Una vidriera multicolor emplomada, con un escudo heráldico en el centro, ha sido el elemento provocador, y también determinante, del proyecto “Puerta 86”, presentado por la interiorista Soledad Ordóñez, directora del estudio Bon Temps Les Espaces, en la 54 edición de Casa Decor. Si el año pasado asumió el reto de dotar de singularidad y relevancia a un pasillo, esta vez el desafío ha consistido en imponer una solución funcional y decorativa en el espacio que originalmente ocupó el vestíbulo de esta vivienda ubicada en un edificio de la alta burguesía madrileña.
La concepción del proyecto viene inspirada – “y hasta cierto punto dictada”, señala la decoradora y diseñadora-por los ventanales con vidrieras de la estancia, elementos originales del edificio que acoge este año la exposición
L.M.A.
Madrid, 6 de febrero.- Una vidriera multicolor emplomada, con un escudo heráldico en el centro, ha sido el elemento provocador, y también determinante, del proyecto “Puerta 86”, presentado por la interiorista Soledad Ordóñez, directora del estudio Bon Temps Les Espaces, en la 54 edición de Casa Decor. Si el año pasado asumió el reto de dotar de singularidad y relevancia a un pasillo, esta vez el desafío ha consistido en imponer una solución funcional y decorativa en el espacio que originalmente ocupó el vestíbulo de esta vivienda ubicada en un edificio de la alta burguesía madrileña.
“Me enamoré de las vidrieras y, de algún modo, este elemento me dictó tanto la función como la solución decorativa para esta estancia”, explica Soledad Ordóñez, que ha querido recrear el ambiente discreto, y hasta cierto punto clandestino, de los selectos clubes privados de los años 20. Para ello, se ha servido de un planteamiento estético que, junto al efecto evocador de las ventanas, emplea otra serie de elementos y materiales que marcan el estilo de la época.
“Mi pretensión ha sido crear toda una experiencia envolvente para el visitante, que empieza por la luz tamizada de los ventanales, que decidí enmarcar en hornacinas para subrayar su importancia, y continúa con un tratamiento riguroso en paredes, techo, suelo y muebles. Partiendo de un espacio casi perfectamente cuadrado, se dividió el espacio en cuatro cuartos, replicados en suelos y techos”, explica la decoradora.
El entelado de las paredes, con tejidos de Gastón y Daniela que recrean efectos geométricos y florales, combina con la sobria elegancia de los muebles. La barra, diseñada por la interiorista para este espacio, está rematada por una pieza de ónix, de la firma Cosentino, que ha sido retroiluminada para que luzca en su superficie todo un mar de vetas y tonalidades asombrosas que nos regala la piedra natural. La vitrina, por su parte, combina marquetería y espejos envejecidos al ácido. Sobre ellos, una luz indirecta realza el brillo de botellas y cristalerías.
El suelo ha sido revestido de piezas de porcelánico de la firma Colorker con efecto mármol. La versátil geometría de las piezas -permite hasta 12 combinaciones distintas- forma cuatro cuadriláteros perfilados con latón que mantienen una perfecta simetría con el techo, dividido mediante una estructura rematada con molduras en cuatro cuarterones con el fondo entelado.
En una de las paredes luce una pintura contemporánea de gran formato de la artista Belén Gonzalo Arroyo, cuyos colores conviven en perfecta armonía con los tonos de los diferentes elementos decorativos.
Para redondear la sugestión de hallarnos en un espacio robado al tiempo, la decoradora ha retapizado dos sillones de confidente frente a los cuales se disponen dos mesas redondas coronadas por tablero de mármol. Una de estas piezas es propiedad de la anticuaria Judith San Quintín y la otra, diseño de la propia Soledad Ordóñez, al igual que la pareja de apliques Orrefors Mid Century que penden de las paredes.
Según declara Soledad Ordóñez, con este proyecto ha tratado de expresar su propia concepción de la decoración, que se decanta por un estilo “clásico reinventado y con toques de tendencia”. Como en algunas otras de sus intervenciones, en ésta edición de Casa Decor ha intentado tomar buena nota de esos elementos que terminan imponiéndose como el alma de los proyectos, dotando a la intervención, en su conjunto, de precisión y armonía.
Como decoradora con numerosas intervenciones en proyectos residenciales privados, Soledad Ordóñez se declara predilecta de las cocinas y los salones como los recintos donde prefiere trabajar. “Me motivan los espacios sociales, donde las personas comparten su tiempo”, asegura la decoradora, que considera además que las casas deben ser el reflejo de las personas que las habitan, sin que en principio importe mucho, desde un punto de vista estético, si se trata de una vivienda grande o pequeña. “Creo en el orden en la forma de trabajar y me inclino por la armonía en el orden visual”, declara Soledad Ordóñez.
Soledad Ordóñez es una de las más firmes promesas en el campo del diseño de interiores, campo en el que desembarcó hace ya varios años tras cursar estudios en Arquitectura y Derecho, previo paso por el sector bancario. Hasta el momento, Soledad Ordóñez ha realizado numerosos proyectos de interiorismo para clientes privados, centrados especialmente en viviendas, y en estos momentos trabaja en la remodelación de espacios interiores en hoteles y oficinas corporativas.
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