Víctor Morales
Lezcano
23.08.17 ,- No han
transcurrido muchas semanas desde que llegó a mi pupitre ─por gentileza de la editorial Cátedra─ un ejemplar de la última obra de José María
Perceval: El terror y el terrorismo. Cómo
ha gestionado la humanidad sus miedos (2017).
Hoy mismo,
fecha próxima a los atentados terroristas que han castigado Barcelona y otras
localidades de Cataluña, el autor de esta columna ha pensado que la ocasión y
el momento aconsejan emborronar unas cuartillas consagradas al libro del
profesor Perceval.
El miedo ─según escribió el filósofo alemán Ernst Jünger en 1953─ es uno de los síntomas de nuestro tiempo.
Y Ortega y Gasset, si viviese todavía,
añadiría que el miedo es uno de los temas claves del mismísimo siglo XXI. Por
poco que se sea mínimamente atento, se observará cuántos habitantes del planeta
tierra exclamarán que una afirmación como la de Jünger adolece de ser una
generalización gratuita ─cuando parece, en puridad, no ser tan gratuita al filo
de la lectura de El terror y el
terrorismo…─. Y más allá de que Cataluña haya sido golpeada con el último
mazazo “yihadista” que ha hecho estremecernos a todos, José María Perceval ha
conseguido sorprendernos, una vez más, por su capacidad para fusionar un
registro cómplice entre miedo, temor/ violencia, terror, que desarrolla siempre
en términos históricos de ida, vuelta e ida. Sumemos a esta ágil técnica
narrativa el arsenal bibliográfico (a veces abrumador) que respalda de cabo a
rabo el discurso de la obra a la que me vengo refiriendo.
Puede
resultar paradójico a lectores inquietos, aunque habituados a lecturas
“políticamente correctas”, el recurso al haz y al envés que el autor prodiga en
los capítulos de su último libro. Y también puede iluminar o disgustar pero no,
desde luego, pasar inadvertido. Se trata, por ejemplo ─solo uno entre muchas
decenas─ de mostrar la relación entre el poder, el Estado-nación, y la
revolución, con mecanismos de control, aparentemente de protección y seguridad,
aunque, en el fondo, no exentos de perversa intención dominadora. Ello, según se desprende de las páginas de
Perceval, viene siendo así, hasta alcanzar el “miedo líquido” (Z. Bauman dixit)
que la contemporaneidad infiltra al goteo en la aldea global…, aquella aldea de
McLuhan.
El final
(¿inconcluso?) del ensayo que nos brinda el autor arroja incertidumbres sobre
la supuesta y muy aceptada sabiduría convencional y conveniente para
interpretar la vida: el progresismo había
prometido durante siglos que los temores del pasado desaparecerían y que los
humanos controlarían sus vidas, al mismo tiempo que eliminarían las fuerzas
negativas del mundo social y natural. En vez de eso, la incertidumbre es el
paisaje del futuro mientras la ansiedad invade las mentes ante los peligros que
pueden azotarnos sin previo aviso. (El terrorismo, la recesión económica,
la guerra nuclear, y un etcétera pavoroso, a veces; subrepticio siempre, añade
el autor de estas líneas).
El ejercicio
intelectual de nuestro colega, y, sin embargo, amigo, José María Perceval ha de
ser saludado favorablemente; y no solo por los espíritus libertarios, sino, en
general, por aquellos que necesitan practicar el sano ejercicio de la reflexión
crítica.
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