Julia Sáez-Angulo
13/01/18 .- MADRID .- El dramaturgo
inglés Harold Pinter es un autor de culto, de acierto seguro en describir la
condición humana en el ambiente o la esfera que se sitúe. Algunos no queremos
perdernos nunca una de las representaciones de su obra –en España se le admira
y se cuenta con él en la escena. Regreso
al hogar, dirigido por Irina Kouberskaya en el Teatro Tribueñe en una obra
de las más duras, fuertes y quizás soeces de Pinter, pero vale la pena verla,
porque sacude ciertas conciencias en el conocimiento de personajes de un
suburbio tras la II guerra mundial en Inglaterra.
La obra Regreso al hogar se representa los viernes a las 20 horas y no está
recomendada para menores de 18 años. No falta el desnudo integral.
Irina Kouberskaya ha hecho una puesta en escena inteligente, dura, teatral,
donde los gestos hablan tanto o más que la palabra de unos personajes
arrogantes míseros o autosuficientes dentro de su vulgaridad o vida cotidiana.
La obra es un espejo de un ambiente de familia, de la relación o más bien
visión de la mujer por cierto grupo de hombres; de la defensa y hasta cierto
orgullo de la sangre; de la retórica cómica de ellos en momentos puntuales…
En Regreso al hogar se perciben conductas y actitudes de conveniencia
de psicólogo o psiquiatras –todos las tenemos-, algo que destila al mismo
tiempo cierta ternura ante la dureza y cierto despertar de compasión en el
sentido griego de la palabra “pathos”. Un cierto expresionismo se filtra en la
obra y su montaje.
Uno de los tres hijos del viejo Max
regresa con su esposa de los Estados Unidos después de diez años de ausencia y
vuelve a encontrarse con su padre, hermanos y tíos, que siguen con sus
discusiones, obsesiones y paranoias, renovada ante la presencia del visitante y
su mujer, algo que trae a la memoria el trato y conducta de la madre ausente y
muerta y el trato ante ellas.
Escatológico el comienzo, así
dispuesto por Pinter en toda una alusión a las heces humanas. A los actores no
se les puede pedir más: bordan los personajes bien dirigidos por Irina
Kouberskaya (en el Este europeo se sabe hacer muy buen teatro, sobre todo con
autores con Chéjov).
Los nombres de lo intérpretes:
Fernando Socuela en Max, el padre, absolutamente espléndido; Rocío Osuna/Irene
Polo en Ruth; David García en Lenny; Miguel Pérez-Muñoz en Joey, el hermano
tartamudo, absolutamente formidable sin miedo a caer en la hipérbole; Pedro
Alvir/Pablo Múgica, en Teddy; Miguel Ángel Mendo, en Sam, nos transmite un
personaje muy tierno.
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Uno sale de esta obra respirando
fuerte para recuperar el aliento. Esta fue la vida, esta sigue siendo muchas
vidas: la euforia y la supervivencia de los débiles; la lucha por la vida que
diría Pío Baroja.
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