos factores. El uso litúrgico ha tenido y tiene una
gran influencia.
A una le gusta el antiguo
lenguaje traducido de la Sagrada Escritura, porque la esculpe, como por ejemplo
ese versículo de que “cada día tiene su propio afán”. Ello facilita la común
cita de los cristianos, pero a veces se encuentra con modificaciones extrañas
innecesarias. ¿Cómo es la traducción de la Biblia de La Universidad de Navarra?
Yo diría que es
una traducción sin estridencias. A la vez que tiende a estar bastante pegada al
texto original, ha procurado mantener la rica herencia lexical del castellano
que usted señala. Le pongo un ejemplo: hemos traducido Juan 14,2 “en la casa de
mi Padre hay muchas moradas”, porque santa Teresa utilizó precisamente el
término “moradas” para designar a las estancias celestiales. Quizá el término
no es muy actual, pero sería una pena que ese uso se perdiese por completo.
Algunas personas citan
que el Evangelio no permite repudiar al cónyuge “salvo en caso de adulterio”,
pero de facto, la Iglesia no lo permite. ¿Qué diría al respecto?
La palabra
griega “porneia”, que se traduce muchas veces por “adulterio”, es mejor traducirla
por “fornicación”. En todo caso se refiere, probablemente, a uniones admitidas
como matrimonio entre algunos pueblos paganos, pero prohibidas, por
incestuosas, en la Ley mosaica y en la tradición rabínica. Se trata, pues, de
uniones inválidas desde su raíz por algún impedimento. Jesús dice que no se
está refiriendo a esos casos, puesto que esas uniones eran ilícitas y debían
romperse. Pero la enseñanza de la Iglesia sobre este punto no solo se basa en
este texto sino también en otros en los que Jesús habla de la indisolubilidad
del matrimonio.
Umberto Eco, escritor
agnóstico, lamentó que en las escuelas públicas se estudiara a los dioses
griegos y no a las figuras de Moisés, Salomón o Cristo, que forman parte
indeleble de nuestra cultura. ¿Qué cabe hacer para paliar esto?
Tal como están
las cosas no soy muy optimista. Pienso que la madurez de un pueblo se
manifiesta, entre otras cosas, en cómo custodia su historia y su cultura.
Olvidarse de dónde se viene es tremendamente empobrecedor. Lo primero que
habría que hacer es empezar por incluir la Biblia en el currículo escolar, como
una de las obras literarias más importantes de la historia de la humanidad.
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