Por Julia Sáez-Angulo
25/08/17 .- Incordio, absurdo,
egolatría y sectarismo políticos es lo que hay en el cambio de nombre de las
calles, no tiene otro nombre la cuestión, a la vista de lo sucedido últimamente
en las ciudades de Madrid y Sabadell con ediles advenedizos o sectarios a los
ayuntamientos. Como antes lo fueran los franquistas al colocar una Avenida de
José Antonio en todas las ciudades, los nuevos políticos, populistas o
separatistas, cambian sus calles a gusto de su ideología sectaria y puntual.
¡Qué poco gusta a los ciudadanos que
les cambien el nombre de las calles y no se les consulta a ellos nunca, como no
se les consulta para poner estatuas inanes!
Las calles deben tener nombres de
lugares, que para eso lo son, con sentido práctico y orientador, verbigracia:
calle del Ayuntamiento, de la catedral o del mercado, o de curtidores o
tintoreros, para guardar la hermosa tradición del pasado…, porque orientan al
ciudadano. Mi hermosa avenida del Parral en Madrid se cambió por la de Camilo
José Cela, en tiempos del alcalde Manzano, amigo del Nobel porque asistió a su
boda con Marina Castaño. Cerca estaba el Instituto de Segunda Enseñanza Avenida
de los Toreros, que toma el nombre de la calle, en lugar de un escritor que es
lo suyo.
Cela tiene su nombre en una
Universidad, una Fundación, una Biblioteca, un… ¿para qué una calle que tenía
un precioso nombre que aludía al parral que cubría los tapiales del lugar? Cela
presumía de las calles y plazas que llevaban su nombre en vida, sin decir nunca
que en alguna de ellas se levantó otro nombre de Dante Aligieri, un escritor
con tantos títulos o más que él Nobel. La excesiva adulación a un personaje
resulta ridícula. No digamos con la gran plaza musoliniana en Noblejas (Toledo)
que lleva el nombre de José Bono en
plena vida (algo que nunca debiera suceder) para halagar al político más demagogo que ha dado este país. Lo hicieron munícipes de su color
político, seguramente para lograr algo del entonces presidente autónomo. Bono
aceptó encantado, porque desconoce el alipori.
Hay situaciones patéticas en los
nombres por mor de ediles necios y sectarios, como los de Sabadell, que deseaban
quitar nombres como Quevedo, Antonio Machado y otros, hasta que la opinión
pública les ha hecho sentir alipori. En Madrid, las confusiones de los nombres
para el pretendido cambio reveló una ignorancia supina de los ediles sobre el
personaje que las sustentaba. Menos mal que Pedro del Corral les puso en
evidencia.
hay ediles tan desagradecidos que, después de ponerle una calle al pintor Antonio Guijarro en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) se la quitaron, pese a que el hombre había donado al municipio numerosas obras y comprado un gran espacio para instalar allí su nuevo taller. La cosa fue tan grotesca que con el tiempo se le puso su nombre a otra calle, ahora en un polígono industrial.
hay ediles tan desagradecidos que, después de ponerle una calle al pintor Antonio Guijarro en Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) se la quitaron, pese a que el hombre había donado al municipio numerosas obras y comprado un gran espacio para instalar allí su nuevo taller. La cosa fue tan grotesca que con el tiempo se le puso su nombre a otra calle, ahora en un polígono industrial.
El trastorno, desorientación y gasto
de mapas y direcciones en cartería y demás es brutal para los ciudadanos con el
cambio de nombres, pero nada importa si se gasta pólvora del Rey, hoy de los
ciudadanos. Si los ediles de turno quieren poner sus nombres afines a las
calles de las ciudades, que lo hagan con las de nueva factura y no con las
antiguas. Y no olvidemos lo que dijo De Gaulle a alguien que reprochó que
hiciera ministro al comunista André Malraux ras la segunda guerra mundial: “¡Malraux también es Francia!”
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